lunes, 10 de julio de 2023

Trasiego de sillas en los sesenta

 Las sillas son algo más que un mueble funcional que nos sirve para sentarnos, un objeto doméstico, un artefacto de trabajo o un instrumento de tortura. Desde su origen poseían fuertes significados relacionados con la divinidad, el poder y el rango, por lo que se reservaba para usos ceremoniales. Las sillas son el soporte para observar cómodamente el gran teatro del mundo, una forma de socializar con el entorno, un instrumento para estudiar la historia, un lugar privilegiado para los más pudientes, un símbolo de la competencia entre las personas y un puente entre lo privado y lo público. De ahí que cuando alguien se va de su sitio un momento (normalmente si está sentado mientras hay otros de pie), lo normal sea perderlo. Además, su uso y diseño reflejan distintas concepciones y valores del pasado y del presente. También han servido de inspiración al arte, como en el vídeo que aparece más adelante, y a la literatura, como la obra de teatro del absurdo de Ionesco Las sillas (1952), representada en un escenario lleno de sillas donde una pareja de ancianos solitarios recuerda su vida: la rutina, el aburrimiento, las humillaciones sufridas y las oportunidades perdidas.

Hace sesenta años asistía atónita al trajín de sillas que se llevaban los mayores, siempre evitando perderlas, para asistir a los actos públicos: las plegables, una novedad que transportábamos al cine al aire libre y a la playa; "las sillas vecinales" de las fiestas de Moros y Cristianos; y "las sillas de ir a misa". También jugaba al juego de las sillas, mientras oía el famoso refrán "quien fue a Sevilla perdió su silla". En mi casa, los sitios mejores eran para mis padres, luego venía el de mi hermana y por último el mío. En la imagen de la derecha posamos mi madre y yo en una playa de Alicante, de cuyo nombre no me acuerdo, rodeadas de sillas plegables de madera, en este caso, alquiladas

Las sillas vecinales 



Las sillas vecinales son toda una tradición en los pueblos, donde se tiene la costumbre de sacar una silla a la calle al final de la tarde para compartir con los vecinos el fresco de las calurosas noches de verano y para que los vecinos se pongan al día de las últimas novedades.

En la Comunidad Valenciana. la silla tradicional huertana de asiento bajo, construida con madera y enea, tiene su propio museo al aire libre de la Plana de l’Arc (Via set cadires) en Castellón. Consta de siete sillas gigantes de cuatro metros de altura con una inscripción en latín que son el gran reclamo turístico de los municipios que forman parte de la Plana de l'Arc.

Bajando las sillas (Villena, 1967)
Otro ejemplo de sillas vecinales son las que se colocaban en el itinerario de los desfiles de Moros y cristianos como se puede ver en la fotografía, donde una familia provista de sillas se dispone a buscar un sitio en el centro donde situarlas. 


La casa de mi abuelo estaba situada en La Corredera de Villena. Unos días antes de que dieran comienzo las fiestas, se colocaban en la acera de la fachada sillas desparejadas de enea de todos los tamaños y formas, casi siempre bajas, para que los de detrás pudieran ver el desfile. Se reservaban para los allegados, a veces se ataban entre sí para que nadie osase sustraerlas o moverlas. Detrás se situaban las sillas que colocaba el primero que llegase. Ignoro si esa costumbre era un privilegio o se correspondía con una aportación mayor a las arcas municipales de las casas de las calles principales. Los familiares y amigos veíamos la fiesta desde el balcón del piso principal. Ahora, el Ayuntamiento alquila en los mejores sitios unas sillas de plástico horrendas que proporciona una empresa de mobiliario festero. Aunque la costumbre de las tradicionales "sillas vecinales" todavía persiste con restricciones, ha sido sustituida por un servicio que esconde un negocio. Para ver el espectáculo tienes que pagar, pero todo el mundo tiene derecho a sentarse en la primera fila. 



"Las sillas de ir a misa" y los reclinatorios 

San Juan de los Reyes, s XIX
La silla de ir a misa nació por la necesidad de que los feligreses no estuvieran de pie durante la celebración de la misa, porque antiguamente las iglesias no estaban dotadas de bancos, a excepción de la silla en el altar mayor donde se sentaba el sacerdote, o la sillería reservada a los componentes del coro. 
A partir del siglo XIII, en algunas iglesias se empieza a registrar el uso de bancos sin respaldo, costumbre adoptada de los protestantes, que les permitía permanecer sentados durante las largas horas que los pastores dedicaban a dar sus sermones.  La introducción de bancos en los templos sólo se generalizó a partir del siglo XX. En el cuadro de Genaro Pérez Villaamil (1807-1854) De la Iglesia San Juan de los Reyes en Toledo se puede ver a la derecha el púlpito y a los fieles de pie. Con el tiempo, las clases más pudientes se hicieron con reclinatorios que llevaban sus iniciales y se guardaban en una capilla. El reclinatorio era, por tanto, era un rasgo de distinción para ocupar un sitio preferente, en primera línea, sin recibir empujones de los vecinos, un trozo de propiedad privada en un espacio que debería ser público. 

El cronista oficial de Algueña, Antonio Manuel Beltrá, en facebook (24 de abril) explica detalladamente la costumbres de acarrear a la iglesia distintos tipos de sillas según el nivel económico de las familias, sólo los burgueses utilizaban los reclinatorios. Un reclinatorio es un pequeño mueble de rezo, ligero para transportar sin esfuerzo, a modo de silla de cuatro patas no muy altas. Tiene dos funciones, según su colocación: situándolo delante sirve para arrodillarse, mientras que girándolo y colocándolo detrás sirve para sentarse. Se compone de una parte superior para reposar los brazos, un asiento y una pieza acolchada en la parte inferior, sobre la que apoyar las rodillas. 

Yo recuerdo los reclinatorios que abundaban en esos años en la iglesia de Santiago de Villena, sobre todo el de mi abuela Carmen Prats que por entonces ya no utilizaba; era modesto y sobrio, muy parecido al de la imagen, la tapicería era verde y tenía las iniciales CP escritas con tachuelas doradas en la parte superior. Una de nuestras diversiones era buscarlo por toda la iglesia cuando asistíamos a algún oficio religioso. Unos años después casi todos desaparecieron.Tal vez fueron los nuevos tiempos que trajo el Concilio Vaticano II. Seguro que acabarían en rastrillos o anticuarios. 

PD. Me informan que, desde hace tiempo en una urbanización de un pueblo de la sierra de Madrid, los bañistas encadenan sus sillas plegables en la piscina para que nadie las utilice ni las robe cuando se suben a su casa. Esa sería la modalidad de sillas encadenadas. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho tu blog, la forma tan amena que tienes de contarnos las cosas. Muchas gracias por tu referencia a mi publicación de las sillas de ir a misa. Un saludo del cronista oficial de Algueña.

Mª Ángeles Cuéllar dijo...

Muchas gracias, Antonio Manuel, por tu comentario. A mí también me gusta lo que escribes.

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