Ayer asistí a la presentación de la primera obra de Narciso
Gallego editada en Opera Prima (calle Espejo) y presentada en la Ciudad Invisible cerca de
Ópera:
Poemas y Paisajes, veintisiete poemas agazapados que merecen ser descubiertos. Su autor
define la poesía como un artefacto, "arte factum", algo hecho con
esmero, con técnica y con arte.
Narciso fue mi jefe de Departamento y es mi amigo, aunque nos
veamos poco y siempre me eche la bronca por mi pesimismo, le dice la sartén al
cazo. Con él he compartido momentos memorables en viajes, vomitamos juntos en una
bolsa de Simago en un velero por Cartagena, y muchísimos desayunos en el instituto ("Cuando
la luz nos atraviesa a preguntas"). Paloma, cuando lo conoció, lo comparó con
Norman Bates, el protagonista de la película
Psicosis, a él ella le pareció una misionera seglar; hoy siguen
formando una pareja envidiable. A mí, su mirada, que rezuma sentido del humor, me recuerda a la de Buster Keaton. Taciturno y observador, irónico y conversador,
esconde su alma de poeta comprometido en poemas tan impresionistas como
expresionistas, semejantes a sus fotografías que tratan de reflejar con su
desenfoque paisajes heridos por la fugacidad del tiempo y los recuerdos de la
infancia. Retrata un mundo cotidiano (fruteros, radios, libros, habitaciones,
ciudades) surcado por inquietantes imágenes que expresan la angustia del ser
humano: labios como una navaja que se abre, sangre que brota de una
opinión, ciudades torturadoras, rostro encerrado en una jaula vacía, sillas
desocupadas, armarios sin ropa, botellas sin abrir, escaleras sinuosas. Para
él, eso creo, la poesía es la puerta abierta que nos libera, porque
"Cuando se cierra una puerta/es que alguien se ha equivocado".
¿Es esta la crítica que esperabas?