En época de guerra, en 1937, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes publicó la Cartilla escolar antifascista caracterizada por su marcado contenido proselitista. Fue una herramienta para erradicar el analfabetismo y promover el ideal republicano entre los jóvenes milicianos. Entre sus redactores figura Fernando Sainz, un célebre Inspector de Enseñanza Primaria y un autor bien acreditado en el mundo pedagógico. La maqueta de la primera edición de la Cartilla, con una tirada de 25.000 ejemplares, fue realizada por el diseñador de origen polaco Mauricio Amster, con fotos de José Val del Omar y José Calandín. La segunda edición, con una tirada de 100.000 ejemplares, incluía además un cuaderno de ejercicios y una cartilla aritmética, también realizados por Amster,
"La obra estaba destinada a combatir el analfabetismo, algo que robusteció la imagen de la República que ni siquiera en momentos tan trágicos le dio la espalda a la cultura popular. Sus ilustraciones están enmarcadas en el ambiente de lucha que vivía el país. Además la República de 1937 ya no era la del Bienio radical-cedista. Las circunstancias se habían radicalizado, y los partidos que gobernaban la república también. La importancia de esta obra reside en que aspira a desarrollar un método simultáneo de lectura y escritura, partiendo de una consideración global del proceso de aprendizaje: Así cada ejercicio comienza con una frase, que luego se analiza y descompone en sus sílabas y letras. Estos elementos se usan después para crear nuevas palabras y frases. Esta técnica se denomina Metodología global o “Analítico-Sintética”, propuesta por el movimiento pedagógico en Europa de la Escuela Nueva desde finales del XIX. No se volverá a utilizar en España hasta los años 70 del XX.
La Cartilla acaba sus páginas con una frase que dijo Azaña durante un discurso en Valencia, y con una carta del ministro Jesús Hernández, en la que se arengaba a los soldados por haber sabido mantener con una mano la Cartilla y con la otra el fusil"*.
A través de la Cartilla escolar, se enseñaba a los soldados republicanos a leer, a escribir y a contar a partir de eslóganes políticos y bélicos como «Todos los esfuerzos para vencer», «Guerra de independencia nacional», «Luchamos por nuestra cultura», «No seremos nunca esclavos», «Venceremos al fascismo», «La tierra para el que la trabaja», «La Unión soviética nos ayuda» o «Lenin, nuestro gran maestro». Para que aprendieran simples operaciones aritméticas, se utilizaban ejemplos concretos relacionados con el campo de batalla: «Sumando cartucho a cartucho formaremos una caja de cartuchos», «Cada disparo de la ametralladora resta un cartucho al peine», «Dos cañones multiplicados por dos forman una batería», «Una escuadra se divide en cinco hombres» o «Dividamos al enemigo y venceremos».
Fernando Martínez apunta que la Cartilla «representa el epítome de una utopía pedagógica que despega con la II República y naufraga (trágica pero temporalmente) en nuestro país con la victoria militar del franquismo y la dictadura».
*M.F. Cárcar, La educación durante la segunda república española (1931-1939). Un acercamiento a los libros de texto.