La literatura nunca le ha gustado a la Iglesia. Primero fue
el «Índice de libros prohibidos», o «Index librorum prohibitorum et
expurgatorum», y luego, cuando este desapareció o cayó en desuso, algunos
clérigos publicaron unos cuantos libros para tratar de salvar nuestras almas
impidiéndonos leer cualquier libro importante. Hoy esos libros son un documento
impagable para conocer de primera mano las obsesiones, manías y fobias de estos
censores que solo pueden mover a risa a un lector del siglo XXI. Entre estos
libros destacan el del franciscano Amado de Cristo Burguera, Lecturas
nocivas y lecturas útiles, y sobre todo el de Pablo Ladrón de
Guevara (1861-1935) que condenaba a sus lectores a no poder leer prácticamente
ningún libro importante. Este jesuita escribió en 1910, en Colombia, un famoso libro en el que
atacaba, no desde un punto de vista literario sino con criterios exclusivamente
morales, ideológicos y conservadores, toda la narrativa progresista extranjera,
española e hispanoamericana: Novelistas malos y buenos juzgados en orden de naciones, 288
españoles, 97 hispanoamericanos, 24 portugueses, 65 italianos, 1178 franceses,
148 ingleses, 28 alemanes, 65 rusos, belgas, escandinavos y cuya cuarta
edición (1933) recogía más de 3000 autores que nunca leyó y demonizó usando los
adjetivos: inmundo, impío, herético, abominable, incrédulo, blasfemo, hediondo,
inmoral, obsceno, deshonesto, lascivo, lujurioso, indecente, cínico,
voluptuoso, sensual, aberrante...
En esta obra ataca entre otros a Azorín (que luego fue
conservador) llamándolo “no recomendable por las ideas” y sobre todo a Pío
Baroja, al que "no le cuadra el nombre de Pío, sino de impío, clerófobo y
deshonesto” y cuya novela El árbol de la
ciencia calificó de “inmoral, de malas ideas, desesperante y el remedio es
el suicidio”. De su Camino de perfección
indicó que era un libro “inmoral, blasfemo, hay pasajes deshonestos, da coces contra
un colegio de monjas y sobre todo contra obispos, canónigos y curas; es brutal;
contra los ejercicios de San Ignacio también se dispara”. No se salvaba de la quema ni Pedro Antonio de
Alarcón, a pesar de que escribió a favor de los jesuitas y de que incluso tenía
un hijo en la Compañía de Jesús, del que aseguraba que producía en los jóvenes
tal «calentura infernal» que les conducía a caer en pecado mortal, ni Rubén
Darío («muy malo en ideas y en moral»); La Regenta le parecía llena de
«porquerías, vulgaridades y cinismos» y el Guzmán de Alfarache, de pasajes
inmorales y deshonestos."
Los escritores extranjeros tampoco se libraban de su dedo
implacable y justiciero:
Hugo, Víctor (1802-1885). De Besanzón. Poeta dramático, novelista. Anduvo de muchacho con su padre, general de Napoleón, por España e Italia. En su prosa y versos abundan las blasfemias, las calumnias contra la iglesia, contra el papa, obispos y clero. Con frecuencia habla de modo que parece un loco, o más bien poseído del demonio. Muy inmoral y fatalista.
Maupassant, Guy de (1850- 1893) Nació en el Castillo de Miromesnil y murió en París después de dos años de enfermedad y locura, habiéndose antes dado al espiritismo. Discípulo del tan deshonesto Flaubert, se distingue por una falta completa de sentido moral y por un pesimismo que lleva a la desolación y el desconsuelo del alma. Realista extraordinariamente sensual, licencioso y, con frecuencia, bestial.
Hugo, Víctor (1802-1885). De Besanzón. Poeta dramático, novelista. Anduvo de muchacho con su padre, general de Napoleón, por España e Italia. En su prosa y versos abundan las blasfemias, las calumnias contra la iglesia, contra el papa, obispos y clero. Con frecuencia habla de modo que parece un loco, o más bien poseído del demonio. Muy inmoral y fatalista.
Maupassant, Guy de (1850- 1893) Nació en el Castillo de Miromesnil y murió en París después de dos años de enfermedad y locura, habiéndose antes dado al espiritismo. Discípulo del tan deshonesto Flaubert, se distingue por una falta completa de sentido moral y por un pesimismo que lleva a la desolación y el desconsuelo del alma. Realista extraordinariamente sensual, licencioso y, con frecuencia, bestial.
En fin, como afirmaba Luis Carandell, "una excelente guía literaria al revés". Creo que los que
amamos la literatura debemos estar agradecidos al padre Ladrón de Guevara,
porque no hay nada mejor que prohíban un libro para que te entren unas ganas
tremendas de leerlo y así condenarte al
infierno poblado de gente tan interesante como esos escritores. En mi infancia
me llegaron los ecos del impío don Pío y fue uno de los primeros
autores que leí en la adolescencia.
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