Una historia
lleva a otra porque los paralelismos existen y la inoperancia del ser humano la
llevamos en el ADN. La entrada anterior del blog nos recordaba la
desaparición de una escultura El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrellaen tiempos donde todo era posible y su posterior recuperación. La de hoy se refiere a una desaparición en
democracia. Las dos son historias inverosímiles sobre dos obras maestras que sin embargo existieron y que tienen muchos puntos en común (desaparición, relación con el Guernica y con el Reina Sofía).
Es increíble,
pero es verdad: un museo de primer nivel internacional −el Reina Sofía− encarga
para su inauguración en 1986 una obra a una estrella de la escultura, el
norteamericano Richard Serra. El escultor entrega una pieza creada ad hoc para
la sala en la que iba a exhibirse. La escultura en cuestión
−Equal-Parallel/Guernica-Bengasi− consta de cuatro bloques de acero
independientes de grandes dimensiones. Inmediatamente se eleva la pieza a obra
maestra del minimalismo. Finalizada la muestra, el museo decide guardarla, y en
1990, por falta de espacio, la confía a una empresa de almacenaje de arte, que
la traslada a su nave en Arganda del Rey. Cuando quince años después el Reina
Sofía quiere recuperarla, resulta que la escultura −¡de treinta y ocho
toneladas!− se ha volatilizado. Nadie sabe cómo ha desaparecido, ni en qué
momento, ni a manos de quién. Para entonces la empresa que la custodiaba ya ni
siquiera existe. Cero pistas sobre su paradero.
He disfrutado mucho leyendo Obra maestra, novela de Juan
Tallón, nuestro Georges Pérec gallego*, que investiga sobre la siguientes
incógnitas: ¿Cómo pudo desaparecer de un almacén del Museo Reina Sofía una
enorme escultura de Richard Serra de treinta y ocho toneladas? ¿Cómo se
convierte en original una copia? ¿Qué es arte en el arte contemporáneo? ¿Cuál
fue el verdadero destino de la famosa, enorme y pesada escultura de acero
convertida en aire? ¿Es posible que un día aparezca? Para responder a estas y
otras preguntas, las páginas de la novela acogen una sucesión de voces muy
dispares: las de la fundadora del Reina Sofía, algunos de sus directores, los
policías de la Brigada de Patrimonio que investigaron la desaparición, la jueza
que instruyó el caso, personal del museo, ministros, el empresario que custodió
la obra, galeristas americanos, el propio Richard Serra, su amigo −y antiguo
ayudante− Philip Glass, marchantes de arte, críticos, artistas, concejales,
coleccionistas, un coreógrafo que danzó alrededor de la escultura, ingenieros,
periodistas, historiadores, vigilantes, políticos, una terrorista, un jubilado,
un camionero, un chatarrero, un taxista, una agente de la Interpol, el propio
autor del libro, en tratos con una editora para escribirlo, o César Aira, que
propone una teoría tan loca como deliciosa sobre el verdadero destino de la
escultura.
* Animo a leer su mágnifico preámbulo (arte del puzzle) a La vida instrucciones de uso dedicada a la memoria de otro genio: Raymond Queneau
Está claro que veo una estrella roja en un edificio, un
tren, una escultura o una gorra y me vuelvo loca. La de veces que he pasado por el exterior del Museo reina Sofía de
Madrid y no me he fijado hasta ahora en la que corona la escultura de Alberto
Sánchez (Toledo, 1895; Moscú, 1962) El pueblo español tiene un camino
que conduce a una estrella, realizada en 1937 por encargo del gobierno de la
República para el pabellón de España en la Feria Universal de Paris, la misma
que albergó en su interior el famoso Guernica de Picasso, también en el museo
en la actualidad. La escultura desapareció a pesar de su envergadura (12,5 m.
de alto confeccionada con cemento y bronce). La réplica que está desde 2001 en
la plaza Juan Goytisolo (mide 18,7 m y pesa 7 toneladas) la realizó en cemento
el artista valenciano Jorge Ballester.
El pueblo español
tiene un camino que conduce a una estrella es una especie de tortuoso
cactus antropomórfico con acanaladuras, cuya cúspide está coronada por una
estrella roja. El cuerpo de la obra sugiere el difícil momento de la sociedad
española que llevaba un año sufriendo la Guerra Civil cuando se celebra la
exposición de París. El pseudocactus brota del suelo y parece como arado,
alusión a la tierra de España y sus gentes. El camino tiene un jalón, una
paloma, símbolo de la paz, y un final esperanzador según la visión política de
Alberto, la estrella roja que denota su filiación socialista. O dicho de otra manera, el artista concibió su obra como una estructura orgánica que brotase del suelo y se elevase hasta alcanzar una estrella roja, representación del socialismo.
Bien, parece ser que "en unos trabajos de remodelación
y adecuación llevados a cabo por los servicios técnicos del Ministerio de
Asuntos Exteriores, se ha encontrado el original de la escultura El pueblo
español tiene un camino que conduce a una estrella, fragmentada en seis
contenedores de madera, custodiados, sin inventariar y sin etiquetar. La única
referencia es un rótulo estampado en el exterior con el texto “procede de
Paris”. Si esto es así, la escultura recuperada volverá a Toledo, como quería
su creador.
El editor Malcolm Otero Barral (Barcelona, 1973) me ha ahorrado escribir una entrada, me parece muy interesante su artículo La madre de Caperucita Roja y otros odiosos personajes que aparece hoy en el diario Información. Ahonda en el lado oscuro de la condición humana.
"A quién no le ha pasado que, leyendo una novela, ha acabado detestando a uno de sus protagonistas. Y no hablamos de villanos, ni siquiera de esos personajes que el autor coloca intencionadamente en el lado oscuro, este reportaje pretende indagar en el personaje irritante, odioso, que nos saca de quicio; por tóxico, por pusilánime, por incoherente o por lo nocivo de sus actos sin necesidad de ser intrínsecamente malo".
"Asimismo, es indiscutible que no podemos evitar sentir cierta devoción por la imperfección. Incluso la novela policiaca ha ido abandonando al héroe por una versión (el antihéroe) menos impoluta y ejemplar. Y es que, por mucho que admiremos a personajes luminosos, hay pocas cosas tan sugestivas como adentrase en el cuarto oscuro de la condición humana".
"Lo cierto es que estos personajes, muy frecuentemente al
borde del abismo vital, tienen un magnetismo mayor que aquellos que se mueven
en la (no nos engañemos) aburrida línea de la rectitud sin vacilaciones
morales. Asimismo, estos odiosos personajes sirven, a menudo, como instrumento
de reflexión o denuncia".
Lejos de lo que nos han contado las revistas y las tertulias del corazón sobre Los vientos( octubre de 2021), el relato de Vargas Llosa no es un ajuste de cuentas con Isabel Preysler, sino una parodia en clave de humor de un escritor viejo y cansado que no reconoce ya el mundo en el que vive. Su mirada de otro siglo se posa en unas costumbres actuales que abomina, mientras se ve afectado por la melancolía que le hace reflexionar sobre su pasado amoroso. Se pasea por un Madrid desconocido y distorsinado a la vez que reconocible, donde la cultura se ha convertido en un espectáculo con un dominio absoluto de pantallas e imágenes sobre la razón y las ideas. También se queja del cierre de cines, librerias y blibliotecas; la imposición del vegetarianismo y la asepsia de la nuevas generaciones ante el sexo).
El título del relato en principio parece romántico, pero se refiere a las ventosidades (gases, flatulencias)que se le escapan al protagonista junto a su propia vida. En definitiva, da una vuelta de tuerca a un artículo de costumbres que nos recuerda a los del último Larra que, desengañado, narra su desolación mientras conversa con su criado, en Los vientos, el protagonista con su amigo Osorio.
El cuento crepuscular es ingenioso y divertido como casi toda la obra de Vargas Llosa que es un maestro en esconder la verdad entre las mentiras (La verdad de las mentiras). Nos presenta a un hombre en un momento airado, llevado por sus enfermedades (vientos) que está a punto de irse a tomar vientos (a morirse).
El día de los enamorados es otro invento para vender más que
hace las delicias de jóvenes entusiasmados por la experiencia revolucionaria
del amor que nos vuelve tontos de felicidad y que desgraciadamente sigue unas
extrañas leyes de supervivencia que caducan con el tiempo. Tal vez debería
inventarse un día para los desenamorados que son legión, no me vale el día del
soltero (11 de noviembre) que vive feliz e independiente en un minipiso
asombroso. Me refiero a las personas que buscan el amor o el reflejo del amor
del que tanto habla la literatura, y solo encuentran desasosiego y falta de
afecto, o las que tratan de recuperarse de una experiencia negativa después de
haber celebrado varios sanvalentines acompañados. Por eso propongo que se celebre el 15 de febrero el día del desamor, porque
la realidad nos demuestra que el amor no es eterno, produce heridas que cada
uno trata de lamérselas como puede: ruptura, depresión, desorientación vital... Tenemos que estar preparados
para un proceso de desvinculación con la otra persona para afrontar un nuevo
futuro sin hacer el ridículo.
La primera novela de Rosa Montero Crónicas del desamor
(1979) nos marcó a toda una generación porque nos hablaba del reverso del amor
entre las parejas que nada tenía que ver con las películas ni con la sociedad
que nos rodeaba. El desamor es un estado emocional confuso en el que caemos
cuando se termina la relación de pareja, un desastre que pone patas arriba
nuestra existencia, que nos hace dudar de nosotros mismos. Lo más fácil es echarle la culpa al otro o caer
en un nido de odio y rabia que nos mueve a la venganza.
Lo peor de ahora son las rupturas mediáticas que no dejan de contribuir a facturar dinero a los protagonistas. Me
dije que no escribiría sobre el culebrón televisado de Vargas-Preysler, ni sobre la canción
de Shakira; pero aquí y en la siguiente entrada estoy comentándolas.
La primera fue civilizada, pero ha
destapado algunas miserias. La segunda, la chabacana canción de Shakira es una vergonzosa venganza en toda
regla, se ha hecho para herir y destruir al otro y a su nueva pareja. Comparto la opinión de B. O. que expuso en su muro de
facebook:
Me atreveré a decirlo: la comentadísima
canción de Shakira me parece una ofensa. Una ofensa al buen gusto, a los oídos
medianamente educados, a los grandes libretistas de ópera y a los letristas de
la música popular, a los estudiantes de canto, a las buenas voces relegadas a
túneles y vagones de metro, a la música latina, a las mujeres y a los hombres
despechados del bolero y de la copla, a los cantautores capaces de emocionar
con sus vivencias y a Johann Sebastian Bach.
Me sorprende, como a ella, que las feministas hayan jaleado
este circo. ¿Hubieran hecho lo mismo si el hombre fuera el protagonista? No, lo
hubieran puesto a caldo. Así que estamos ante un caso de hembrismo. Se aplaude
a una mujer que se comporta como una loba (homo
homini lupus) siendo cruel con sus semejantes. Sororidad no puede ser
aceptar que todo lo que hacen las mujeres esté bien. Esta canción que necesita
ser subtitulada no puede
ser de ningún modo un himno de empoderamiento y liberación femenina cuando ella misma se compara con objetos de lujo. Ni es original ni era necesario decirlo de esta
manera. Tiene la misma gracia, es decir, ninguna, que los chistes de suegras o
los antifeministas.
Sea por despecho o desamor, lo mejor es no ofender al otro, aunque sea una rata de alcantarilla. Lo mejor es admitir el sentimiento y pasar cuanto antes el duelo: se nos acabó el amor de tanto usarlo o de no usarlo nada.¡Que te vaya bien! Fue muy bonito mientras duró, aunque tú me dejaste de querer cuando yo más te quería.Y punto y final. A recuperarse de la herida. Sea como fuere, si alguna mujer se siente mejor cantando y bailando la canción, me alegro, Shakira también (seguirá facturando).
Hace sesenta años la poeta estadounidense se suicidó un 11 de febrero de 1963, envenenándose con gas. Tenía tan solo treinta años.
A través del artículo del diario Información Sylvia Plath: cicatriz y genealogía, me he enterado de que pasó parte de su luna de miel en Benidorm.
Sobre su vida y su obra se han escrito numerosos testimonios que la han convertido en un mito. Dejo esos aspectos a eruditos ilustres y sólo me intereso por su visión del pueblo costero alicantino que contribuyó a su felicidad. Allí tomó notas, escribió artículos, realizó bocetos y se inspiró para futuros poemas.
No está claro si la fotografía que acompaña estas líneas fue hecha en Benidorm cuando Silvia Plath y Ted Hughes llegaron a mediados de los 50 o se realizó en Estados Unidos. Pero lo que sí sabemos es que era el único lugar en España en el que estaba permitido el bikini, y aquellas mujeres que lo hacían estaban protegidas contra insultos y amenazas de los vecinos por un decreto emitido expresamente por el propio alcalde.
“Después
de una hora de viajar en autobús a través de montes desiertos de arena roja,
huertos de olivos y matorrales, todo tan típico, vi aquel mar azul
centelleante, la limpia curva de sus playas, sus inmaculadas casas y calles
–todo, con una pequeña y relumbrante ciudad de ensueño–, sentí instintivamente,
igual que Ted, que ése era nuestro lugar”, escribía Sylvia Plath en una carta
dirigida a su madre sobre las impresiones que le causó ese enclave, al que
definió como “una extraña mezcolanza de pobreza, limpia y llena de colorido, y
hoteles color pastel, todo aparentemente como si lo acabasen de construir…
Novísimo, con los más modernos estilos amalgamados a la sencilla arquitectura
del lugar. Muy extraño porque Benidorm, recién descubierta por los turistas,
excepto sus hoteles no tiene nada de comercial".
El tiempo que la pareja iba a pasar en Benidorm dependía de lo que dieran de sí sus ahorros, para lo cual era necesario encontrar un alojamiento agradable, pero asequible. “Durante el viaje en autobús nos fuimos volviendo más y más escépticos sobre la posibilidad de alquilar una casa amueblada, con todos los enseres necesarios –recordaba Plath–. Habíamos empezado a pensar, con pesar, que quizá lo más conveniente sería una habitación de hotel, con baño, buena ventilación y luz, etcétera, cuando una mujer pequeña y vivaracha de ojos negros, que iba en el asiento delantero del nuestro, se volvió a preguntarnos si hablábamos francés. Al contestarle que sí, nos informó que tenía una casa muy bonita a orillas del mar, con jardín y amplia cocina, y que alquilaba habitaciones para el verano. Sonaba casi demasiado hermoso para ser cierto, pues combinaba las ventajas de una casa para nosotros solos, que no podíamos pagar, con las comodidades de un hotel".
“La alegría de haber cambiado la avenida frente al mar, bulliciosa, infestada de luces de neón verde, de turistas, de hoteles caros, que ofrecía el espectáculo deprimente de las multitudes ociosas y aburridas (…) la alegría de haber cambiado todo eso por un barrio común y corriente, lleno de gente de aquí, aumenta cada día”
La pareja también dedicó tiempo a la holganza. “Entonces preparo el almuerzo y nos vamos dos horas a la playa a dormir la siesta y a nadar, cuando toda la gente se ha ido ya a sus casas, y tenemos la playa para nosotros solos”.“Benidorm, domingo por la mañana, 22 de julio: (…) nos levantamos a las siete, matamos moscas que nos asedian, escuchamos las campanillas de los carros tirados por burros y los gritos de la simpática panaderita con su cesto de bollos dulces (…) Mi mesa con la máquina de escribir junto a la ventana mira al cobertizo de la puerta principal y, a lo lejos, a través de las hojas de la parra que da sombra a la pérgola, veo la sierra llena de casitas blancas”.
En esa casa permanecieron cinco semanas, a lo largo de las cuales Plath y Hughes se dedicaron a leer, descansar, escribir e incluso dibujar las calles, las casas y aquellos objetos cotidianos que llamaban su atención. "Deambulé con Ted haciendo bocetos detallados con pluma y tinta, mientras él leía, escribía o meditaba sin más, sentado a mi lado. Espera a ver estos pocos de Benidorm; los mejores que he hecho en toda mi vida, líneas y sombreados muy marcados y refinados; asuntos muy difíciles también", comentaba Plath a su madre sobre esos dibujos.
Además de dibujos, las escenas y situaciones que encontró Plath en la costa española le inspiraron algunos poemas que escribió en los años posteriores. Entre ellos se encuentran Las remendadoras de redes (“Entre el pequeño puerto de los pesqueros de sardinas / y las arboledas donde las almendras, aún delgadas y amargas, engordan sus cáscaras picadas de verde, las tres rederas / vestidas de negro –pues aquí todo el mundo está de luto por alguien– / colocan sus robustas sillas y, de espaldas a la calle y de cara a los oscuros / dominios de sus umbrales, se sientan”) , Los mendigos o Los melones de fiesta (“En Benidorm hay melones, / Carros tirados por burros, cargados / De incontables melones, / Óvalos y pelotas / Verde brillante, arrojadizos, / Decorados con rayas / Color verde tortuga oscuro”) .
Isabel Coixet, fiel lectora suya, en su película
"Nieva en Benidorm" evoca el paso de la autora norteamericana como
una especie de fantasma inspirador de la crisis existencial de sus personajes.
«Después de leer su diario, quería atrapar ese momento en la película, que ella
describió como de plena felicidad, ese contento que te hace creer que todo es
posible, que todo estaba por hacer en su vida», explicó la directora, que la ha
querido rescatar así de todo el proceso autodestructivo a la que la llevarían
sus demonios y un matrimonio que imaginó perfecto pero acabó en tragedia.
La luna de miel se convirtiría poco tiempo después en luna de hiel.
Hoy he desayunado con la noticia del periódico Información
de Alicante que recoge lo que ya sabíamos desde hace unos días los
incondicionales de La Algueña. Dos jóvenes de forma casual han descubierto una
sima que desciende a una cueva a 30 metros de profundidad con cientos de
estalactitas y estalagmitas. Los descubridores han decidido llamarla Cueva del
Lentisco. El equipo de la Federación de Espeleología de la Comunidad, que ha
comprobado la extensión y el estado de la gruta, advierte sobre su peligrosidad
porque la cueva está seca y se pueden producir desprendimientos. Por eso no se ha revelado su ubicación. No está
destinada para el gran público, solo para expertos espeleólogos.
Me ha hecho gracia el tono épico de la redacción al recrear la aventura. Me recuerda al empleado en el NODO cuando, en de diciembre de 1963, se hacía eco de que unos chicos de Arenas de San Pedro habían descubierto también por casualidad las cuevas del Cerro del Águila. En ambos casos los protagonistas se convierten en
héroes llenos de curiosidad y valentía, pero al mismo tiempo inconscientes de la peligrosidad
que conllevaba el hallazgo:
"Lo cierto es
que no podían imaginarse lo que se iban a encontrar a medida que se adentraban
en las entrañas de la Tierra. Tras serpentear por un angosto orificio,
alcanzaron una cavidad de gran tamaño en la misma entrada, cortada por una
pared lisa de unos doce metros de profundidad. Fue el punto de partida desde el
que comenzaron a recorrer un oscuro entramado de galerías y recovecos de
diferentes tamaños, por los que es muy fácil desorientarse, y espectaculares
formaciones geológicas con cientos de estalactitas y estalagmitas de
caprichosas formas y grosores".
Seguro que tendremos más información en el futuro sobre este
paisaje kárstico.
El artículo de El Comidista ¿Qué fue del regaliz de palo? Historia de una golosina natural me ha hecho recordar que hace
mucho tiempo que no veía palo de regaliz en los puestos callejeros, porque ahora el dulce
tradicional está relegado a herbolarios y tiendas de especias. A la planta del
regaliz se la conoce por multitud de nombres: agarradera, alcancuz, alcarzuz,
alcazul, alfendol, bena, chocolate del moro, erregaliz, fendoces, findoz,
fustdolz, melosa, orojué, ororuz, orozú, orozuz, paliduz, palulú, palo dulce,
palo-luz, palodul, palodulce, regalicia, regalistia, regaliz, regaliza y
rogalicia. Yo la he llamado siempre palulú.
Esta raíz medicinal se obtiene del arbusto Glycyrrhiza
glabra L., una planta herbácea vivaz, originaria del sur de Europa y de Asia menor que puede llegar a alcanzar el
medio metro de altura, cuyas raíces son cilíndricas, largas y leñosas. Su nombre
científico significa raíz dulce en griego. En la antigua Grecia utilizaban el
regaliz por sus cualidades terapéuticas para tratar
cuestiones de salud tan diversas como: úlcera de estómago, virus, gastritis,
tos, catarros o dolencias del sistema respiratorio. Su recolección sigue siendo artesanal.
Precisamente el regaliz es el componente básico de las pastillas Juanola junto con el mentol y el eucalipto que se utilizan para calmar la tos. Fueron creadas en 1906, en el laboratorio de una pequeña farmacia del barrio de Gracia en Barcelona por el boticario Manuel Juanola Reixach. Las diminutas píldoras para chupar tuvieron un éxito increíble y se comercializaron en las farmacias españolas.
Para mí, el palulú y las pastillas Juanola van unidos en el recuerdo. En los años sesenta no teníamos tantas chucherías como ahora, apenas caramelos, chicles y alguna chocolatina en determinadas fiestas. En las ferias, el lujo era comer trozos de coco. Los chavales nos entreteníamos comiendo pipas, chupando regaliz y ablandando castañas pilongas. En el pueblo el repertorio aumentaba con "torraos" (garbanzos tostados), chufas y altramuces. Mi padre era nuestro proveedor porque de pequeño invertía parte de su paga semanal en esos sanos manjares a su alcance y nos comprendía mejor que nadie. Se ponía contentísimo cuando conseguía raíces de regaliz y en sus bolsillos siempre llevaba una pequeña caja de juanolas de distintos colores con tapa de plástico trasparente que contenía pequeñas pastillas de un negro brillante y forma romboidal. Por arte de magia aparecía en el momento oportuno para aclarar la garganta y, de paso, hacer amigos, costumbre que había heredado de su padre. Incluso tenía una estrambótica teoría elaborada con datos reales: era más barato comprar una caja de Juanolas que comprar un periódico.
Tenía razón, hoy un periódico cuesta 2 euros y una caja pequeña de pastillas 2,20. Ahora mismo me acerco al quiosco y a la farmacia.
El DRAE afirma que la palabra cigarro proviene
del maya "siyar", pero otros autores afirman que deriva de la voz
cigarra (a su vez derivada del latín "cicada"), nombre del ruidoso
insecto al que recordaban por su aspecto las hojas de tabaco enrolladas
formando un cilindro que se introducía en la boca por una de sus puntas y se
encendía por la opuesta. Hacia finales del siglo XIX, existían en España
distintas fábricas de tabaco en Sevilla, Cádiz, Alicante o Madrid, que se
encargaban de elaborar el tabaco venido de América. El oficio en un principio
fue también de hombres, pero pronto las mujeres los relegaron porque su
habilidad con las manos, más finas y pequeñas, permitían liar más rápido el
tabaco y, sobre todo, porque se las consideraba poco conflictivas y cobraban
menos.
La cigarrera
española ha dado vida a uno de los seres más insólitos de la cultura popular y casi universal,
el mito de Carmen: una mujer independiente, rebelde y apasionada. Por la ópera Carmen de Bizet (1875),
basada en la novela de Prosper Mérimée (1847) nos ha llegado una versión romantizada del oficio. Concebida por una
imaginación francesa, recibió los legados míticos de la mujer fatal y los
atributos pintorescos de la época. Su historia no puede tener más tópicos, una
cigarrera gitana que traerá la desgracia de los hombres con los que se cruza,
desde un torero granadino a un cabo navarro. La narración está ambientada en la
fábrica de tabacos de Sevilla.
Pero la
realidad de las cigarreras fue menos sofisticada y bastante más interesante. Fueron
las primeras mujeres que lucharon en grupo por sus derechos y en afiliarse a los sindicatos. Constituyeron una
Hermandad de Socorro para ocuparse de toda aquella compañera que se encontrase
en apuros y consiguieron salas de lactancia y escuelas. Finalmente, no pudieron competir
con la llegada de la maquinaria de producción.
Para conocer mejor
a estas mujeres es imprescindible acercarnos al artículo «La cigarrera», publicado en la colección
costumbrista Las mujeres españolas, americanas
y lusitanas pintadas por sí mismas a principios de la década de 1880, y a la
novela La Tribuna (1883), ambas de la
escritora realista Emilia Pardo Bazán.En
el prólogo, la autora califica la novela como un «estudio de costumbres locales»,
aunque dada la presencia en la trama argumental de sucesos políticos tan recientes
como los derivados de la revolución de septiembre del 68, decidió situarla en
un microcosmos de ficción, Marineda, trasunto de la Coruña. Como era preceptivo
en la novela realista, se documentó durante dos meses, oyendo conversaciones, delineando
tipos, cazando al vuelo frases y modos de sentir: "Me procuré periódicos
locales de la época federal (que ya escaseaban); evoqué recuerdos, describí la
Coruña según era en mi niñez (…) y reconstruí los días del famoso Pacto,
episodio importante de la historia política de esta región..." La novela
nos presenta la evolución de una niña, Amparo, de condición humilde y
aficionada a callejear sin rumbo, hasta convertirse en una atractiva obrera
revolucionaria, que recibirá el apodo de «Tribuna del pueblo». La protagonista
está Inspirada en la figura histórica de Águeda Montes, La Republicana, una
revolucionaria santanderina que provenía también de una tabacalera. También se ha relacionado la novela con la obra de Faustina Sáez de
Melgar, Rosa la cigarrera de Madrid (Barcelona, 1872).
El relato "La cigarrera" (descargar aquí) de rápida y amena lectura nos dará una idea
más acertada del duro trabajo de estas mujeres con pinceladas naturalistas. El
artículo vaticina la desaparición del oficio de cigarrera por los higienistas y
moralistas que proscriben el tabaco que junto al café y el alcohol son los
verdaderos venenos intelectuales de los hombres. De su pluma asistimos a la
descripción de la fabricación del tabaco a destajo en los talleres insalubres que
sostiene el Estado ("colmena inmensa donde las abejas son mujeres, y la
miel y la cera puros y pitillos"), donde son ayudadas por sus hijas. Las
cigarreras son listas en el trabajo, tienen opiniones políticas, son más
atrevidas y libres que las otras mujeres del pueblo y están unidas por
misteriosos lazos sociales ("por esa especie de solidaridad masculina de
los clubs, de los círculos"). Finalmente, la autora considera: "Mientras
haya sol y hombres, habrá cigarros".
Recientemente se ha estrenado una adaptación teatral de la novela de Emilia Pardo Bazán "La Tribuna", en la que su director, Cándido Pazó, subraya el mensaje feminista de la obra y el papel de la mujeres en la historia de la lucha obrera. Siete mujeres son las protagonistas de "Cigarreras", dos de ellas vivirán un amor imposible, una con un burgués y la otra con un militar, de tal manera que puede interpretarse como un testimonio de la crisis de la "Gloriosa".