sábado, 8 de marzo de 2025

La buena Juanita y Flora: adoctrinamiento para niñas (2)

La vida de los hombres y mujeres está condicionada por la procedencia social y familiar y por el contexto rural o urbano. Pero las mujeres nunca han tenido las mismas posibilidades de acceso a la educación que los hombres, lo que ha determinado su exclusión de la vida social y de las instituciones. La desigualdad manifiesta entre niños y niñas se perpetuaba en las escuelas segregadas por sexo. Hace aproximadamente siglo y medio se publicaban en nuestro país los primeros libros específicos para la enseñanza de la mujer.

En vista de la aceptación que tuvo el Juanito de Parravicini (1836), dos editores, Calleja y Faustino Paluzíe publicaron en el siglo XIX y la primera mitad del XX, libros de lectura con niñas de protagonistas cuando la ley Moyano de 1857 ordenó la creación de una escuela para niñas en toda población de más quinientas almas. Las niñas de las clases populares empezaron a asistir a las escuelas recibiendo una instrucción muy diferente a la de los niños: debían convertirse en buenas esposas y madres, además de ser excelentes hijas. Como afirma Pilar Ballarín la asignatura de «Ligeras nociones de higiene doméstica» junto con la reorientación que se dio a las «labores propias del sexo» hacia la utilidad familiar fueron los instrumentos clave para el alejamiento de las mujeres del mercado laboral y la devaluación de los trabajos que éstas desempeñan»

La buena Juanita

La buena Juanita, 1876
El educador italiano Pasquale Fornari en 1874 publicó El buen Juanito educado e instruido, y dos años más tarde La buena Juanita educada e instruida. Este último libro llamó la atención del editor Saturnino Calleja, que lo adaptó para las niñas españolas con el título de La buena Juanita, en su doble vertiente de libro escolar de lectura y de buenos modales. De 1890 a la de 1940 se hicieron numerosas ediciones, pero las lecciones de urbanidad permanecieron inmutables, se trataba de transmitir a las niñas los recios principios de la sociedad burguesa. Juanita era la “buena” niña, complemento del “buen” varón, adornada con grandes cualidades y virtudes. Recibe lecciones por partida doble, pues además de las que aprende de la maestra, en casa su madre comienza ya a instruirla sobre los quehaceres del hogar para que llegue a ser también una modélica ama de casa. Así se perpetuaba el patriarcado en la escuela como centro formador de madres de familia al cuidado del hogar, el marido y los hijos. La urbanidad femenina era por tanto mucho más estricta que la masculina, debido al papel ejemplarizante y formativo que se esperaba de unas esposas sin tacha que ya desde pequeñas debían comportarse como pequeñas damas angelicales que tienden a desvalorizar sus propias necesidades y deseos por los de las personas cercanas a las que cuidan. 

En el preámbulo se afirmaba que: “Juanita es una niña que aún no ha cumplido los ocho años. Es muy cariñosa con todo el mundo, y, por lo mismo, todos la quieren y le desean mucho bien. Y además de ser muy buena, es muy estudiosa. Su mamá va enseñándole poco a poco los quehaceres de la casa. También va a la escuela, y escucha con respeto y atención las explicaciones de la Maestra, se fija mucho en lo que ésta le dice, y lo conserva en la memoria para practicarlo. No cabe duda de que, siguiendo así, Juanita llegará a ser pronto una mujercita de su casa”.

 El librito formaba parte del método de lectura Lecciones de una madre que consta de cuatro partes: 
- Primera:  Ejercicios preliminares y fugas de palabras. 
- Segunda: La buena Juanita, nociones de urbanidad y cortesía en forma de 20 narraciones breves.                   
 En el capitulo VIII encontramos otro ejemplo del enseñar asustando como ya hemos visto en JuanitoNo os metáis los alfileres en la boca relata la historia de Casilda, una amiga de Juanita, muy hábil confeccionando ropa para sus muñecas que al coser se mete los alfileres en la boca para tener las manos libres. La imprudencia de esta niña se verifica cuando un día de improviso entra un perro y por el susto se traga dos agujas y un alfiler que le provocan la muerte entre atroces dolores. "Llorando, acompañó Juanita al féretro al cementerio, y se acordó siempre de tan triste ejemplo".
Este es el epílogo del libro:
Juanita conservó siempre en la memoria estos cuentecitos de su abuelita y las lecciones morales que de ellos se desprendían. De este modo, queriendo mucho a su mamá y a su papá, respetando a los ancianos, mirando a su  maestra como a su segunda madre, no deseando mal a nadie, haciendo todo el bien que podía, como manda nuestra santa Religión católica, apostólica, romana, y estudiando mucho, llegó a ser considerada como modelo de niñas y querida por todo el mundo. Niñas, imitad siempre a Juanita, y sed buenas y aplicadas si queréis ser felices.

-Tercera: Vocabulario caligráfico ilustrado
- Cuarta: Recuerdos históricos que tienen una finalidad pedagógica. 

Lo puedes leer o descargar aquí 

Flora o la educación de la niña

Paluzie encargó la redacción del libro Flora o la educación de una niña (1881) a la escritora Pilar Pascual de Sanjuán que definía el modelo de mujer convencional, basado en la diferenciación y en la exclusión, al que hay que imitar, pero intentando mejorar algo la autoestima y las condiciones de vida de las mujeres. 

Flora es una niña de clase media ilustrada, una familia de orden; el abuelo era militar retirado y el padre abogado; vivía con sus padres y sus abuelos paternos. La autora va describiendo la vida de Flora y refleja algunos tópicos acerca de las clases populares que reflejan el sentido paternalista propio de la épocaCon un estilo especialmente florido se la compara con un pequeño y delicado capullo que se convertirá en una fragante flor y con un fruto excelente cuya dulzura deleitará a todos los que alcanzan a probarlo. 

Las características principales de Flora eran la bondad, obediencia, prudencia, humildad e inocencia. A lo largo de la obra se ve cómo va desarrollando virtudes y conductas siguiendo las enseñanzas que su madre y su abuela le ofrecen en todas las ocasiones que se presentan. El padre también aparece como educador, pero se centra más en las cuestiones intelectuales que se consideraban imprescindibles para una niña de su época.
El libro se divide en tres partes, Flora párvula, Flora niña y Flora adolescente, que giran en torno a sus vivencias; contiene ilustraciones que representan escenas que se describen en el texto o que muestran lo que se está explicando, siendo la mayoría de Historia natural (elefante, abeja, cascada, volcán, barómetro, la Luna…). 

Este es el final del libro que termina con Flora felizmente casada: 

     Ya veis, queridas lectoras, el fruto de la esmerada educación que vuestra amiguita ha recibido. Os la he presentado en la cuna, hemos presenciado su desarrollo, la hemos visto iniciarse en los secretos de la naturaleza y adquirir los conocimientos útiles a la mujer, corregir los defectos que se insinuaban en su corazón de niña, robustecerse en la virtud con el apoyo de sus prudentes y sabios educadores y llegar a ser, después de una hija tierna, obediente y respetuosa, una esposa modelo y excelente madre". 

   Os he ofrecido un modelo, el imitarle no es difícil. ¡Dichosas vosotras si podéis superarlo!

Superarlo he dicho, porque con buena voluntad todo es posible, y así como en el corazón humano hay a veces insondables abismos de perversidad, que contrastan y aterran al que los profundiza, hay también tesoros de virtud, cuyo germen colocó en él la Providencia, y que convenientemente desarrollados convierten a los niños en ángeles de inocencia y de candor, al hombre y la mujer en seres, privilegiados que derraman la dicha en su familia y en su patria, y que honran y enaltecen la humanidad.


Lo puedes leer o descargar aquí

Otros libros didácticos para las niñas

A la buena Juanita Flora le siguieron otros libros didácticos destinados a la educación de las niñas, solían titularse con los nombres más utilizados de mujer: Carmencita, Flora, Juanita, Diana, Mari Sol. Eran modelos a imitar, un espejo en el que se miraban las pequeñas lectoras. A la niña de la época se la adornaba con metáforas botánicas (un “pensil” o “florilegio” de plantas delicadas, coloristas y perfumadas), como acompañamiento a su condición de “perla” o “ángel” del hogar. La higiene y la economía determinaban el gobierno de la casa, en el que la mujer también se aplicaría a las “labores” que aprendió en la escuela. En la calle, acomodará su conducta a las reglas de cortesía, recato y pudor. Mientras que al varón se le asignaba un carácter “viril”, procreador de la especie, y una “rosa de los vientos”, que le permitiría elegir el mejor camino hacia estudios o profesiones más en consonancia con su superior estatuto antropológico*. 

Las imágenes de anatomía que circularon en las escuelas en los siglos XIX y XX trataron de ocultar los órganos sexuales externos del hombre y de la mujer en la iconografía hasta hacerlos prácticamente invisibles. Cuando estas anatomías muestran el feto de la mujer embarazada lo hacen sacándolo fuera del cuerpo de la madre, a fin de ocultar la procedencia “natural” de los recién nacidos, y de salvaguardar de este modo la doctrina de la Iglesia en la materia. El pudor y el recato eran fundamentales: "Los modales de las niñas bien educadas deben ser como las tapias del jardín del cura: flores y no espinas. Es un jardín hermoso, niñas, el alma, y el cuerpo es el cercado que la resguarda. Guardad el cuerpo, y guardaréis las flores que tiene dentro" .

Para saber más

* Pág. 71  Agustín Escolano Benito, Flora o la educación de una niña  un estudio sobre la formación de la mujer en la sociedad tradicional, basada en la diferenciación y en la exclusión, categorías y valores que dominaron la educación de la “preciosa mitad del género humano”- https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/13326/1/Feminismos_13_05.pdfhttps://www.museoandaluzdelaeducacion.es/la-buena-juanita/

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