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miércoles, 22 de mayo de 2024

Cuento de Los vidrieros y de las mil monas/ Un cero en medio

Fabio. Viene en cifra…
Federico. ¡Qué tormento! 
Fabio. ¿Como la que uno escribió en guarismo*? 
Federico. ¿Qué sé yo? 
Fabio. Si no lo sabes, va el cuento:

De una dama era galán 
un vidriero que vivía 
en Tremecén, y tenía 
un grande amigo en Tetuán. 
Pidiole un día la dama
que a su amigo le escribiera 
que una mona remitiera;
y como siempre quien ama
se desvela en conseguir
lo que su dama le ordena, 
por escoger una buena, 
tres o cuatro envió a pedir.

*Signos o cifras arábigas que expresan una cantidad 

El tres o cuatro escribió
en guarismo el majadero;
y como es allí la o cero,
el de Tetuán leyó:
«Amigo, para personas 
a quien tengo voluntad,
luego al punto me enviad 
trescientas y cuatro monas». 
Hallose afligido el tal;
pero mucho más se halló 
el vidriero cuando vio 
contra su frágil caudal,
dentro de muy pocos días 
apearse con estruendo 
trescientas monas haciendo
trescientas mil monerías. 

El secreto a voces, Calderón (1642)

Un claro ejemplo de la relación entre literatura culta y popular es el cuento titulado Un cero en medio o El cuento de los vidrieros y de las mil monas. El texto escrito en redondillas aparece en la comedia de enredo El secreto a voces (1642) de Calderón de la Barca, las pronuncia Fabio, el criado gracioso. El éxito del cuento tal vez radicase en que era ya conocido por el público. Posteriormente fue reproducido en antologías de chistes, anécdotas, cuentos y chascarrillos a lo largo de los siglos siguientes. Juan Eugenio de Hartzenbusch retomó el tema con ligeras variantes en 1848, en sus Fábulas puestas en verso castellano.


Rafael Boira,
El libro de los cuentos (1862)

La comicidad del cuento proviene de la confusión de dos sistemas lingüísticos diferentes: el sistema de las letras y el de las cifras o números y la exageración de las proporciones típica del Barroco. El vidriero de Tremecén, para agasajar a su amada, escribió la cantidad de monas que quería  en números: 3 o 4; pero el vidriero de Tetuán la convirtió en un solo número (304) porque la conjunción o sin tilde la interpretó como un cero, dando lugar al malentendido. Además, nos advierte de la importancia del cero, en este caso un cero en medio, ni a la izquierda ni a la derecha. Un cero que trajo la desgracia al comerciante porque las trescientas monas con sus monerías acabarían con su frágil negocio. Se hace eco del dicho popular Chicas causas, grandes efectos que destaca la facilidad con la que se corrompe una información cuando se transmite o se entiende mal. Nosotros lo aprendimos de niños en el juego El teléfono escacharrado.  


Diccionario panhispánico de dudas 

A todos nos puede pasar si no utilizamos correctamente las reglas de ortografía o nos confundimos al escribir en el ordenador poniendo un cero en lugar de la letra o. Esto es lo que dice el Diccionario panhispánico de dudas: "Por razones de claridad, ha sido hasta ahora tradición ortográfica escribir la o con tilde cuando iba colocada entre números, para distinguirla del cero: 3 ó 4, 10 ó 12. La escritura mecanográfica hace cada vez menos necesaria esta norma, pues la letra o y el cero son tipográficamente muy diferentes. No obstante, se recomienda seguir tildando la o en estos casos para evitar toda posible confusión. La o no debe tildarse si va entre un número y una palabra y, naturalmente, tampoco cuando va entre dos palabras: * Había 2 ó más policías en la puerta (correcto: 2 o más); *¿Quieres té ó café? (correcto: té o café)". 

¿Por qué hay tantos monos en Gibraltar?

 Ramón J. Sender en la novela La tesis de Nancy (1962), basándose en la confusión entre cifras y letras de los textos anteriores, con gran sentido del humor, explica así la presencia de los monos en Gibraltar.

No entendía Mrs. Dawson o no quería entender (nunca se sabe con ella). Estábamos en el café. Y preguntaba de dónde habían salido los monos gibraltarenses. Curro explicó no sé si en broma o en serio:

—En el siglo pasado un comerciante de Gibraltar que tenía un hermano rico en el Brasil le escribió una carta pidiendo que le enviara por el primer barco tres o cuatro monos. Pero escribió la cantidad en números, así: 3 o 4. Y el brasileiro fletó un barco especial y le mandó 304 monos. El comerciante no sabía qué hacer. Los ingleses aman a los animales y obligaron al comerciante a alimentar a los monos o a dejarlos en libertad. El comerciante vendió algunos, pero fue soltando a la mayor parte y velay*, esa es la historia.

* Ciertamente  (De velo ahí)

José Luis Garrosa Gude: Errores afortunados y razones para la abundancia: cargamentos de bacalao y monos, de Unamuno a Calderón de la Barca 

Buscando en internet hallé esta trilogía de artículos de extraño título, escrita por un colega del IES José Hierro de Getafe que se dedica al estudio de las diferentes tradiciones orales. Recomiendo su lectura porque está llena de intriga: saltos temporales y espaciales, vasos comunicantes y relaciones entre personajes variopintos. Porque las confusiones en la lectura provocan envíos masivos caros y engorrosos, pero alguna vez también riqueza. Así el lector descubrirá el enigma que relaciona los bacalaos con los monos y al escritor Unamuno con el adinerado bilbaíno Simón Gurtubay. Y el papel que tiene un artículo escrito en La Gaceta de Marsella.

En definitiva esta es una historia de enredos que se ha contado mil y una veces que nos demuestra la relación entre la literatura y la realidad, la fantasía y la verdad, la leyenda y la anécdota. De esta manera, yo he descubierto que en Gibraltar los ingleses se hicieron cargo de las monas que le sobraban al vidriero y que el título mil monas recibe ecos de los cuentos de las mil y una noches cuando decir mil era decir muchos. Puestos a fabular y a exagerar, la expresión llegar a las mil y monas de la que hablaba en la entrada anterior tal vez tenga que ver con el retraso en la llegada del envío y los problemas que acarrea. 

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Elisa de Armas: Yo tampoco me llamo Ulises (100 microrrelatos)

Gracias a mi amigo Guillermo, he conocido a la escritora sevillana Elisa de Armas que se ha ganado la vida como profesora de Lengua y Literatura en la enseñanza secundaria. Buscando claves para enseñar a redactar a sus alumnos, se inscribió en un taller de narrativa y allí se inició su pasión por el microrrelato. 


En La cara explica su proceso creativo en el campo de la minificción. Para ella escribir es encontrar lo que no sabes que estás buscando:

Con el adiestramiento necesario, cazar microrrelatos se convierte en un hábito insoslayable. Suelen esconderse en los rostros de los transeúntes, en los de los pasajeros de los trenes, en las muchedumbres que se manifiestan, en las fotografías de prensa, en los cuadros de las exposiciones, en los libros de historia, en los de poemas. Cuando se logra capturar alguno hay que evitar disecarlo o perforar su cuerpo grácil con un alfiler que lo inmovilice; para que conserven su hálito, el escritor aficionado aprenderá de los maestros, los que fueron y son capaces de ofrecérnoslos frescos, palpitantes, capaces de destilar humor, emoción, revelaciones. La realidad, que hoy día desconfía de estructuras literarias complejas y artificiales, está presente en ellos tal como es, fragmentaria, polimórfica, dotada de perspectivas contradictorias y complementarias, enriquecida por infinitos puntos de vista; escribimos microrrelatos para no traicionarla. Y en pos de esta fidelidad decidirá el autor en cada caso si debe abrir puertas a lo íntimo o a lo desconocido; si utiliza la sorpresa para hacerse, y con él al lector, sensible al misterio o a la aventura de lo cotidiano; si prefiere golpear las conciencias o dar al receptor un toque en el hombro que lo vincule al instante gozoso de la lectura.


Los cien microrrelatos incluidos en Yo tampoco me llamo Ulises, su último libro, son un ejemplo de intertextualidad, parten de obras canónicas de la literatura como la Biblia, la mitología o el Quijote, o bien se inspiran en la historia, la pintura y el cine. Con la atención al ritmo y a la palabra precisa que estas pequeñas piezas exigen, los clásicos son así reinterpretados para acercarlos a la época actual a través de una mirada a veces cruel, a veces tierna, a veces irónica, pero siempre compasiva con la naturaleza humana.

Aquí os dejo dos muestras como aperitivo del libro. 



Para saber más

martes, 10 de enero de 2023

Doña Emilia ilustrada, los cuentos de Pardo Bazán en el centro Clara del Rey

 

El recorrido por la exposición ‘Los cuentos de doña Emilia’, publicados en la revista Blanco y Negro, nos acerca a 14 de los más de 600 cuentos que escribió doña Emilia Pardo Bazán a lo largo de su vida. En ellos encontramos un desfile de diferentes personajes de todas las condiciones; temas universales como el amor, la religión, el terror o la historia; la preocupación de la autora por los temas sociales y políticos; y la vinculación a su tierra, Galicia. Los cuentos son un fiel reflejo de la sociedad española de finales del siglo XIX y principios del XX. El principal ilustrador de los cuentos de la autora gallega es Narciso Méndez Bringa, un todoterreno de la ilustración literaria.

-‘Primaveral-Moderna’ (18/09/1897). Sátira en la que 2 personajes muy distintos coinciden en un tren. Y, como telón de fondo, la belleza y la naturaleza también lo hacen.

-‘Entre razas’ (11/06/1898). Historia de un hombre español que recibe la visita de un estadounidense. Y ese encuentro permite conocer 2 modos de vida y cultura muy distintos en la época.

-‘Zenana’ (12/10/1898). Alejandro Magno y Zenana son los protagonistas de esta historia de amor. Y en ella la belleza puede parecer lo más importante… ¿O no?

-‘La exangüe’ (15/04/1899). Un cuento que se desarrolla en Filipinas durante el alzamiento contra España. Y narra la relación entre un doctor y diferentes personajes.

-‘La enfermera’ (5/05/1903). Una historia idílica de 2 personajes, un enfermo y su mujer.. Aunque no todo es tan idílico como se presenta.

-‘El montero’ (18/07/1903). Narra la vida de un cantero, cuya historia se transforma tras una huelga y un accidente con otros trabajadores.

-‘Comedia’ (4/03/1904). Cuenta la vida de Lorenza, una niñera que cambia la vida del campo por la ciudad. Y cuyo amor por un actor le lleva a un trágico final.

-‘La mujer española’ (5/01/1907). Una historia que acerca al lector la postura de la propia autora sobre el feminismo. Así como a la situación de la mujer en España en el año de su publicación.

-‘Error de diagnóstico’ (21/12/1907). El futuro de una adolescente cambia de un día a otro sin conocer en realidad qué lo ha provocado.

-‘La clave’ (7/11/1908). Un encuentro entre Tolina y Calixto. Su futuro, su herencia, nada es lo que parece.

-‘La Pepona’ (2/02/1909). La triste historia de una niña de 2 años que es robada durante un paseo dominical. Y cuya vida transcurre a partir de entonces en el mundo de la mendicidad hasta su edad adulta cuando logra descubrir sus orígenes.

-‘Las náufragas’ (19/06/1909). Un cuento que tiene como telón de fondo un negocio ruinoso y los avances de la ciencia.

-‘La danza del peregrino’ (8/10/1916). Un relato ambientado en Santiago de Compostela. Y que se centra en la figura de un ermitaño y en su viaje a la catedral compostelana para conocer la figura del santo.




https://pongamosquehablodemadrid.com/2023/01/20/los-cuentos-de-dona-emilia-en-el-distrito-salamanca/

jueves, 24 de febrero de 2022

Desconectar para conectar (Moby: Are You Lost In The World Like Me?)

 Se me ha estropeado la tarjeta SIM y he estado unos días sin poder llamar ni recibir llamadas, aunque sí funcionaba el wifi. Me he dado cuenta de que es más fácil sobrevivir sin amor que sin móvil. Me he acordado del texto de Cortázar Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj. Sesenta años después sigue teniendo vigencia sólo hay que sustituir reloj por móvil. 

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

                               Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas (1962) 

Me gustan tan poco los relojes, ahora llamados inteligentes, como los móviles. Los dos nos atan a una cadena invisible, nos obligan a estar pendientes de un artilugio que nos controla. Además, nos vigilan y nos aíslan. La vida real, lo que verdaderamente importa, es lo que pasa mientras miras el móvil. Lo inteligente es ir a tu ritmo.

En la época de la esclavitud en los Estados Unidos, a los esclavos nuevos se les ataba una bola negra de hierro muy irregular y con deformaciones (no era una bola perfecta, para que no pudiera arrastrarse fácilmente) con una cadena y un grillete al pie, para que no escaparan. La llamaban "BlackBerry" (mora negra) porque se asemejaba a dicha fruta. En los tiempos modernos, a los nuevos empleados no se les puede amarrar una bola de hierro para que no escapen, en cambio, se les da un "BlackBerry" y quedan inalámbricamente atados con ese grillete. Después de la televisión, nunca habíamos estado pendientes de un objeto que nos controlara individualmente. Poco a poco los móviles más sofisticados se han instalado en nuestra vida cotidiana alterando las relaciones personales. Hay que desconectarlos para conectarnos al mundo que nos rodea. 

¿Estás perdido en el mundo como yo?

La película de animación Are You Lost In The World Like Me? que circula por las redes no se llama "L'altra part", ni es egipcia, ni ha ganado el premio al mejor cortometraje en el Festival de Venecia: Es un videoclip de 2016 del compositor estadounidense Moby y su autor es Steve Cutts, un ilustrador y animador británico. La película describe cómo las personas se aíslan en la tecnología y olvidan una de las mejores cosas de la vida, la convivencia humana con el amor y la hermandad.


Hay que desconectar para conectar


domingo, 19 de septiembre de 2021

Una historia sobre el tonto del pueblo

Ha muerto Mario Camus y ayer volvieron a poner en televisión Los santos inocentes, una de sus mejores películas basada en el libro de Miguel Delibes. Un ejemplo en la literatura del arquetipo del tonto del pueblo es el personaje de Azarías que finalmente mata al señorito Iván. Javier Pérez Escohotado* en su prólogo a una edición del libro lo explica así: «Sin duda el tirano está pagando por todos los abusos cometidos, pero la sutileza de Delibes está en concentrarlos en la muerte banal y gratuita del pájaro y dejar la venganza a la iniciativa del tonto Azarías. A esto es lo que yo llamo justicia poética (¡nada más lejos del realismo!), porque en Delibes no se vengan los pobres, sino los tontos y los ángeles».
Hace tiempo que encontré en internet una historia anónima que contaba mi padre sobre la división del mundo en tontos y listos y que él bordaba al recrearla con los diálogos en acento villenero ("Y ellos se creen que el tonto soy yo"). A mi se me caían las lágrimas de risa. La copio a continuación:

Se cuenta que en un localidad de interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas. Diariamente algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 400 reales y otra de menor tamaño, pero de 2000 reales. Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió: Lo sé, no soy tan tonto, vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda".

Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:

La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.

La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?

La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.

Pero la conclusión más interesante es: Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.

"El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente".

*https://elcuadernodigital.com/2021/04/29/todos-inocentes-pero-no-tontos-en-el-40-o-aniversario-de-los-santos-inocentes-de-miguel-delibes/

Para saber más:  Breve historia del tonto del pueblo  

viernes, 30 de julio de 2021

Antología de relatos 'De bares y mujeres' (ed. Pregunta)

De bares y mujeres (Editorial Pregunta) recoge relatos inéditos de 14 escritoras que reflexionan sobre la presencia social de la mujer en los bares a lo largo del tiempo: Marta Armingol, Olga Asensio, Laura Bordonaba Plou, Clara Castán Ibarz, Begoña Fidalgo, Paula Figols, Chusa Garcés, Magdalena Lasala, Elvira Lozano, Rosa Martínez, Angélica Morales, Eva Pardos Viartola, Clara S. Mendívil y Laura Serrano.

Tradicionalmente, a las mujeres encerradas en casa con la pata quebrada y con poca vida social, los espacios públicos les han sido vedados. Siempre ha habido prejuicios sobre las que se saltaban las normas no escritas, sobre todo si frecuentaban los bares y lo hacían solas. La barra era la separación entre los dos mundos, se toleraba que estuviesen detrás pero no delante, sirvientas pero no clientas. ¿Qué hacía una mujer en un bar? Nada bueno, o buscar a sus maridos para que volvieran a casa. Ausentes en los casinos. Presentes en las cafeterías, de desayunos con las otras madres, de tortitas con nata por la tarde para recogerse pronto y cuidar de sus hijos. Ahora, los bares son espacios reconquistados a los hombres, pero me temo que son como los patios del colegio, donde permanecen arrinconadas por la testosterona y el fútbol. 



Buscando información me he encontrado con otro libro de relatos Mujer en el bar (2019) del escritor asturiano Ovidio Parades que nos presenta un mundo literario poblado de mujeres, casi todas de mediana edad, casi todas enfrentadas a situaciones difíciles, a las que amenazan la muerte y la enfermedad, la soledad o el conflicto laboral, pero también la vida, los deseos de vivir pese a todo, de reír y de hacer frente a la adversidad. Mujeres en estado puro, a la barra de un bar o en la terraza de un café.

La portada del libro recoge un fragmento del sugerente cuadro “Nighthawks” (Halcones de la noche) de Edward Hopper pintado en 1942. El título de la obra es metafórico, los halcones de la noche en realidad son las personas que se encuentran despiertas durante la noche deambulando por la ciudad, por eso en español la pintura también es conocida con el nombre “Noctámbulos”.

jueves, 13 de mayo de 2021

Amar hasta fracasar (relato solo con la vocal “a”)

 Rubén Darío nos demostraba que es posible contar un relato sólo con la vocal "a".

Hablábamos varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados, con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos arrevesados, en losange; y luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales, en largos cuentos castellanos.

Entonces yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que dirigía, allá en la lejana Nicaragua, un mi íntimo amigo. Es un cuento corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. Vais a leerlo. No encontraréis otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor?, sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia. Ignoro e ignoré siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me refiero:

AMAR HASTA FRACASAR

Trazada para la A

La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada. Amaba a Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala.

Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar trataban; mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal plan.

La plaza, llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca para apañar larga plata, para agarrar adahalas1. ¡Bravas agallas! ¿Mas bastaba tal cábala?. Nada ¡ca! ¡nada basta a tajar la llamada aflamada!

Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada. Las gradas callaban las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana a Blas. ¡Ah ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar! Gratas pasan para apalambrarlas más, para clavar la azagaya al alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla! Seguir leyendo. 

Mundial Magazine,
París, 1913

martes, 9 de febrero de 2021

Relatos de ficción de Ramón y Cajal: El fabricante de honradez

El CSIC exhibe parte del legado Cajal en una exposición en el Museo Nacional de Ciencias y Manuel Ansede en El País (Cajal, Bill Gates y el cuento de la vacuna para controlar a los ciudadanos) nos recuerda un relato de ciencia ficción del premio Nobel sobre una inyección para dominar a la población: "En algún momento de la pandemia, en plena oleada de muertes en primavera, brotó en Internet un delirante relato según el cual el multimillonario estadounidense Bill Gates maneja los hilos de una gigantesca conspiración para aprovechar la vacunación masiva contra la covid para inocular microchips con los que controlar a los ciudadanos. Quizá se podría aplaudir al menos la imaginación de los autores de la teoría, pero al científico español Santiago Ramón y Cajal ya se le ocurrió una idea parecida hace más de un siglo".

Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia, además de ser un gran histólogo, investigador y docente, mostró interés por la fotografía, la filosofía, la astronomía, el ajedrez y la hipnosis. Escribió obras científicas y biográficas muy relevantes así como los Cuentos de vacaciones (1905). Narraciones pseudocientíficas, cinco relatos con finalidad pedagógica en los que se mezclan conceptos científicos, ficción, algo de ironía y donde siempre están presentes el microscopio y la microbiología. Los relatos plantean dilemas sociales o morales de difícil solución motivados por avances de la ciencia o por una incorrecta educación científica de la población. El segundo de los cuentos es «El fabricante de honradez», narración dividida en ocho secuencias. Alejandro Mirahonda, doctor en Medicina y Filosofía, es un eminente hipnólogo que acude a Villabronca —nótese el valor simbólico de los nombres—, donde prepara una experiencia psicológica con un suero antipasional de su invención que modera las pasiones negativas de las personas; con su aplicación busca «la purificación ética de la raza humana y la conversión de los viciosos y criminales en personas probas, decentes y correctísimas» (p. 60). Se aplica la vacuna moral en Villabronca y, en efecto, el vicio huye, viviéndose en el pueblo una verdadera edad de oro. Pero con esa vida uniforme y aburrida, comienzan a surgir protestas, todos piden que se vuelva a la situación anterior y Mirahonda les aplica la contratoxina pasional, el licor del mal, que no es sino agua. Sin embargo, la contrasugestión surte su efecto y estallan las pasiones reprimidas durante todo un año. Ante la locura agresiva y amenazadora que se desata en Villabronca, el doctor huye, redactando una memoria del experimento en la que concluye: Todo hace creer que el dolor, la pobreza y la injusticia son leyes inexorables de la vida, íntimos resortes de la ascensión progresiva del espíritu a las cimas del ideal» (p. 87). Y poco después se explicita la moraleja: quizá en lo porvenir se consiga una convivencia pacífica y honrada de los ciudadanos sin presiones exteriores, pero mientras llega ese momento resulta necesaria la sugestión de la autoridad, la religión y la disciplina.

«El fabricante de honradez» también refleja otro de los temas que interesó a Cajal durante su estancia en Valencia: el estudio experimental del hipnotismo. Cajal fundó, junto a varios amigos, un Comité de  investigaciones psicológicas, y recogió  en su domicilio una  amplia casuística de hipnosis tanto en personas sanas como enfermas. Sus éxitos se extendieron por toda la ciudad y, ante la elevada demanda, se vio obligado a cerrar su consulta. Cajal llegó a practicar la hipnosis a su propia esposa, Silveria Fañanás, durante los alumbramientos de sus dos últimos hijos atenuando los dolores del parto. Su resultados, al igual que los del experimento de Mirahonda, fueron publicados en una revista científica, La Gaceta Médica Catalana. Cajal se convertía así en pionero de la hipnoterapia. Otras ideas que se desprenden del relato son su interés por la inmunología (habla de toxinas, antitoxinas, sueros y vacunas para referirse a las inyecciones inocuas que disfrazaban su procedimiento de hipnosis) y su afán en cambiar la sociedad propio del regeneracionismo de la época.

Aquí puedes leer el relato

Susana Collado-Vázquez y Jesús María Carrillo, Cuentos de vacaciones. La literatura de ficción de Santiago Ramón y Cajal.  Con una interesante introducción sobre el nacimiento de la ciencia-ficción. 


viernes, 12 de junio de 2020

Dos relatos de ciencia ficción sobre la enseñanza telemática

Hoy traigo dos relatos de ciencia ficción escritos hace ya un tiempo por especialistas del género, los dos tratan sobre cómo sería la enseñanza del futuro y están de rabiosa actualidad. Son entretenidos y hacen reflexionar sobre la enseñanza telemática a la que se han visto abocados los profesores y alumnos por el coronavirus en estos meses. La ciencia ficción reflexiona desde la interpretación del ahora alertándonos en lo que podemos convertirnos, lo que solemos considerar como progreso no siempre tiene los efectos deseados. No es que estos autores no aprecien lo positivo que han logrado los conocimientos científicos y tecnológicos, sino que nos hacen ver las dos caras de la moneda, enfrentando lo nuevo con lo viejo.
El primer relato, Enseñar locamente, fue publicado en inglés en 1966 y en castellano en 1971 por Bruguera. Su autor, el americano Lloyd Biggle, luchó en la II Guerra Mundial y enseñó historia en la Universidad de Michigan antes de dedicarse por completo a la literatura. La protagonista, Mildred Boltz es una profesora de inglés que ha ejercido su profesión veinticinco años. Es lo que la apasiona y lo que en un principio la llevó a enseñar en una colonia en Marte. Sin embargo, problemas de salud la obligan a regresar a la Tierra, donde descubre que el sistema escolar de este planeta es completamente distinto y su metodología -clases presenciales, exámenes, jerarquías- es considerada obsoleta. En la Tierra, la educación se imparte a través de las pantallas a miles de jóvenes al mismo tiempo. Sin exámenes ni la presencia de los estudiantes, la única forma de medir la calidad de un profesor es a través de una especie de rating; el Trendex. Por esa razón los profesores, en lugar de esforzarse por enseñar bien, tienen que esforzarse por entretener lo mejor posible a su audiencia y así evitar que cambien de canal. Boltz deberá competir contra estas insólitas formas de enseñanza para poder mantener su puesto. A través de su protagonista, Biggle nos recuerda que la educación no sólo es impartir “conocimientos”, sino también fomentar los espacios de interacción que, en un mundo en donde priman las pantallas, se hace sumamente necesario.
El segundo relato Cómo se divertían (The fun they had) es de Isaac Asimov (1951). María y Tomás, en 2157, acaban de encontrar un libro de verdad, de los que usaba el abuelo del abuelo, se sorprenden al enterarse que los chicos iban a la escuela, se reían y gritaban en el patio, se sentaban juntos en el aula y regresaban a casa al final del día. Nada que ver con la enseñanza moderna, automatizada, con robots, en casa.
 Los relatos enfatizan la necesidad del contacto humano para poder aprender. Podemos aprender de libros y pantallas, pero es en la retroalimentación con otros en donde se encuentra la riqueza del conocimiento.








jueves, 28 de febrero de 2019

Ángel García, ¿Sabes lo que te toca hacer ahora? Microrrelato para leer el día de las enfermedades raras (28 de febrero)


“Cada cosa que nos sucede es una prueba a superar
que nos ayuda a empezar a vivir de nuevo”.

¿SABES LO QUE TE TOCA HACER AHORA?

Su hijo no puede sudar porque no tiene glándulas sudoríparas, el problema de su piel, dientes y pelo es como consecuencia de una enfermedad poco común que no tiene cura por lo que no podrá hacer una vida normal. Eso nos afirmaron.
Al salir del Hospital, mi madre me miró y me dijo: ¿Sabes lo que te toca hacer ahora?
Tienes los dientes como Drácula que además de volar. ¡Mira que mujeres tan guapas van con él!
Tienes la piel blanca y los ojos verdes muy claros como los alemanes que son muy fuertes y tienen mucho dinero.
Como tu pelo es como la lana. ¡Menudos jerséis te voy a hacer!
Tus labios son gordos como los de los negros que bien hacen deporte.
Tus ojos, rasgados y pequeños como los japoneses que son muy listos.
¿Sabes lo que te toca hacer ahora?
Con tal motivación, después de pasar mi juventud jugando al baloncesto, trabajando y estudiando, no es difícil adivinar que hoy en día sea abogado Internacionalista, que sabe lo que le toca hacer ahora: darte las gracias, mamá.

Las enfermedades raras se llaman así porque son poco frecuentes. En Europa, para que una enfermedad se considere rara, debe afectar a menos de 1 de cada 2000 habitantes. El día de las enfermedades raras  es el 29 de febrero y los años no bisiestos, el 28.
Ángel García, su autor, es el hijo de Carmen, la mujer que nos cuidó a mi hermana y a mí cuando éramos pequeñas en La Marañosa.  Lo escribió  para darle las gracias porque le hizo fuerte para poder afrontar su enfermedad. El microrrelato lo leí en el IES Iturralde a mis alumnos de 1º de la ESO, que eran de armas tomar. Fue un instante mágico. Se produjo un  silencio sorprendente y emotivo. Todos comprendieron que a ellos les podía haber pasado. En 1ºE,  una alumna se puso a llorar.  Dos alumnos me pidieron el texto para sus padres. 

miércoles, 22 de marzo de 2017

Novela por esquelas

Héctor Llanos Martínez, un viudo escribe cartas anuales a su "Elenita" a través de esquelas
Cada 21 de marzo, desde hace 23 años, aparece una esquela en EL PAÍS que firma José Luis Casaus. Son textos breves dirigidos a su esposa, Elena Lupiañez Salanova, fallecida en 1994 y a la que llama "Elenita". En ellos da cuenta de su vida y la de sus hijos, los gemelos Yuri y Boris, que tenían 6 años cuando su madre falleció. Fue una historia de amor breve, así que estos microrrelatos sirven para prolongar una relación que terminó demasiado pronto. 

lunes, 21 de enero de 2013

El río que se secaba los jueves (y otros cuentos imposibles) de Víctor González



Un libro de cuentos (Anaya 2006)  para todas las edades y  para saborear a pequeños sorbos, lleno de humor gallego y de guiños a la literatura. Está magníficamente ilustrado. Pinchando en el enlace de su autor se pueden leer algunos. Destaco: El cuento de la lechera, Honolulú existe, la máquina de cuentos,  El prólogo más largo del mundo y los patos de Chelm que transcribo:
Este cuento no es mío sino de Samuel Tenenbaum, pero es tan bueno que lo pongo aquí igual.
«Los habitantes de Chelm conocen una manera infalible de distinguir un pato de una pata. Le tiran un trozo de pan. Si el pato corre en su busca, es pato; si es la pata la que corre a buscarlo, es pata.»

miércoles, 4 de enero de 2012

Baraja para escribir cuentos maravillosos

domingo, 3 de abril de 2011

Cuentos en verso para niños perversos, Roal Dalh


El autor de Charlie y la fábrica de chocolate y Relatos de lo inesperado revisa seis cuentos clásicos en verso, con una mirada gamberra, llena de humor negro y dándoles un final más acorde a nuestros tiempos y a su modo de ver las cosas.






pdf La Cenicienta, Caperucita Roja y los tres cerditoshttp://actividadesartisticas.wikispaces.com/file/view/cuentos+en+verso+para+ni%C3%B1os+perversos.PDF
Guía de lectura del librohttp://www.alfaguara.com/uploads/ficheros/libro/guia-actividades/200802/guia-actividades-cuentos-verso-para-ninos-perversos.pdf

Mi porpuesta didactica es que los alumnos de 1º de la ESO en grupo hagan adaptaciones teatrales para representarlas con marionetas.
Este texto les puede ayudar:


domingo, 28 de noviembre de 2010

Textos breves para trabajar en clase


José Hierro

Ha estado fuera de casa una semana. Al volver, parece otro. Cuando nos acostamos, me ha acariciado con mucha ternura. Me ha dicho que no volverá a atormentarme con lo de mis ronquidos, y me ha extrañado que ahora se le ocurra esa idea. Desde que nos casamos -será más exacto decir desde un par de años después de habernos casado- suele despertarme, zarandeándome, varias veces cada noche: «Ya estás roncando otra vez, roncando como una bestia; qué pena que no puedas oírte». Y yo jamás hice otra cosa que pedirle perdón. Muchas veces me echaba a llorar, lo que servía para irritarle más aún: «Cállate ya: primero, ronquidos y ahora, lloros. ¿Es que no voy a poder dormir tranquilo?» Así una y otra noche desde hace cinco años. Y yo nunca me quejaba, sólo le pedía perdón. Hasta fui al médico, a ver si eso de los ronquidos tenía algún remedio, y me dijo que no.

Ahora, esta noche, me ha acariciado, me ha pedido perdón, me ha dicho que soy una santa y él un bruto. Y que nunca se perdonará haberme hecho sufrir tantas y tantas noches. El viaje lo ha cambiado extrañamente. Ha estado fuera una semana, en no sé qué congreso al que asistió por cuenta de su empresa. «Por lo menos ─dijo al marcharse─ estaré una semana sin escuchar tu orquesta. Dormiré a pierna suelta». Eso es lo que me dijo. Y ahora, al volver, me pide perdón por todo lo que me ha hecho sufrir. Y por todo lo que he callado. «Porque tú ─me dice─ podías haberme dicho que yo ronco también, no sé si tan escandalosamente como tú, pero ronco toda la noche». Es cierto que ronca. Y que nunca se lo dije por no humillarlo. Pero ahora él sabe que ronca, y me pide perdón, y todo se ha arreglado. Y me abraza, y me dice que soy una santa y él un miserable.

Todo ha cambiado, ya lo dije, a la vuelta de su viaje. Estuvo en un congreso en Palma de Mallorca. Viene más moreno, más alegre y hermoso, más tierno. Nunca le preguntaré quién le ha dicho que ronca.

El eclipse, Augusto Monterroso
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis –les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Luis Landero, Caballeros de fortuna
Sus alumnos, a los que llamaba de usted y trataba con la misma cortesía exquisita e inescrutable que usaba para todo el mundo, quizá no lo escuchasen, y hasta puede que por la letanía de la costumbre ni siquiera reparasen en aquel hombre enjuto de modos académicos que todas las mañanas desde hacía muchos años subía al estrado, extraía algunos útiles pedagógicos, los desplegaba sobre la mesa, dejaba la cartera a sus pies [...], se recogía unos momentos en sí mismo e iniciaba la exposición. Su voz era grave y disertadora, con mucho caudal erudito, y los jóvenes la oirían con la misma incredulidad soñolienta con que miraban la cartera: al fin y al cabo como dos estantiguas que se hubieran confabulado contra la ardiente y despreocupada juventud. Sin embargo, también se habían acostumbrado a respetarlo, aunque sólo fuese porque la exactitud y la severidad iban acompañadas siempre por la tolerancia, y nunca nadie lo había oído alzar la voz ni menos aún hacer un aspaviento. Le era suficiente, en último extremo, mirar con un pronto fulgurante de halcón para restablecer la frontera entre lo tolerado y lo prohibido. Todo lo razonaba con una paciencia amable y rigurosa. Si alguien tenía una duda, se la resolvía sin prisas y al instante, y si ignoraba la respuesta, le bastaba inclinarse hacia la cartera y meter la mano en aquellas honduras para encontrar la solución. Los exámenes los devolvía minuciosamente corregidos. En un redondel verde encerraba las faltas de ortografía; las de sintaxis, en un redondel amarillo; las de léxico, en azul; las de concepto y orden expositivo, en círculos rojos, y si el error era muy grave, con advertencias en forma de rayos, flechas y exclamaciones. Al final, el examen semejaba una traca de fantasía. Cada quincena hacía inspección de cuadernos de apuntes, y los exigía limpios, claros y concienzudos, a imagen y semejanza de sus disertaciones y de su propio ejemplo personal. Y toda esa liturgia venía a ser una representación exacta de su vida: la pasión por el orden, el anhelo de rodearse de fidelidad y de decoro, el rechazo de la vicisitud y el descanso en la permanencia, la comprobación en cada instante de que era dueño de un territorio invulnerable a los ultrajes y caprichos de la actualidad. Porque su tiempo, en efecto, era otro, y por eso unos minutos antes del final de la clase, se apresuraba a rescatar la cartera y, desembocando en los desmayos de un tono conclusivo, distribuía por ella el bagaje didáctico, se levantaba, bajaba del estrado y, ya junto a la puerta, remataba el discurso. Justo en ese instante sonaba el timbre, cuya duración era la tregua que él necesitaba para ganar el pasillo y escapar a los gritos, carreras y saltos de los jóvenes, a aquella explosión de vitalidad que era lo que peor llevaba de su oficio.

Las ganas de estudiar de Massimo Piatelli (1992)
Todos vivimos, una vez al año, un breve y mágico momento en el que nos entran unas tremendas ganas de estudiar. Se trata del momento en que, con la lista en la mano y el dinero contante en el bolsillo, el regreso a la escuela nos regala la excitación especial que reina en la papelería-librería, o en el ocasional "departamento de vuelta al colegio" de los grandes almacenes. Estas secciones de artículos se convierten en auténticos templos de las ganas de estudiar. Los verdaderos ministros del culto, más que los padres y que los vendedores, son las plumas nuevas, las blancas gomas de borrar, las escuadras, las cartulinas, los estuches, los cuadernos inmaculados, el montón de libros de texto, el olor de cuero de las carteras, el crujido de las mochilas sintéticas. ¡Ah, sí! Te meten en el cuerpo las ganas de estudiar.
De vuelta a casa, empezamos a hojear los libros, a mirar las ilustraciones, a forrarlos, a poner etiquetas. Armoniosamente ordenadas se alinean todas las municiones para nuestra nueva expedición de caza en tierra desconocida. Nos acordamos de los antiguos compañeros y nos imaginamos cómo serán los nuevos, con apellidos nuevos que, sin embargo, nos parecerá haber oído ya antes. Quizá este año tendremos en clase al primo de Roberto o a la hermana de María; lástima que ya no esté Bianchi. Por no hablar de los profesores nuevos, o que conocemos sólo de vista. Aquel nuevo de letras, que dicen que es horrible; en cambio, la de matemáticas parece que es buenísima y simpática.
Es un momento bendito el del regreso a la escuela. ¡Ah, ojalá fuera posible prolongar esta excitación y estas ganas durante todo el año!

Educar. Gabriel Celaya
Educar es lo mismo
que poner motor a una barca,
hay que medir, pesar, equilibrar...
y poner todo en marcha.
Pero para eso
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta,
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco -ese niño-
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos
seguirá nuestra bandera enarbolada.

Ella empezó a mirarme en Ríos Rosas.
J.J. Millás

Me metí en la línea 1 del metro porque creo que es la más larga y te da tiempo a todo. Estaba dispuesto a contar el número de los que entraban y salían en cada estación para ver si podía relacionar una cantidad con otra y descubría algún secreto numérico semejante a los de las pirámides de Egipto. Trabajo para una revista de temas esotéricos y al director le encanta que le vayas con historias de éstas. Al final me di cuenta de que era imposible llevar la contabilidad, incluso si te concentras en un solo vagón, y escribí un rollo, que también gustó mucho, sobre la gente que parece que va a entrar, pero al final se queda fuera, y la que parece que va a salir, pero al final se queda dentro.

Afirmé que el fenómeno ocurría sobre todo en Bilbao y el caso es que recibimos en la redacción un montón de cartas dándonos la razón. Gente que vivía en esa zona nos contaba que tenía que coger el metro, o bajarse de él, en la parada anterior, o en la posterior, porque había una fuerza magnética que les impedía hacerlo en esa parada. A veces, con estas cosas, aciertas sin querer. La cuestión es que desde entonces yo mismo me quedo como paralizado siempre que paso por Bilbao, donde, por otra parte, está la redacción de la revista.

Pero a lo que iba es que una vez que renuncié a contar a los que entraban y salían, me concentré en una chica de pelo corto que iba junto a la puerta y que no dejaba de mirarme desde Ríos Rosas. Pensé que a lo mejor me conocía de la revista esotérica, porque dan mis artículos con una foto, aunque a veces se equivocan y meten la de un imbécil que tiene un apellido parecido al mío y que está especializado en apariciones marianas. El caso es que me acerqué un poco y comencé a mirarla yo también, aunque procurando que mi mirada no resultara tan impertinente como la suya.

Entonces, de súbito, me di cuenta de que la chica respiraba. Ya sé que todo el mundo respira, no es eso, lo que quiero decir es que vi su respiración, como si la hubieran coloreado para distinguirla del resto de la atmósfera. O sea, que veía el caudal de aire que entraba por sus narices, porque aspiraba por las narices, y luego lo veía salir por la boca un poco desgastado por el uso que las células o las bacterias habían hecho de él dentro de su cuerpo. Era fascinante y un poco enloquecedor en el mejor sentido, porque si le ves a alguien el aliento de ese modo es como si le vieras el alma y, claro, cuando le ves el alma a alguien te enamoras, aunque sepas que te va a hacer daño.

En esto, advertí que también mi respiración se diferenciaba del resto del aire y que ella podía verla como yo la suya. Entendí por qué había empezado a mirarme con esa intensidad en Ríos Rosas. Entonces, aunque estábamos como a medio metro de distancia y había una cabeza oscilante entre los dos, nuestras respiraciones empezaron a jugar, quiero decir que se encontraban a medio camino y luego iban de su boca a la mía ejecutando formas que nos hundían en el delirio y nadie más que ella y yo nos dábamos cuenta, y era como hacer el amor, como follar quiero decir en medio de todo el mundo. Y el ruido del tren era en realidad un aullido de placer, pero sólo ella y yo lo sabíamos.

Desde entonces, coincidíamos sin hablar todos los días en la estación de Plaza de Castilla y nos hacíamos la línea 1 entera sin parar de follar, con perdón, ya digo, con nuestros alientos. Lo que pasa es que un día ella se bajó en Bilbao indicándome que la siguiera con la mirada. Pero como yo no puedo apearme en Bilbao por esa cosa paranormal que decía antes, me quedé dentro y ella se ha debido imaginar que me he cansado porque no he vuelto a verla en esta línea.

El paraíso era un autobús, J.J. Millás

lunes, 16 de agosto de 2010

Benedetti: cuentos

Recomiendo leer "Requiem con tostadas" (págs. 23-28) sobre la violencia de género y "Para objetos solamente" (págs. 93-97) sobre la homosexualidad. En el relato se va describiendo minuciosamente la habitación de un joven. Aparece una carta rasgada en dos. Los trozos por separado tienen un sentido muy distinto del que ofrecen cuando se unen, que no es otro que el de anunciarnos la ruptura del muchacho con su novia.
Carmen Bárcenas, narradora oral o cuentacuentos, nos relata en esta grabación "Requiem con tostadas".

domingo, 15 de agosto de 2010

Versión políticamente correcta de Caperucita Roja

Abre la colección Caperucita Roja:
Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representa un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.
- Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.
- No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.
Respondió Caperucita:
- Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.
Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
- Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.
- ¡Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
- Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y su modo indudablemente atractiva.
- Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
- Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!
Respondió el lobo:
- Soy feliz de ser quien soy y lo que soy -y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.
Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.
Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnicos en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.
- ¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita.
El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
- ¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?
Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.

sábado, 7 de agosto de 2010

El cuento literario

Un cuento comentado:
El pozo, Ricardo Güiraldes

Antología de cuentos para leer y comentar:
La pata de palo, José de Espronceda

Vídeo elaborado por alumnos

Graffiti, Cortázar
La lengua de las mariposas, Manuel Rivas
Adiós Cordera, Clarín
Autopista hacia el sur, Cortázar
La aventura del detective agonizante, Conan Doyle
La pata de mono, Jacobs

El fantasma de Canterville, Oscar Wilde
El ruiseñor y la rosa, Oscar Wilde
En la cripta, Lovecraft
Las medias rojas, Emilia Pardo Bazán
El encaje roto, Emilia Pardo Bazán
La historia del difunto señor Elveshan,Wells
El ratón, Saki
El barril de amontillado, Poe
El corazón delator, Poe

El gato negro, Poe
El muñeco de nieve, Slawomir Mrozeck
-Dejar a Matilde, Moravia
-Mil grullas , Elsa Bornemann
-La forma de la espada, Borges

Emma Zunz, Borges

Una buena adaptacion de Emma Zunz de Borges con subtítulos en inglés:

Robbie, Asimov

El avión de la bella durmiente
,G. García Márquez
Colección de cuentos Leer por leer (textos para leer mucho y ya)

POR QUÉ LOS HOMBRES NO TIENEN LOS PIES PLANO
S (Cuento tradicional para aplicar la morfología de Propp)

Cuando los ángeles malditos fueron precipitados del cielo y vinieron huyendo a refugiarse a la tierra, se trajeron con ellos el Sol, que el Príncipe de los rebeldes había clavado en su lanza y llevaba al hombro. Pero la Tierra acudió al Señor en queja, demandándola urgente auxilio para que la librase de aquel suplicio del fuego. Y en su defensa mandó Dios al Arcángel San Miguel, para que viese si habría manera de arrebatarle el Sol al Demonio.
Bajó, pues, el Santo Arcángel a nuestro mundo, como el Señor le había ordenado y pronto entabló amistad con el Príncipe del averno. Pero este se percato pronto de sus intenciones y se puso en guardia.
Un día en que los dos habían salido a darse un paseo, llegaron a una playa y decidieron bañarse. Satanás hincó en la arena la lanza en que llevaba ensartando el sol, y entró en el agua con el Arcángel. Este, pensando siempre en cómo arrebatarle el astro, propuso:-¿Por qué no buceamos, a ver quién alcanza mayor profundidad? Y el Demonio aceptó.
Sumergióse primero San Miguel. Y volvió pronto a la superficie, trayendo entre los labios arena del fondo del mar. Ahora le tocaba al diablo, pero no se fiaba de dejar solo al Arcángel con la lanza. Por eso, escupió en el suelo y del salivazo salió un grajo, para que graznara si San Miguel intentaba llevarse el Sol.
Apenas desapareció el Malo bajo el agua, hizo el Arcángel la señal de la cruz e instantáneamente el mar se cubrió con una capa de hielo, de nueve varas de espesor. Tomó en seguida el Sol con sus manos, y se remontó hacia el trono de Dios. Pero el grajo comenzó a graznar con todas sus fuerzas; lo oyó el Demonio y quiso volver a la superficie, pero se lo impidió la espesa costra de hielo. Sorprendido y rabioso, bajo otra vez al fondo del mar, cogió una gran roca, rompió con ella el hielo, salió y voló tras el Arcángel.
Este acababa de poner un pie en el cielo, pero no el otro; Satanás lo asió de ese pie, arrancándole de un zarpazo un pedazo de carne de la planta. San Miguel , así herido, se presentó con el Sol ante el Señor, llorando y diciéndole:
-“¿Qué va a ser de mí, señor, con este pie tan desfigurado”.
Pero el Señor lo consoló con estas palabras:
“-No te inquietes ni te aflijas, que, desde hoy, todos los hombres dejarán de tener los pies planos”.