El año pasado no falté ni un solo día a clase. Tuve suerte porque gocé de buena salud. Este año, en cambio, llevo dos constipados y una conjuntivitis. He ido a clase en unas condiciones pésimas: casi sin ver y con la garganta destrozada. He tirado tanto de mis reservas que al final he tenido una infección grave de garganta con fiebre que me ha forzado a estar en cama más de tres días. Finalmente, la salud es más importante que la economía, y la enfermedad me supondrá 150 euros de penalización más 20 euros en medicinas que no cubre MUFACE. Todo porque la CAM ha establecido una Ley con afán recaudatorio contra el absentismo de los funcionarios que penaliza al enfermo. Todo esto el mismo año en que me han subido el IRPF y me han quitado la paga extra, pero me hacen pagar los descuentos correspondientes a su parte. Todo esto el mismo mes en que todavía no me han pagado el trienio y el plus de tutoría que me deben desde septiembre.
Tengo suerte porque tengo trabajo en un país en el que nadie
trabaja (demasiado trabajo, diría yo: dos horas lectivas más y dos horas y
media más de dedicación sin derecho a tomarme un bocadillo, en contra de lo que
dice el Estatuto de Trabajadores). Tengo suerte porque me han reducido una hora
lectiva por mayor de 55 años, cuando me correspondían tres. Tengo suerte porque
me han adjudicado una tutoría con un plus de 70 euros que me obliga a tener dos
horas más complementarias de atención a padres y de reuniones con el Departamento
de Orientación. Tengo suerte porque tengo un gobierno que está haciendo
esfuerzos por salir de la crisis a costa de mi salario y de mis derechos. Tengo
suerte porque soy una privilegiada
profesora de la pública. Si el Estado trata así a sus trabajadores, no nos
extrañemos de cómo está tratando a los demás colectivos.
Ahora les ha tocado a los sanitarios, ya han empezado con
los insultos, que si todos los médicos trabajan por la tarde en la privada, que
si son unos privilegiados... Los tertulianos en las televisiones lanzan sus
consignas paniaguadas sin ningún pudor como ya lo hicieron el año pasado con
los profesores. Pero todos tenemos bien claro que mientras la mayoría de los contribuyentes
lleva a sus hijos a los colegios privados (las políticas educativas han sido desastrosas); la mayoría de los españoles quieren
ser atendidos en la pública. Espero que esta vez no les salga bien su política
de acoso y derribo para crear el despotismo demócrata más aberrante y terrible de
principios del siglo XXI: todo contra el pueblo.