Algunos
escritores retratados por Imprescindibles han sido Fernando Arrabal, Ana María
Matute, Mario Vargas Llosa, María Moliner, Juan Goytisolo, Camilo José Cela,
Carmen Laforet, José Antonio Labordeta, Miguel Delibes, Unamuno, Francisco
Umbral, Jorge Semprún, Fernando Savater,
Rafael Azcona, Soledad Puértolas, Las Sin Sombrero, Juan Marsé, Gregorio
Marañón, Álvaro Cunqueiro, Joan Brossa y Antonio Muñoz Molina.
El último que se
ha emitido es el dedicado a Carmen Martín Gaite (La Reina de las Nieves) una escritora tenaz, excepcional. "Su
vida está marcada por la pasión literaria, el éxito, la familia y la
adversidad, pero sobre todo por una relación honesta con la literatura, que le
permitió explorar sus abismos y dar forma a una obra literaria galardonada e
imperecedera".
Martín
Gaite era una chica rara que quería escribir todos los días de su vida y ser
independiente. Para ella, escribir es como coser, las puntadas son las
palabras. Se convirtió en una luz en la oscuridad del franquismo. Carmiña, fuerte y frágil al mismo tiempo, con
aspecto de niña y voz infantil, progresista por su educación familiar (nunca
fue al colegio), siempre estuvo rodeada de buenos escritores en Salamanca y
Madrid, donde se casó con uno de ellos, Rafael Sánchez Ferlosio. Tuvieron dos
hijos antes de separarse: el primero, Miguel, murió a los siete meses de
meningitis y su hija Marta no llegó a cumplir los treinta. En 1957 gana el
premio Nadal (Entre visillos) después
de que su marido lo hubiese conseguido en el 55.
Dos cosas me han llamado la atención en su biografía, la primera que su primer trabajo fuese de profesora. "Al venir a Madrid, durante unos meses, imparte clases de historia, gramática y literatura en un colegio femenino de la calle Martínez Campos de Madrid. Pero la experiencia no resulta satisfactoria por el método poco ortodoxo de Carmen y su falta de disciplina en el aula. Finalmente, la dirección del centro le pide que deje las clases"*. A partir de entonces se dedicó a la investigación.
La segunda es que
se silenciase la enfermedad de su hija (la Torci) con la que siempre tuvo una
relación cómplice, incluso llegaron a compartir amigos, aunque sus numerosos
viajes hicieron que se distanciasen al final. Marta murió de sida y enganchada
a la heroína a los veintiocho años, en la primavera de 1985. Había estudiado Filología
inglesa, corregido algunas obras de sus padres, traducido varias novelas y
anduvo metida en algunos proyectos editoriales con Diego Lara. Su muerte la convirtió
en una niña de humo y dejo triste y sola a su madre (Calila) en su casa de
Doctor Esquerdo. Si para Martín Gaite la libertad era algo íntimo que vivir a
través de la imaginación y la literatura, para su hija fue una cuestión social que había de celebrar en compañía de otros.
El sida surgió de
repente como enfermedad mortal y se llevó por delante a un montón de jóvenes
que no envejecieron, que no pudieron prevenirla ni luchar contra ella. En España coincidió con un momento en que ciertas prácticas
consideradas de riesgo (el sexo casual sin protección y el consumo de heroína)
estaban en pleno apogeo, en esa especie de fiesta colectiva que fue la Movida. Ahora
asociamos las drogas a la marginalidad, la decadencia, la enfermedad y la
muerte, pero para mucha gente de esa generación, se trataba de una especie de
celebración de vida. Tal vez Caperucita en Manhattan la escribió Carmen Martín Gaite como una
manera de comprender lo que le había pasado a su hija, para volver a hablar con
ella y decirle también que, a pesar de cómo se habían desarrollado las cosas,
se alegraba de no haberle impuesto ninguna restricción ni coartado su libertad.
Al final del libro hay una cita de Pico della Mirándola que dice: ‘No te hice
ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que fueras libre
y soberano artífice de ti mismo, de acuerdo con tu designio’**.
La pareja de su hija era Carlos Castilla, hijo de Carlos Castilla del Pino que murió poco después, en el 86, de la misma en enfermedad. El psiquiatra cordobés relata en sus memorias la muerte de cinco de sus siete hijos con una frialdad sorprendente, porque no duda en declarar que suponían un obstáculo en su plan de vida, pero que tardó en darse cuenta. En 1978 se suicida su hija María (droga, barbitúricos…). En el 85 muere Álvaro, en accidente de moto, y Gonzalo en 1986, también de droga/sida. Mientras, su hija María Fernanda muere de cáncer en Costa Rica, donde vivía.
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