Paseando por Alberto Aguilera* me he encontrado con una decoración inusual en la fachada de un palacete del siglo XIX: guirnaldas,
calaveras y esqueletos confeccionados con flores de colores de la artista Betsabeé
Romero. Y es que esta dependencia municipal, inaugurada este mes de octubre, ha
sido cedida a la embajada de México de forma gratuita por diez años,
prorrogables hasta un máximo de 50. Este año se celebrará allí la conocida Fiesta
de los Difuntos que se remonta a la unión de los ritos religiosos de los
indígenas y el catolicismo de los colonizadores. Chamberí se llenará de color,
música, altares en honor de los antepasados fallecidos, ofrendas gastronómicas
y florales. Una fiesta que celebra la vida para mofarse de la muerte, más
cercana a la tradición española que el importado Halloween anglosajón.
Hasta aquí todo perfecto, si no fuera porque el edificio antes albergaba las instalaciones del Samur que se han tenido que trasladar a la calle san Bernardo, junto con los bomberos, y han contribuido aún más a deteriorar el maltratado barrio de Malasaña, atascado de coches, pisos turísticos, drogas, ruido y suciedad, con unas instalaciones sanitarias deficientes, pocas zonas verdes y sin lugares de reunión para los sufridos vecinos. Aquí el Ayuntamiento no ha pedido nuestra opinión sobre esta medida ni tampoco sabemos lo que ha costado. Una vez más el dinero de todos los ciudadanos parece quedarse en los barrios ricos. ¡Pobre barrio mío!
*A los que llevamos viviendo mucho tiempo en Madrid nos cuesta referirnos a la zona de los bulevares cercana a Argüelles como barrio de Chamberí. La nueva denominación se la debemos al alcalde Ruiz Gallardón.