Leo en
El País (entre siglas inglesas) que no salir de casa
en todo el fin de semana rebaja la ansiedad e ilumina la mente, que el miedo a
perderse cualquier ocasión social está siendo sustituido por la alegría de quedarse
para disfrutar de las cosas sencillas que además son gratis. Atrincherarse entre las cuatro paredes de tu
morada ya no es de muermos, sino la última tendencia de moda: el ‘nesting’.
En realidad, el artículo, destinado a los jóvenes sin
recursos, parece inspirado en la tienda de muebles sueca: la república independiente
está en tu hogar, hogar dulce hogar, nada como la familia en un ambiente
agradable, etc. Y contrasta con el resto de los reportajes que nos invitan a viajar
para escaparnos fuera o dentro de la ciudad para consumir; pero comparto la
idea. Como vivo en el centro de Madrid, odio los fines de semana, cuando nos
invade el ruido de las hordas de jóvenes, ávidos de vida, y no se puede andar
por la calle, ni encontrar un sitio libre en un bar o restaurante. Esos días mi casa es un remanso de paz, una madriguera que me defiende de las
agresiones del exterior. Miedo me da que tanto 'nesting' acabe en 'hikimori' (jóvenes japoneses
que no quieren salir de su habitación) en versión anciana, perdida para siempre
en mi casa sin saber qué hacer.