Interesante página del diario.es para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Un espacio donde se pueden compartir experiencias.
sábado, 14 de noviembre de 2015
domingo, 8 de noviembre de 2015
Juan Tallón: Descartemos el revólver
Me he perdido varias veces en las páginas del blog de Juan Tallón descartemoselrevolver saboreando sus trazos como tragos. Así empieza a modo de biografía:
Mi basura personal
Me llamo Juan Tallón, sí, pero no sé… Cualquiera tiene un
nombre. También los perros. Tuve uno que se llamaba Pelé. Un nombre no
significa una mierda, como se ve. Hablando de mierdas, trabajé una buena
temporada en un periódico, pero salí escaldado. Fue la peor etapa de mi vida,
aunque no estuvo tan mal. Nunca volveré. Mal se tiene que dar todo para que
vuelva. Tal vez un día vuelva, supongo. Ahora ando por ahí, a mi aire, haciendo
el imbécil. De vez en cuando escribo en El País, El Progreso o Jot Down, Hablo
brevemente en ‘A vivir que son dos días’, de la Ser. No tengo teorías, ni
métodos. A veces no pienso. No escribí una novela a los nueve años. Recuerdo
que mi primer cigarro fue un Royal Crown. En cuanto a mi primera copa, creo que
no hubo una primera copa. Siempre bebí. Mi novela La pregunta perfecta (2011)
aborda los misteriosos lazos que vincularon a César Aira y Roberto Bolaño,
mientras que en Fin de poema(2013) narra las últimas horas con vida de Pavese,
Pizarnik, Sexton y Gabriel Ferrater. Soy autor de El váter de Onetti. Pero en
general no sé exactamente de qué tratan mis libros. Me limito a escribirlos. y
después a olvidarme de ellos para recordar de qué irá el próximo. Leo a Mario
Levrero para saber a dónde quiero ir. Soy el traductor de César Aira al
gallego. Puedo estar callado muchísimo tiempo. Soy un tipo taciturno y triste,
pero nunca he estado deprimido. Hasta en eso es mi vida gris. Estoy convencido,
como aquel personaje de La noche, de Antonioni, que sienta bien insultarse de
vez en cuando, sirve para poner las cosas en su sitio y animarse. Nunca
utilizaría un blog para hablar bien de mí mismo o para decir algo a mí favor,
sólo para contar mis mierdas. No puedes escribir un relato honesto, auténtico,
si no pones toda tu basura encima de la mesa. Tú mierda personal es tu carta de
presentación. Tienes que respetarla. Todos estamos de mierda hasta arriba. Sin
basura, no hay biografía.
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Lecturas recomendadas
Una película y un libro sobre la muerte anunciada por cáncer
leído un libro (Arenas movedizas), que hablan de la vida como antesala de la muerte y afrontan con enorme dignidad lo que vendrá después. En la película estuve llorando desde el primer fotograma hasta el último; el libro, que me leí de un tirón en un solo día, me produjo un inquietante insomnio. En Truman, Julián (Ricardo Darín) vuelve a tener cáncer y decide vivir sus últimos días sin tratamiento; el tema es la amistad y las despedidas. Mankell cuenta el duelo con la muerte desde la perspectiva de la vida, porque el autor se cree capaz de vencer. En el descenso a los infiernos, encuentra alivio en la lectura de los libros, las fotografías de las obras de arte y la música. Escribe la avalancha de recuerdos que le vienen a la mente durante las sesiones de quimioterapia y elabora un testamento lleno de paz y sosiego que no excluye la denuncia política y social. Un espejo retrovisor en el que mira atrás para seguir avanzando:
"Puede que no me atreviera a pensar en el
futuro. Era territorio incierto, minado. Así que volvía continuamente a la
infancia. Trataba de arenas movedizas. De cómo un hombre, vestido con un
uniforme de color caqui y con un rifle al hombro, equipado para una expedición,
pisa por casualidad un banco de esas arenas traicioneras, que lo atrapan en el
acto. Al final, la arena empieza a taparle la boca y la nariz. El hombre está
condenado. Se ahoga y el pelo que le cubre la cabeza desaparece finalmente
sumergido en la arena.
Las arenas movedizas estaban vivas. Los granos se convertían en
tentáculos
espeluznantes que engullían a un ser humano. Un agujero de arena que comía carne.
espeluznantes que engullían a un ser humano. Un agujero de arena que comía carne.
Cuando supe que tenía cáncer, ese miedo volvió. Me afectó igual
que la primera vez, ahora lo comprendo. La sensación que experimenté fue
precisamente ésa, el pavor que me causaban las arenas movedizas. Me resistía a
que tiraran de mí y me tragaran. La certeza paralizante de que sufría una
enfermedad grave e incurable. Me llevó diez días con sus noches, con muy pocas
horas de sueño, mantenerme en pie y no quedar paralizado por el miedo que
amenazaba con destruir toda mi capacidad de resistencia.
Ni una sola vez, que yo recuerde, me vi tan desesperado como para
echarme a llorar. Tampoco grité de angustia en ningún momento. Fue una lucha
silenciosa por sobrevivir a las arenas movedizas".
Henning
Mankell pide tregua al cáncer para escribir unas memorias de urgencia. Noticias
de Cultura http://goo.gl/9v9K9w
jueves, 5 de noviembre de 2015
Profesores buenos y malos: un falso debate sobre el profesorado
Otro sopapo, José Antonio Marina y los profesores, Luis Enrique Ibáñez
Me quedo con la frase escrita por Manuel Pérez Sola en un foro: "Yo quiero ganar más y jugar al candy crush". Y con el compañero de fatigas y luchas Agustin Moreno
Educar con la tribu o a destajo,
Educar con la tribu o a destajo,
domingo, 1 de noviembre de 2015
La tentación de vivir: teatro joven y divertido para congelar los problemas
Todos los viernes a las 9 de la noche en la pequeña sala de teatro Estudio 3 se presenta La tentación de vivir, comedia escrita por la autora uruguaya Denise Despeyroux. La recomiendo porque es muy divertida y está muy bien interpretada. Además actúa Luis Riera Ramírez, autor y actor, al que ya he dedicado alguna entrada y que aquí da vida a un joven inseguro que aprovecha las reuniones de Alcohólicos Anónimos para ligar.
¿No puede más con su vida? ¿Le invade la
desesperación y llora todas las noches? ¡No espere más!: CONGELE SUS PROBLEMAS.
La
Tentación de Vivir habla sobre cosas que no podemos controlar, o de que en
realidad no podemos controlar casi nada. Nos conocemos poco, conocemos poco a
los demás y conocemos también poco del mundo y de sus leyes. Solo queda ir
sorteando escollos o aventuras, relacionarnos con el azar, con el destino, o
con la falta de ambas cosas; creer o no creer en los signos, pero no tener otro
remedio más que interpretarlos. Mientras
tanto, hay cosas que el destino se propone con obstinación.
Samarcanda en otoño
Cuando era
pequeña me aburría muchísimo en todas las clases y me entraba un sueño
invencible que solo podía esquivar metiéndome en el libro de Geografía donde
veía las fotos de lugares exóticos. Me imaginaba visitándolos, viviendo mil y
una aventuras como las de los protagonistas de las películas. Por eso siempre quise
ir a Atenas, a las pirámides de Egipto, a las ruinas del Machu Pichu y a los templos budistas de la India. Allí
descubrí uno de los sitios más increíbles: la ciudad de Samarcanda, en la ruta
de la seda, nudo de comercio y de comunicaciones donde se encontraban todos los
viajeros de Oriente y Occidente.
Por fin, este
mes de octubre, aprovechando el clima benigno del otoño, se ha cumplido mi
sueño, he viajado a Uzbekistán y he visto con mis propios ojos la insólita ciudad. Como
no me atrevo a viajar por mi cuenta, opté por un viaje organizado por Periplos
que trabaja con la agencia de Nuestro Pequeño Mundo de Alicante. El país es barato, pero el viaje no tanto
porque no hay vuelos directos y viajar con las líneas turcas encarece los
precios; además realizamos un vuelo interno desde aeropuertos sin aviones y un
trayecto en Talgo con tecnología española un tanto anticuada. Muchos kilómetros y poco
tiempo libre para rentabilizar el viaje de ocho días. Todo estaba medido y bien
organizado por Eugenio y Alberto, con un guía acompañante, Ruslan, que nos
explicaba con todo detalle la historia, los monumentos y los personajes
importantes que hicieron que este país, lejos del mar y situado en espacio inhóspito,
apenas sin vegetación, con un clima extremo, fuera el centro del mundo, donde confluían
los saberes de Persia, China, India, Bizancio y Roma. La arquitectura impactante, es muy similar en todas las ciudades y al final, con el síndrome del turista empachado, no lográbamos
distinguir una madrasa de una mezquita ni una ciudad de otra. Todas las
ciudades responden a la arquitectura de las
cinco M: mercados, madrasas,
minaretes, mausoleos y mezquitas. Solo vimos camellos de cartón piedra
decorando plazas.
A Uzbequistán
llegan pocos turistas y los que vamos somos observados con las mismas caras de
sorpresa que ponemos nosotros ante esos rostros sorprendentes, resultado de mestizaje entre mogoles, árabes
y rusos. No me gusta fotografiar a las personas porque creo que deben
respetarse sus creencias y gustos, pero extrañamente aquí fui yo la
fotografiada. Reverencian a los ancianos y llaman la atención, sobre
todo, los grupos de mujeres sonrientes con dientes de oro, que según nos
explican llevan en su dentadura un capital por si son repudiadas. El fotógrafo Serguéi Mijáilovich Prokudin-Gorski nos dejó unas espléndidas fotos de
principios de siglo XX que todavía siguen vigentes, sobre todo sus retratos:
La comida es
rica y abundante, numerosos entrantes de verduras, sopa y carne. El
plato típico de las celebraciones es el plov, una especie de cuscús con arroz
que ellos tratan de relacionar con la paella.
En este viaje he
conocido historias heroicas de conquistadores legendarios como Gengis Khan,que saqueó el país; el persa Ismael Samanní que gobernó en los siglos noveno y décimo; Tamerlán, el conquistador que creó el imperio timúrida en los siglos XIV-XV y de sabios como Al Juarizmi, el matemático, introductor
del cero y padre del álgebra; Avicena el médico descubridor de la circulación
de la sangre;Ulugbek el astrónomo, nieto de Tamerlán. En Samarcanda nos encontramos con una
calle con el nombre de Rui Gonsalez de Clavixo, embajador madrileño que envió Enrique III de Castilla en 1403 con el fin de
convencer a Tamerlán para que guerreara con los turcos otomanos y así impedir
que se expandieran por Europa.
En la actualidad, las ciudades más importantes son calcos de una ciudad rusa: grandes avenidas y jardines, aceras inapropiadas para el peatón por su falta de iluminación, asfalto estropeado por los hielos y monumentos megalíticos a sus antepasados (las esculturas de Lenin y Marx han dejado paso a Tamerlán en todas las plazas). No ocurre lo mismo en Khiva y Bukhara, ciudades menos conocidas, que todavía conservan su casco antiguo.
El estado es
laico aunque en su calendario conservan todas las fiestas islámicas y deja solo una pequeña parte de las
mezquitas para el culto, vigilando y censurando todo lo que suene a
fundamentalismo porque tiene como vecina a Afganistán. El gobierno es supuestamente democrático con un dictador claramente pro-ruso; admiten el aborto y han abolido la pena de muerte. Se están
abriendo ahora al turismo y sorprende que, en lugares históricos en plena
reconstrucción, se pida una pequeña cantidad para hacer fotos sin que conste en
ningún lugar. Los museos son pequeños y cutres, pero los artesanos y los
mercaderes de baratijas han usurpado el lugar de los antiguos estudiantes de
las madrasas para vender sus productos, lo que nos choca sobre todo a los
cristianos acostumbrados a oír el episodio de Jesús y los mercaderes en el
templo. No hay muchos hoteles y estos no
responden a los gustos del viajero occidental. Los aseos públicos son escasos y
sucios, unisex y a la turca, a pesar de que también te cobran dinero. En un
largo trayecto en autobús no quedó más remedio que parar en medio de la
carretera y hacer nuestras necesidades entre campos de algodón con
el culo en pompa reluciendo al sol. No vimos pobreza en ningún momento y los zocos eran un ejemplo de higiene.
Samarcanda responde a su aura de leyenda: no tiene mar pero es azul, por su cielo, por los reflejos de las cúpulas turquesas y los azules de los minaretes. La cerámica y los mosaicos que recubren sus estructuras de barro relucen majestuosas bajo un sol implacable. Es un oasis en medio del desierto que lleva siglos sorprendiendo a los cansados viajeros. Un faro para guiarte en el desierto. Se siente el síndrome de Stendhal: la belleza de su construcción arquitectónica es sublime, los espacios son majestuosos tanto de día como de noche. Pero, en realidad es un espejismo, queda muy poco de la ciudad antigua de Samarkanda, excepto los monumentos, que están muy reconstruidos desde la época soviética. Se ha perdido la pátina del tiempo y se tiene la impresión de estar en un magnífico e insólito decorado de cine.
Samarcanda responde a su aura de leyenda: no tiene mar pero es azul, por su cielo, por los reflejos de las cúpulas turquesas y los azules de los minaretes. La cerámica y los mosaicos que recubren sus estructuras de barro relucen majestuosas bajo un sol implacable. Es un oasis en medio del desierto que lleva siglos sorprendiendo a los cansados viajeros. Un faro para guiarte en el desierto. Se siente el síndrome de Stendhal: la belleza de su construcción arquitectónica es sublime, los espacios son majestuosos tanto de día como de noche. Pero, en realidad es un espejismo, queda muy poco de la ciudad antigua de Samarkanda, excepto los monumentos, que están muy reconstruidos desde la época soviética. Se ha perdido la pátina del tiempo y se tiene la impresión de estar en un magnífico e insólito decorado de cine.
Nuestro amigo y viajero Jaime Ortolá Crespo ha hecho unas magnificas fotografías:
Aconsejo admirar las fotos y oír la música de Borodin al mismo tiempo.
muchos más datos, sobre todo para los que quieran viajar por libre.
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