domingo, 29 de septiembre de 2013
El velcro imantado
lunes, 23 de septiembre de 2013
La casa redonda, Louise Erdrich
Interesante
novela costumbrista, reivindicativa de la historia y de las instituciones
indias con tintes de novela negra. A lo largo de
esta novela (que recibió el National Book Award en 2012) Erdrich nos mostrará
de la mano de su joven protagonista cómo
es la vida en una reserva india, cómo los adultos aún conservan sus tradiciones
y costumbres, mientras que los jóvenes son cada vez más “blancos”, así
como las situaciones de racismo a las que toda la comunidad se ve sometida .
Más interesante al comienzo, cuando exalta los valores de la familia,
el amor, la lealtad y la amistad con dosis de humor, que al final, cuando hace
presagiar el desenlace trágico.
Conductas fuguistas
Es bien sabido que a todos nos gustaría ausentarnos alguna vez de la cárcel en la que vivimos en busca de la libertad y felicidad, pero no nos atrevemos por pereza, cobardía o
egoísmo. En la familia García, excepto el abuelo, al que el sentido del deber le
impidió hacerlo, todos lo intentaron por lo menos una vez. Todos volvieron. Nunca hablaron de ello. La abuela se escabullía una vez al mes. El
hijo menor se escapó cuando era pequeño aprovechando un descuido de la
cuidadora. El mayor se fue a vivir a otro país. Una nuera se fue con la música a otra parte y abandonó
el domicilio común. El nieto pequeño con apenas dieciocho meses se fugó de la
guardería y se subió en un autobús sin que nadie se diese cuenta y consiguió
llegar hasta el final del trayecto. Otros
dos nietos construyeron un túnel del colegio junto a la verja del patio para
evadirse con sus compañeros. Incluso lo intentaron los animales domésticos. La perrita se soltó del collar y apareció una
hora después temblando en el garaje debajo del coche familiar. Dos perras
rescatadas de una perrera estuvieron perdidas en el campo cuatro días hasta que
fueron encontradas casi deshidratadas. El loro se esfumó por la ventana un día nevado.
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Emilio García Ruiz,
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miércoles, 11 de septiembre de 2013
Tuberculosis y literatura
Siempre me ha intrigado esta enfermedad que frustraba las pasiones, que mientras debilitaba la voluntad, fortalecía la mente, que propiciaba el reposo y la exaltación de los sentidos y que va unida a la espiritualidad y la creatividad. El instituto donde doy clases fue un antiguo sanatorio antituberculoso, mi abuelo materno y un tío murieron a causa de ella en la posguerra española, sin que nadie en mi familia se atreviese a citar su nombre, como si fuera una enfermedad vergonzante, y trajo como consecuencia que nunca se dieran besos por miedo al contagio; en mi hombro izquierdo tengo la señal de la tuberculina, vacuna necesaria para la matriculación en la carrera de Filosofía y Letras.
La tuberculosis, conocida desde muy antiguo
como consunción, tisis, mal del rey o plaga blanca, es una enfermedad
infecciosa causada por micobacterias (fundamentalmente Micobacterium
tuberculosis) con gran variedad de cuadros clínicos dependiendo del órgano al
que afecte. En el siglo XIX se mitifica
la enfermedad e incluso se propaga la creencia de que su padecimiento provoca
"raptos" de creatividad o euforia más intensos a medida que la
enfermedad avanza . Por esa misma época, Alejandro Dumas, hijo, publica La dama de las camelias, la historia de
Margarita Gautier, la elegante cortesana enredada con adinerados jóvenes
burgueses, que también desfallece de tisis y de amor. La obra igualmente inspiró
otra célebre ópera: La Traviata de
Verdi. Pero arte y vida se parecen y la lista de escritores, poetas, músicos y
artistas muertos por tuberculosis en el siglo XIX, e inicios del XX, es larga y
notable: Novalis, Schiller, John Keats,
Bécquer, Chéjov, Chopin, Kafka, G.H. Wells, Maxence Van der Meersch, entre otros. Un caso extremo es el sucedido a las
hermanas Brontë: las tres, todas
ellas escritoras, murieron en un lapso de siete años, entre 1848 y 1855,
víctimas de la tuberculosis.
La leyenda comenzó a desvanecerse a partir de
1882 cuando Robert Koch descubrió el bacilo que causaba la infección. En el
siglo XX la enfermedad será asociada a la pobreza e insalubridad y su aura
romántica se apagará para siempre. Miguel
Hernández murió en la cárcel de tuberculosis. Padecieron está enfermedad: Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Miguel Delibes, Camilo J.
Cela, Ángel González y Rosa Montero, que desde los cinco años hasta los
nueve estuvo recluida en casa donde se
dedicó a leer y escribir.
La
novela brinda numerosos ejemplos de la influencia de la
tuberculosis en el pensamiento cultural:
La montaña mágica de T. Mann (1924)
El joven Hans Castorp visita
a su primo Joachim Ziemssen, enfermo de tisis, en Davos y acaba sucumbiendo al
hermético encanto del lugar. Una ligera afección lleva a que la estancia,
planeada en principio para siete días, se alargue primero a siete meses y finalmente
a siete años. Castorp sólo saldrá de allí para alistarse en la gran guerra.
Pabellón de reposo de Camilo José Cela (1943)
Cela describe sus vivencias durante el tiempo que vivió en un sanatorio para
tuberculosos. En ella siete enfermos casi terminales ven pasar sus últimos días
en un pabellón que les proporciona de todo menos reposo. Aislados físicamente
del resto del mundo por su dolencia, reflexionan constantemente sobre la
enfermedad y la muerte; porque antes del descubrimiento de la estreptomicina
(aislada en octubre de 1943), la cura sanatorial era la última esperanza para
intentar escapar a una enfermedad que, prácticamente, era sinónimo de muerte.
El libro llegó incluso a ser prohibido en este tipo de instituciones, temiendo
los médicos que causase en sus pacientes el mismo desasosiego que sufren los
protagonistas.
El jardinero fiel de John
Le Carré (2001)
En
la novela de John Le Carré El jardinero fiel, llevada al
cine por Fernando Meirelles (2005), se desarrolla una trama alrededor de las
pruebas para un fármaco antituberculoso realizadas por una multinacional
farmacéutica en África y desarrolla el tema de una posible pandemia mundial de
tuberculosis debida a la aparición de cepas muy resistentes a los tratamientos
antibióticos conocidos hasta el momento.
Para saber más:
domingo, 8 de septiembre de 2013
A una damita bizca y hermosa
El
señor vestido de blanco y con manos blandas le repetía una y otra vez:
-
Concéntrate y dime si ves al soldado dentro de la garita.
La
pequeña de seis años lo intentaba con todas sus fuerzas, atrapada su barbilla y
su frente en el extraño aparato. Para contentar a todos deseaba ver dentro de
la pequeña casita la figura del soldado valiente de sus cuentos de hadas, pero
no había manera, la figura se superponía, se colocaba a la derecha o a la
izquierda, nunca dentro. Después de las gotas, los parches y las gafas, vino la operación. A punto estuvo el oftalmólogo de operarle el ojo bueno, menos mal que su padre, hombre precavido,
enseñó las fotos que le había hecho en un fotomatón y demostró que el ojo que
bizqueaba, que sufría un severo trastorno de estrabismo, era el derecho.
De
bebé tenía los ojos azules y no se notaba su defecto, la anomalía apareció al
año cuando el color cambió y un ojo vago pasó a esconderse detrás del párpado. Todas
las miradas de conmiseración se dirigían a sus ojos asimétricos. Era bisoja y
trasojada. La madre no entendía estas jugarretas de la herencia y se avergonzaba
de su hija que siempre se protegía permaneciendo en un segundo plano, agarrada
al extremo de su falda, temerosa de oír
la temida frase: ¡Lástima, con lo mona que es! Encomio y escarnio al mismo
tiempo, elogio paradójico, alabanza sesuda y burla. No le hicieron fotos para
no avergonzarla, pero quedan algunos testimonios de su mirar zambo y zurdo
entre familiares de ojos perfectamente alienados. El trastorno iba también asociado al astigmatismo y a la
torpeza, tropezaba con objetos que no veía, no se hacía una idea de las
distancias. Se volvió invisible, callada
e hierática.
Pepe,
el primer chico al que amó, le preguntó:
-¿Por
qué no me miras nunca a los ojos?
No
se atrevió a revelar su secreto y a responderle: para que no te des cuenta de
que soy bizca e indigna. Como no había nadie para protegerla con su mano,
decidió alejarse para que él no se sintiese avergonzado.
Demasiado
tarde supo que, en otras culturas como la maya, a los niños que tenían esta
deformación se les consideraba superiores, algunas familias colocaban en la cabeza de su hijo un
cordón con una figurita en el extremo que les caía delante de los ojos, para
que al mirarla forzaran la vista.
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Equipaje profesora,
fruslerías,
Poesía
lunes, 2 de septiembre de 2013
Las últimas palabras de los escritores
Hasta ahora solo me había ocupado de las primeras frases de un
libro, tan importantes a la hora de continuar la lectura. Buscando en la red, me he encontrado con las últimas palabras de
grandes escritores; pero inmediatamente surge la duda: ¿Las tenían preparadas?, ¿realmente las
dijeron ellos en el momento de su muerte o las dijeron los que estaban a su
lado para engrandecer su figura? Tal vez se las haya inventado el propio autor
del libro. Me cuesta creer que los escritores desaparezcan como los actores de
teatro después de decir "me muero".
El libro de los finales contiene tres partes: la
primera se ocupa de las últimas palabras de celebridades –desde Benito Mussolini o el Che Guevara a Blas Infante, pasando
por Gabriele D’Anunzio, Emily Dickinson o Marcelino Menéndez y Pelayo—; la segunda se ocupa de epitafios
célebres y la tercera de notas de suicidio.
Tortuosas relaciones de parentesco de los grandes autores, Colm Tóibin
La gloria literaria gracias a los demonios familiares y a los secretos íntimos
- Colm Tóibín retrata en 'Nuevas maneras de matar a tu madre' las tortuosas relaciones de parentesco de 20 grandes autores: Austen, James, Mann, Yeats, Beckett, Williams, Borges, Cheever...
- El lado oscuro y los secretos íntimos que han servido para hacer grande a grandes escritores que ayudan a comprender mejor sus obras
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