Tradicionalmente, a las mujeres encerradas en casa con la pata quebrada y con poca vida social, los espacios públicos les han sido vedados. Siempre ha habido prejuicios sobre las que se saltaban las normas no escritas, sobre todo si frecuentaban los bares y lo hacían solas. La barra era la separación entre los dos mundos, se toleraba que estuviesen detrás pero no delante, sirvientas pero no clientas. ¿Qué hacía una mujer en un bar? Nada bueno, o buscar a sus maridos para que volvieran a casa. Ausentes en los casinos. Presentes en las cafeterías, de desayunos con las otras madres, de tortitas con nata por la tarde para recogerse pronto y cuidar de sus hijos. Ahora, los bares son espacios reconquistados a los hombres, pero me temo que son como los patios del colegio, donde permanecen arrinconadas por la testosterona y el fútbol.
Buscando información me he encontrado con otro libro de relatos Mujer en el bar (2019) del escritor asturiano Ovidio Parades que nos presenta un mundo literario poblado de mujeres, casi todas de mediana edad, casi todas enfrentadas a situaciones difíciles, a las que amenazan la muerte y la enfermedad, la soledad o el conflicto laboral, pero también la vida, los deseos de vivir pese a todo, de reír y de hacer frente a la adversidad. Mujeres en estado puro, a la barra de un bar o en la terraza de un café.
La portada del libro recoge un fragmento del sugerente cuadro “Nighthawks” (Halcones de la noche) de Edward Hopper pintado en 1942. El título de la obra es metafórico, los halcones de la noche en realidad son las personas que se encuentran despiertas durante la noche deambulando por la ciudad, por eso en español la pintura también es conocida con el nombre “Noctámbulos”.