No sé si te he dicho alguna vez tu verdadero nombre. A lo largo de mi vida, a algunas personas les he dado un nombre secreto, para uso exclusivo y simbólico. El tuyo es La Dorada. No es una palabra pensada, buscada y estudiada. Es una impresión repentina que sentí alguna vez, al principio, por tu piel, por tu pelo, por tus ojos de miel, por tu sonrisa radiante.
Pero el color exterior no es lo más importante. Lo esencial es la luz. Otras han podido deslumbrarme alguna vez, pero el deslumbramiento no es lo mejor para la vida. Un ofuscamiento sólo lleva a andar a tientas y a ciegas, a tropezar y caer a cada paso. Tú me has iluminado con tu luz serena, la única luz que ayuda a vivir. Que tu luz brille siempre para los que te queremos.
27 IV 2024
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