Al iniciar su
pontificado, el papa León XIV ha manifestado que se dirigía al pueblo fiel “con
temor y temblor”. La expresión está en san Pablo (cum timore et tremore en su
versión latina), pero remonta al Antiguo Testamento, para expresar el temor
reverencial hacia Dios.
La frase es el
título de una de las obras fundamentales de Kierkegaard (1843), que tanto
influyó en el pensamiento posterior como, entre nosotros, Miguel de Unamuno. El
libro clásico sobre el tema es el de Rudolf Otto Lo santo (1917), donde se
aborda el mysterium tremendum (“misterio ante el que hay que temblar”), lo
numinoso (del latín numen ‘divinidad’), lo divino como el abismo que anonada al
ser humano cuando se asoma. La obra circula aún ampliamente, aunque sus
planteamientos nos parecen ahora algo desfasados, porque estamos en otra fase.
Pero ese ámbito debe ser tenido en cuenta, aunque no necesariamente desde un
punto de vista religioso. ¿Quién no ha sentido alguna vez el vértigo del abismo
por el misterio cósmico, por cierto amor desmedido, por una obsesión, una
dependencia, por la belleza de un horizonte?
Parece que la
expresión “con temor y temblor” tenía ya en el “griego común” del Nuevo Testamento
un valor muy atenuado, algo así como “me presento ante vosotros con gran
respeto”, casi una fórmula de cortesía (lo que, por otra parte, no cuadra mucho
con un sujeto tan asilvestrado como Pablo de Tarso). Pero no deja de ser
ominoso (por usar otro palabro de la jerga sacra) que la use un pontífice.
Porque estamos, efectivamente, en otra fase, una época en que cada vez más gente
vive así, con temor y temblor. Por primera vez desde mis lejanos tiempos
juveniles bajo una dictadura, al escribir las líneas anteriores he sentido
cierto temor de que pudieran ser divulgadas. Esto debería bastar para salir
corriendo gritándolas, por tontas que sean. La peor censura es la autoimpuesta,
decían ya los primeros filósofos, y nunca se puede dejar de aspirar a lo que un
historiador romano celebraba de cierto gobernante, en cuya época “cada uno
podía decir lo que pensaba y pensar lo que quería.”