El chico de la moto acude a su cita telefónica, un placer para mis oídos, por lo menos una vez al año. Paz y sosiego. Humor y amor. Es mi príncipe feliz, mi Llanero Solitario, mi Tulipán Negro, mi Caballero de la Armadura. Insultantemente joven. Eternamente azul. Precozmente valiente. Injustamente ausente.
Ahora construye aviones.
Le fallé. Mi inmadurez y mi cobardía hicieron imposible cruzar juntos esta larga travesía que no sé adónde conduce. ¿Cómo serían los hijos que no tuvimos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario