domingo, 23 de octubre de 2016

Amores pletóricos (perdón, platónicos)


-No sé si sabrás que varias generaciones de mujeres se han enamorado de ti y de tus canciones, pero no les ha quedado más remedio que acostarse con otros.
-¡Pues que alegría! (Risas). Menos mal que se acostaban con otros porque con todas no hubiese podido.
Entrevista a Aute para el periódico El ojo de la libertad, del I.E.S Luis Buñuel de Alcorcón

Creo que solo he tenido dos amores platónicos en mi vida: Luis Eduardo Aute y J. M.; el primero está recuperándose de un fatal infarto y el segundo ha muerto este otoño.  Con los dos compartí momentos pletóricos en el IES Beatriz Galindo en distintos cursos de reciclaje. Ya sé que los amores platónicos se basan en la búsqueda de la persona ideal y no desean el contacto físico para no darte cuenta de que son como el resto de los mortales, hechos de barro y de miserias; pero la posibilidad del encuentro y la sensación de plenitud ante su presencia han desaparecido. Solo (y ya es bastante) me quedarán su obra y su recuerdo.
En el 2006 me declaré AUT-tista (seguidora incondicional hasta el ridículo) en el artículo del periódico escolar que transcribo:

La profesora que se quedó encerrada

Me declaro autista (seguidora incondicional hasta el ridículo del cantautor Luis Eduardo Aute). Mi despertar musical siempre ha estado unido a él. En tiempos pretéritos, cuando gobernaba el invicto, oí por primera vez que podíamos desear lo imposible (Rosas en el mar) y me enamoré de su pelo liso, de sus grandes ojos, de su cara redonda y de sus manos de artista. En Algunas de las primeras manifestaciones canté Yankee go home y descubrí que había muchos Fantasmas. Disfruté del amor sin velos de novia (Anda, quítate el vestido) y del desamor (De alguna manera tendré que olvidarte). Asistí atónita a los últimos fusilamientos de Franco (Al alba). Incluso pasamos los dos una larga temporada tristes, él cada vez más críptico e irónico (Si estás triste que te cuenten algún chiste). Sólo una vez le fui infiel con Hilario Camacho. En los ochenta llegó la movida y tiempos de no pensar. Surgieron Krahe y Sabina. Muchas le abandonaron por Sabina, más seguro de sí mismo, más exhibicionista (Mira que eres canalla). Yo me quedé con Aute, con el tímido e inteligente, con el monógamo que por aquel entonces quería cambiar a la de cuarenta por dos de veinte. Empezó a adelgazar hasta convertirse en espíritu impuro, al contrario que todos nosotros que ahora degustábamos la nueva cocina. Me subí en el Suburbano y me enteré por mi amiga Lina que sus hijos no le habían salido muy estudiosos en un colegio cercano a la Fuente del Berro. Le vi en la Feria del Libro firmando autógrafos de su primer libro y no me atreví a saludarle, me moría de vergüenza, los amores platónicos deben seguir siéndolo. Escribí musarañas mientras él escribía poemigas. He visto Un perro llamado dolor cuando les ponía a mis alumnos El perro andaluz. He observado su curiosa pérdida de pelo sin llegar a tener canas, mientras me teñía el mío. Nos hemos puesto gafas al mismo tiempo, el de hipermétrope y yo de presbicia. Sus manos de artista, que parecen odiar los instrumentos cortantes, no envejecen. La cabecera de nuestro periódico se parece al inicio de su página web.
Yo también creo que Las palabras son falsas y traidoras y que, de todas las palabras, nación es una de las más feas. Que el peor enemigo de Dios son las iglesias, que la aldea global perfectamente se podría llamar esfinternet, que todos llevamos la piedra de Sísifo en un riñón, que no hay que dar órdenes, que el hombre está en perpetuo desvalimiento, que los cuerpos después del amor apestan a alma y que lo peor que le puede pasar a uno es una muerte colateral, que persiste siempre el erotismo y la mirada y que deberíamos tener el derecho de ausentarnos y hacernos invisibles. Comparto con él la curiosidad por el mundo y el hastío que la política produce. También me asombra que no haya femeninos de algunas palabras (la Dios, la yo, buenhembría); Incluso el año pasado pusimos una pintura suya en el periódico para ilustrar el tema del maltrato a la mujer (Mortal de necesidad).
Menos mal que nos queda, me queda, Aute

J. era mucho más cercano porque le podía tocar y abrazar cuando me lo encontraba de Pascuas a Ramos, casi siempre rodeado de profesoras, en la presentación de sus libros. Era encantador. Con su tranquilidad y sonrisa perenne te dulcificaba la vida. Sabía escuchar y me ayudó mucho cuando, ante su perplejidad, le expliqué cómo era víctima de acoso laboral en un instituto. Fue en el café Comercial, ¿te acuerdas? Eran las siete y diez de una tarde triste de invierno y no nos retrasamos ninguno de los dos.