1. Fase de Optimismo: el plato roto y sus piezas |
2. La realidad: el pegamento no funciona |
Llevo una semana dedicada a ello. Primero los utensilios no los tienes en casa, en internet un kit completo cuesta aproximadamente 30 euros, si los compras por separado en tiendas especializadas salen todavía más caros. Voy a restaurarlo con los medios que tengo a mi alcance, me dije. El pegamento que guardaba cuidadosamente en la nevera está casi seco, pero yo termino con los dedos pegados. Parece que con la ayuda de cinta de carrocero y unas pinzas de la ropa se van amalgamando las piezas. Craso error, se desprenden por el peso, utilizo un cuchillo para quitar el pegamento de los bordes, me corto y todo se llena de sangre. Miro otro tutorial que me dice que la silicona líquida unida a la arcilla blanca sirve para unir y rellenar los huecos. Descubro que tal afirmación es verdad en algunos fragmentos, pero no en todos. Vuelta a empezar, me tiene que salir por narices. Compro un pegamento nuevo pero ya no encajan bien las piezas. Finalmente, después de varios intentos, se pegó precariamente y pinté las cicatrices con un espantoso esmalte dorado de uñas. Terminó malamente restaurado. No ha merecido la pena esta reconstrucción low cost del plato que cada vez más se parece a una paella. Menos mal que no era de una vajilla y no hay que comer en él.
Un ejemplo más de que la vida es un esfuerzo inútil, hay cosas que no tienen arreglo y por tanto hay que desecharlas. Las heridas dejan secuelas y si no se restauran bien y se embellecen, permanecen abiertas en nuestra memoria. La próxima vez leeré un libro y me dejaré de zarandajas. Aprendiz de todo, maestro de nada que diría mi abuela Ángeles.
3. Resultado final, tal vez embellecido por el filtro del móvil |