domingo, 23 de julio de 2023

Que te vete Chapete ( Bertolozzi y El landó de seis caballos)


Si no tenía ningún sentido el eslogan ofensivo acuñado por el Pp Que te vote Txapote, que incluso ofende a las víctimas del asesino, menos lo tiene el que ha presentado Borja Sémper para este verano: “Verano Azul”. Inmediatamente surgieron las críticas, en este caso bienhumoradas, Que te vote Chanquete, justamente el efecto contrario al deseado por el partido. 
Yo propongo que se incluya una nueva frase más literaria y apropiada que rima con la anterior: Que te vote Chapete. O, mejor aún: Que te vete Chapete.

El extraño nombre Chapete viene del  escritor e ilustrador Bartolozzi que publicó en los años veinte del siglo pasado un semanario infantil llamado Pinocho que obtuvo gran éxito. Para el creó el personaje de Chapete, su feroz  antagonista, un terrible muñeco de trapo que pretende eclipsar la gloria del famosísimo muñeco de madera. El aspecto físico de Chapete puede relacionarse con Humpy-Dumpy
 

Chapete es también el nombre del criado en una famosa obra de Víctor Ruiz Iriarte, El landó de seis caballos, estrenada en 1950. Ambientada en el comienzo en el Madrid de mediados del siglo XX, cuatro personajes variopintos (Rosita, Margarita, Florencio e Isabel) reciben invitaciones para acudir a una fiesta. Movidos por la curiosidad se acercan al caserío para encontrar una escena surrealista: cuatro ancianos ataviados a la moda de 1900 acomodados en un sofá y comportándose como si circularan en un coche de caballos por el Madrid de principios de siglo. El origen de todo está en la caída de Chapete, el chófer de la casa, que le dejó la mente anclada en aquel momento y lugar. Desde entonces, el resto de habitantes se fue acomodando a esa realidad paralela marginándose de lo que realmente sucedía fuera de los muros de la casa. 

Víctor Ruiz Iriarte divierte con esta farsa poética articulada con muchos juegos teatrales. Aparentemente nos presenta un divertimento para presentarnos una sociedad anclada en el pasado, decadente, sin relacionarse con lo que pasa fuera. Han pasado cincuenta años (y una guerra civil) y todo parece igual. Pero, al mismo tiempo, una joven pareja sueña con la posibilidad de vivir una existencia mejor en un mundo que aparentemente no deja espacio para ello, un almendro en flor en el escenario lo simboliza. En los difíciles años de la posguerra, su autor derrochaba ingenio con sus comedias amables para agradar sin herir a nadie. Gozó del favor del público y muchas de ellas se adaptaron a la televisión. En la vida personal, su enfermedad, acondroplasia, hizo que su carácter se fuera tiñendo de melancolía y soledad. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario