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miércoles, 29 de diciembre de 2021

Los balnearios de la playa del Postiguet (Alicante)


    
 De Madrid vino un Almirante

llamado Guillermo Delicias
tuvo relaciones con Rosa Florida
perdió la Confianza
y se caso con Estrella.
Tuvieron tres hijas
que fueron Alhambra,
Diana y Alianza.

(Poema Tradicional Alicantino sobre los Balnearios del Postiguet)

 

Ferrocarril y baños fueron dos conceptos modernos y, en cierta medida, interdependientes. El ferrocarril era la imagen del progreso, de la velocidad, de la exactitud, de la movilidad, de una nueva forma de viajar a destinos desconocidos; el baño de mar era sinónimo de salud, de higiene, de deporte, esparcimiento y relación social. A partir de 1830, tras la aparición del ferrocarril en Europa, todas las compañías explotadoras de Caminos de Hierro ofertan viajes directos a las estaciones balnearias. Incluso las típicas Guías de Ferrocarril, que nos dan una visión rápida de las ciudades y monumentos de las poblaciones que atraviesan, nunca dejaban de citar estos establecimientos. Alicante fue la primera ciudad costera comunicada por ferrocarril con la capital española (1858), lo que supuso el inicio de la actividad turística en la zona, la nueva apertura al mar y la proliferación de los balnearios. Neptuno, La Alianza, Diana, Las Delicias, eran algunos de los nombres de las populares casas de baños a las que los turistas acudían para alojarse y disfrutar de sus días en la playa. Gracias a la crónica que envió un turista inglés al diario Times, sabemos que el bullicio comenzaba desde bien temprano, que para acceder al baño existía una separación entre zona para hombres y zona para mujeres, o, que tras la comida, todo el mundo aprovechaba para descansar y echarse la siesta. Los balnearios mantuvieron todo su esplendor hasta 1938, cuando varias bombas los destruyeron, reduciéndolos a simples pilares de madera sobre la playa. Solamente dos de ellos volvieron a resurgir de sus cenizas: La Alianza y La Alhambra. Ambos continuaron en funcionamiento hasta 1969, año en el que fueron expropiados por el Ayuntamiento debido a las remodelaciones de la zona.


Las casas de baños consistían en sencillas construcciones en madera de una planta, que se adentraban en el mar a modo de plataformas cubiertas sobre pilotes enclavados en el lecho marino. Solían tener distribuciones similares, bien con planta longitudinal y largos corredores en torno a un hueco central, al que volcaban las estancias independientes para el baño, o bien con planta en forma de cruz. Se montaban para la temporada de baños y se retiraban cuando la época estival llegaba a su fin. Ofrecían al bañista todo tipo de servicios, no solo para la puesta en práctica de la talasoterapia, sino también para amenizar las horas de asueto. En torno a estos establecimientos se desarrollaron toda una serie de actividades complementarias que modificaron la fachada marítima de la ciudad. Se abrieron nuevos hoteles y restaurantes para dar servicio a los visitantes y se realizaban conciertos, ferias o teatros al aire libre para amenizar el tiempo de ocio una vez acabada la hora del baño. 

En la postal de la derecha se puede ver lo que quedaban de los balnearios a principios de los años 60 del siglo pasado. Debía tener seis o siete años cuando acudí con mi familia a uno de ellos, las chicas nos cambiamos en un pequeño vestuario y nos tiramos al mar por una estrecha escalera. Recuerdo la extraña sensación que tuve al meterme en el agua turbia llena de algas que se adherían a mi bañador  como si fuesen sanguijuelas. Acostumbrada a bañarme en playas abiertas y piscinas, la experiencia no me resultó agradable. No repetimos. 

Después acudimos al Hotel Palas para saborear los famosos canelones, rito que mantuvimos hasta la muerte de mi padre. Sin duda, la playa del Postiguet ganó en limpieza y amplitud sin los entramados de madera. 

Alicante tuvo el primer tren y los primeros balnearios, un turismo popular que viajaba con un botijo convirtió a la ciudad en la llamada playa de Madrid. Los medios económicos de estos viajeros no estaban a la altura de los de los balnearios de las playas del norte, frecuentados por la alta burguesía y la nobleza.

Para terminar este viaje entretenido en torno al tren que ha durado un mes, vuelvo a los inicios y me permito incluir un folleto (tren+balnearios) de los Caminos de Hierro del Norte de España con su hermosa estrella roja. 

sábado, 25 de diciembre de 2021

Orígenes del turismo popular: El "Tren botijo" Madrid- Alicante (1893-1927)


A veces tengo la sensación de que todo está inventado para bien o para mal, la lectura del reportaje, Viaje relámpago de Madrid a Benidorm con el bus playero de los latinos, que nos acerca a los viajes económicos de ida y vuelta en un solo día  para disfrutar la playa sin gastar mucho, me ha hecho recordar el "Tren Botijo". A finales del siglo XIX la costumbre de veranear fue calando entre las clases populares de Madrid. El periodista Ramiro Mestre Martínez creó lo que algunos han denominado la primera agencia de viajes al organizar de 1893 a 1917 un servicio especial de trenes a Alicante, los bautizó como "Botijo expreso" porque los usuarios solían complementar su equipaje con botijos para combatir la sed y el calor durante el viaje y a sus viajeros los nombró miembros de la "orden botijil". Como redactor del diario La Correspondencia, narró en sus crónicas las incidencias del viaje Madrid-Alicante. Una vez en la estación, eran recogidos por los carruajes de los diferentes balnearios delEntonces, el trayecto se prolongaba alrededor de 20 horas y eran utilizados por unos 30.000 viajeros por año. Aunque más adelante hubo trenes-botijo con destino a distintas ciudades, el primero y el que dio nombre a todos los demás fue el de Alicante.


De la segunda expedición de 1893, Mestre Martínez hace un ameno relato publicado en varios días a partir del lunes 4 de septiembre de 1893:

DESDE MADRID A ALICANTE
ó
El segundo tren botijo
"¡Llegó el venturoso día!
Se aproxima el momento histórico en que centenares de hijos del pueblo, de entusiasmo henchidos, van a ser empaquetados y esperan disfrutar de las múltiples delicias que ha de ofrecer el tren botijo, o sea de recreo.
La compañía del ferrocarril de Madrid a Zaragoza y a Alicante, al fijar a mediados del pasado mes, en los puntos céntricos de Madrid, el anuncio de estos viajes, fijando el tan inverosímil o misterioso precio de 12 pesetas,..., puede decir ciertamente que ha conseguido levantar de cascos a multitud de familias, las cuales jamás pudieron creer habrían de visitar otro puerto que el del proceloso Manzanares, o a lo sumo el de la Virgen del Puerto. 
El entusiasmo de las gentes por trasladarse a la playa alicantina, ha subido de punto, desde que los viajeros que constituyeron la primera hornada que se coció el 20 del mes último, regresaron hace tres días a Madrid, y han expuesto a sus convecinos sus impresiones de viaje, hablándoles de ¡la mar!.
Y que el entusiasmo cunde por este viaje archi-botijo, lo declara la siguiente copla que ha tomado carta de naturaleza, desde hace unos días, en los barrios de la Inclusa, cuya copla ha sacado de su cabeza el leído Porrete , tan popular en el barrio de Cabestreros. Hela aquí:
 Quien no viajó en tren botijo
ni tuvo juerga en su calle
ni lo quiso una morena,...
ha venido al mundo en balde."

... el capricho (los que gocen excelente salud) de suponer padecen de jaqueca, reuma o ataques nerviosos, haciéndose así la ilusión de la imperiosa necesidad que tienen de distraer las doce pesetas para remojar su físico en el mar alicantino.
¡Ya no hay clases!
Todas las personas de cualquier condición que sean pueden permitirse el lujo de imaginarse enfermas.



Para saber más:

Revista Blanco y negro 


martes, 21 de diciembre de 2021

El Chicharra, desaparecido tren de vía estrecha de la VAY (Villena, Alcoy, Yecla)

En verde el recorrido del tren

Como hemos visto en el vídeo Villena y el ferrocarril de la entrada anterior, de esta estación partía también un tren de vía estrecha de mercancías y viajeros: el VAY, llamado popularmente "Chicharra" (en valenciano, "Xixarra") por el ruido que hacía, el polvo que levantaba y lo despacio que iba. La importancia que el Chicharra tuvo en el desarrollo económico y social de Villena y los pueblos por donde circulaba fue extraordinaria; se generó riqueza fomentando el transporte, el comercio y el empleo en las comarcas valencianas y murcianas desde 1884 hasta 1969. Nació para dar salida a determinados productos industriales y agrícolas abriendo una importante vía de comunicación trasversal que llegaba hasta el mar. 

 El tren VAY fue un proyecto de la Compañía de Trenes Vecinales a vapor, para unir la huerta alicantina con la ciudad, su recorrido comprendía 134 kilómetros, uniendo las localidades Alcoy, Villena, Yecla, Jumilla y Cieza. con las dos importantes líneas ferroviarias de Madrid-Alicante de MZA en Villena y la de Almansa a Valencia, ya en propiedad de la Compañía del Norte, en Alcudia. El primer tramo construido fue el de Villena a Banyeres y el segundo el de Banyeres a Bocairent en 1885. En 1887 se alcanzó Yecla desde Villena. Incluso se instauró un servicio combinado de diligencia entre Banyeres y Alcoy hasta que el ferrocarril pudiera llegar a esta ciudad. Sólo llegó a Muro, el otro tramo, entre Muro y Alcoi pertenecía al ferrocarril de Gandía a Alcoy, regido en un principio por la compañía The Alcoy Gandía and Harbour Railway Co.Ltd. fue llamado el Tren de los ingleses.

Los primeros años sesenta fueron críticos porque tenía que competir con el automóvil. En 1965, FEVE (Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha) se hizo cargo del ferrocarril, mantuvo los mismos servicios y vehículos pero efectuó muy pocas labores de mantenimiento. El Gobierno decidió su clausura en febrero de 1969. Actualmente, varios tramos del recorrido del ferrocarril de vía estrecha de esta zona han sido reconvertidos en vía verde para el tránsito peatonal y ciclista y existe un proyecto de museo que están promoviendo en Villena. 

Los villeneros que viajaron en él siempre lo han recordado con nostalgia y diversión. Cuentan numerosas anécdotas de esos viajes, por ejemplo, que el tren carecía de retretes, los pasajeros debían hacer sus necesidades en las estaciones que estaban muy cercanas unas de otras y los maquinistas esperaban el tiempo oportuno para que los viajeros pudiesen seguir su viaje más tranquilos y sosegados. A veces iba tan despacio que aprovechaban para dar un paseo por las vías. También que en verano se achicharraban, además hablaban tanto entre ellos que parecían chicharras. 

La locomotora de vapor y los coches -conocidos como autovías- habían sido construidos en Alemania en 1883, tenían un aire romántico con balconcillos para ver el paisaje. Los asientos de madera (luego tapizados en skay o polipiel) eran incómodos y con los años resultaron poco prácticos. Después toda la maquinaria se construiría artesanalmente en los talleres situados Villena. La empresa llegó a tener casi 200 trabajadores.

El Chicharra de poca potencia, modesto, incómodo y casi autosuficiente, no es muy conocido fuera de las comarcas que recorría con su ruido estridulante. Su vida fue breve como la de todas las cigarras, apenas 85 años. La única transformación de este insecto hemíptero fue pasar del vapor a la automoción mecánica, de la madera al metal. Pero dejo su impronta en las gentes de la zona que son tan emprendedoras como alegres y habladoras.

La cercanía y las relaciones personales que se establecían en este ferrocarril nada tienen que ver con la nueva estación del AVE de Villena (junio, 2013), un promontorio en medio de la nada. Alrededor solo hay bancales y tres caminos forestales por los que los viajeros se pierden antes de llegar a su destino.

 
El tesorero de la Asociación de Amigos del Chicharra de Villena, Juan Milán, cuenta los últimos día de La VAY.

Después de la presentación, las primeras imágenes de la película de Jesús Franco, El conde Drácula (1.970), están rodadas en la estación del ferrocarril la VAY de Villena en 1969.


Video del documental "Spanish narrow gauge steam" grabado por el inglés Geoff Todd en la breve vía hermana de Alcoy-Gandía (Primavera de 1967).


viernes, 17 de diciembre de 2021

Estación de Villena (Compañía de Ferrocarriles MZA)


Soy nieta y bisnieta de ferroviarios. así que tengo el gen de la puntualidad metido en la sangre. Mis primeros recuerdos del tren se remontan a los años 60, cuando toda la familia iba a pasar el verano en Villena. No teníamos casa, nos dividíamos entre los Bravo y los Caturla para poder dormir. Dábamos la lata, pero no había forma de cambiar la costumbre. Los trenes entonces eran de carbón y el expreso nocturno, que llevaba el correo, tardaba horas en llegar, porque paraba en todas las estaciones. A la llegada nos encontrábamos a toda la familia esperándonos como si viviésemos a mil kilómetros. Recuerdo mi cara y mi pelo llenos de hollín. A la vuelta a Madrid, mi abuelo nos llevaba con una hora de antelación a la estación porque así presumía ante sus amigos de su familia. Mientras él disfrutaba, los cuatro, llenos de maletas, bultos y polvorones, aguantábamos cómo podíamos la espera interminable en el andén. Recuerdo los nervios de mis padres ante la dificultad de dar con el tren y el compartimento por pasillos atestados de gente de pie. Viajar en tren, por los caminos de hierro, era toda una aventura. 

La Compañía de Ferrocarriles MZA fue una de las grandes compañías ferroviarias españolas junto a la del Norte. Las dos compañías rivales acabaron juntas en 1941, cuando se decretó la nacionalización de todos los ferrocarriles de vía ancha. MZA fue creada  en 1856, participaron en su capital la Banca Rothschild, el Grand Central francés y el Marqués de Salamanca. La construcción de este ferrocarril se divide en tres partes, comenzando por la inauguración del Ferrocarril Madrid-Aranjuez en 1851 y la prolongación posterior hasta Almansa y, más tarde hacia Alicante, financiadas y construidas por José de Salamanca Mayol. Las dos otras importantes líneas ferroviarias fueron la de Madrid-Zaragoza y la de Córdoba-Sevilla. La estación de Villena se inauguró en 1858, en el viaje inaugural viajó la reina Isabel II, que realizó un pequeño descanso en la ciudad, para lo que se habilitó el Paseo de la Reina, actual Paseo de Ruperto Chapí. El edificio, de segunda clase, se ha conservado casi sin modificar hasta la actualidad. 

A mi abuelo Emilio Cuéllar de la Torre, hijo de jefe de estación,  que trabajó como revisor en la Compañía de Ferrocarriles MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante) antes de casarse en Villena con mi abuela Ángeles Caturla, le hubiese gustado el trabajo de José Francisco Pascual del colegio Nuestra Señora de los Dolores: Historia del ferrocarril: Villena y la reina Isabel II.

El  interesante artículo (El ferrocarril Madrid-Alicante) de Gonzalo Roger incluye un reportaje del escritor Pedro Antonio de Alarcón con sus impresiones personales sobre la inauguración del  F. C. Madrid-Alicante.

Jean Laurent, el fotógrafo francés que retrató la España del siglo XIX, también fotografió la línea Madrid-Alicante en 1858. El álbum ferroviario titulado “Camino de hierro de Madrid a Alicante. Vistas principales de la línea” sería uno de los primeros álbumes de fotografía ferroviaria. En este álbum se recogen diferentes vistas en la que se combina imágenes de algunas de las principales ciudades que atraviesa la línea como, Madrid, Aranjuez, Villena, Elda, Sax o Alicante, con otras de infraestructuras ferroviarias como el puente sobre el Jarama, los puentes sobre el Tajo, ambos en Aranjuez, el puente y el túnel de Elda, el castillo y la estación de Sax o el puente metálico en Monóvar.

 En la imagen inferior se puede ver a su ayudante en el carruaje- laboratorio que utilizaban para preparar y revelar las placas de vidrio al colodión en 1872 en sus viajes por España. 


domingo, 6 de septiembre de 2020

Trencadís: técnica espontánea y creativa

Madrid no tiene mar. Es una pena. Ojalá los arquitectos que forjaron la fisonomía de Madrid hubiesen sido menos mesetarios y más mediterráneos, así hubiesen sustituido o completado el granito de la sierra de Guadarrama con la técnica multicolor de los azulejos que heredamos de los árabes, así hubiesen unido los fuegos artificiales a una estructura sólida. Ojalá tuviésemos un parque Güell para compensar la lejanía de las luces, sonidos y colores del Mediterráneo. Todos hubiésemos ganado, porque no somos una estructura monolítica que nos hace iguales a los demás, sino que estamos formados de distintos componentes que nos hacen ser únicos. Somos amalgamas formadas por distintas teselas producto de nuestros genes que nos emparentan con distintas culturas. 
 Este verano he aprendido una nueva palabra: "el trencadís". Las macetas coloristas que hay en el patio de casa Zoilo de Villena están basadas en esa técnica. El trencadís (término de la lengua catalana que podría traducirse como troceado o 'picadillo'), introducido por Antoni Gaudí, es un tipo de aplicación ornamental del mosaico a partir de fragmentos cerámicos —básicamente azulejos— unidos con argamasa; muy habitual y característico en la arquitectura modernista catalana. La técnica se basa en la improvisación, el reciclaje y la adaptabilidad. ¿Se puede pedir más? No se realizan diseños previos como en el mosaico, es una técnica espontánea y creativa. Los materiales utilizados son la cerámica cotidiana desechable: baldosas en mayor proporción y algunas vasijas, platos o botellas ocasionalmente.



https://trencadisenbarcelona.wordpress.com/2016/11/30/como-se-hace-un-trencadis/

domingo, 26 de julio de 2020

Los problemas de visión de Galdós

Se ha dicho de Pérez Galdós que murió pobre, solo y ciego. La única verdad es la última. Lo de pobre y solo se ha exagerado como en el caso de otros escritores que vimos estampados en otros billetes de las antiguas pesetas: Bécquer y Rosalía de Castro, tal vez un sarcasmo que refleja las dificultades de muchos escritores si querían vivir solo de su pluma.  


Imágen del entierro de Galdós
Galdós siempre fue muy generoso, tuvo problemas económicos, es cierto, pero poseía bienes inmuebles y vivió al amparo de su familia a la que se le daban mejor los negocios que a él ("Mientras más libros vendo, menos dinero gano. Voy a ser el único editor que se haya arruinado a fuerza de vender muchas ediciones"). Tampoco le abandonaron sus amigos, tenía muchos, y cuando murió una multitud de madrileños asistió a su entierro.
La ceguera que padeció el autor aparece de forma reiterada en sus personajes, desde el principio de su obra literaria, pero sobre todo en su etapa final de modo autobiográfico ( Ver el enlace La ceguera y otras enfermedades oculares en las novelas de Galdós). Comenzó con problemas de visión antes de los cuarenta años. Más tarde padeció una iritis (diagnosticada por su amigo Marañón) y cataratas bilaterales, más acentuada en el ojo izquierdo, de las que fue operado en 1911 y 1912 por el Dr. M. Márquez y su mujer, Trinidad Arroyo, la primera oftalmóloga española. La descripción pormenorizada de las operaciones que le produjeron la ceguera están descritas con todo detalle en la biografía de Yolanda Arencibia que figura en la entrada anterior del blog. Todo indica que pudo perder la visión por una sífilis terciaria, una enfermedad de gran prevalencia en la época y que el autor describe en su novela Lo prohibido donde cuenta la vida licenciosa de un solterón.
 El 24 de agosto de 1907, don Benito escribe a su hija María de 16 años y le corrige con humor su ortografía: «No se escribe ‘hojo’, que es un gran disparate. Se escribe ‘ojo’. Esa ‘h’ es una catarata que le has puesto al ojo, y para cataratas bastante tengo con las mías.»
Galdós retratado por Alfonso Sánchez 1910
En el episodio nacional Cánovas (1912), el narrador-testigo,Tito Liviano (bautizado así en honor del historiador Tito Livio) cae enfermo y durante algún tiempo está ciego (como lo estaba Galdós mientras dictaba el episodio). Tito ve mejor lo no visible, quien no puede ver lo de fuera es quien mejor verá lo de dentro y en las alucinaciones de la temporal ceguera va decantándose su juicio, y agudizándose reflexión y presentimientos:
 " Después de Semana Santa empecé a notar que mi vista se nublaba; sentía como arenillas en los ojos, sin que de ello me aliviasen los cuidados de Casiana, que dos o tres veces al día bañaba con agua de rosas mis pupilas enfermas. Los patrones me recomendaron ejercicio y distracción. Conforme con este tratamiento elemental, mi compañera sacábame de paseo todas las tardes; pero mi vista mermaba tan rápidamente, que a los pocos días de estas divagaciones por el Botánico y Ronda de Atocha, tuve que agarrarme al brazo de mi leal Casianilla para no tropezar con los transeúntes. Al propio tiempo crecía la fotofobia, y ni aun amparando mis ojos con gafas negras érame posible resistir la viveza de la luz en plena calle. Fue menester reducir los paseos a la hora crepuscular, motivo mayor de tristeza y abatimiento. Siguieron a esto dolores en las sienes, vascularización en la córnea, que perdía su brillo, tomando según me dijeron un aspecto mate, sanguíneo (...).
Terminó el diagnóstico con el nombre científico y un tanto enrevesado de lo que yo padecía. No se me olvida aquel nombre, que fue como un rótulo, clavado por el médico en mi frente: Queratitis Parenquimatosa». Desde aquella tarde quedamos unidos con vínculo estrecho mi Queratitis y yo, cual un matrimonio doloroso que había de durar hasta que la ciencia del oculista nos divorciara. Fortalecido por mi paciencia, de la que hice acopio exuberante, cargaba mi cruz y con ella recorría el agrio camino de la vida hora tras hora, semana tras semana. Recluso en mi habitación, sumido en intensa obscuridad, yo no distinguía los días de las noches, ni un día de otro, ni apreciaba el principio y fin de cada semana. Era para mí el tiempo un concepto indiviso, una extensión sin grados ni dobleces. Las únicas interrupciones de la continuidad eran los momentos en que me hacían la cura de los ojos el doctor o su ayudante. Mi ceguera llegó a ser absoluta, mis ojos inflamados dábanme la sensación de dos ascuas mal contenidas dentro de las órbitas. Los fomentos calientes y las duchas de vapor, que me administraba el ayudante del oculista, aliviábanme a ratos. Casianilla me servía con puntual solicitud la medicación interna, mercuriales, antisépticos... Cuando a mis oídos llegaba el tintín de la cucharilla revolviendo las dosis terapéuticas en el vaso de agua, sentía yo cierto regocijo. Aquel rumor cristalino era mi único reloj, y por él tenía yo un vago conocimiento de las horas... En cierto modo imitaba el ritmo de la Queratitis, arrullándome en sus duros brazos... Mi existencia no era más que una sombra encerrada en ancha caverna, que ya me parecía roja, ya de un tinte violáceo surcado de ráfagas verdes"*.
En el verano de 1915, don Benito le confiesa a su amigo santanderino Barrio y Bravo: «No puedo, no puedo hacer apenas nada con estos dichosos ojos, que son mis tiranos. Lo que yo quisiera hacer he de aplazarlo forzosamente, no sé hasta cuándo. Ahora tengo que contentarme con dictar cosas cortas».
Entre 1913 y 1920 Galdós parece la figura de El abuelo, es un anciano alto, huesudo, pálido, un poco encorvado. Camina torpe y arrastrando los pies. El bigote amarillo de nicotina le cae sobre la boca. Le queda una pelambre canosa y lacia. Unas gafas negras le enternecen los ojos ya sin luz. Viste con descuido prendas sumamente holgadas: un abrigo largo, una bufanda arrollada al cuello, un flexible dejado de cualquier modo sobre la cabeza. Su mano derecha se apoya en un viejo bastón, su garrote. La izquierda se coge al brazo de quien le sirve de lazarillo. Falleció el 4 de enero de 1920 en su domicilio de la calle de Hilarión Eslava número 7 que poseía su sobrino José Hurtado de Mendoza.

 Todos estos datos los he conocido después de operarme de cataratas y me han puesto el vello de punta, menos mal que los tiempos avanzan que es una barbaridad, sobre todo en cirugía ocular. Han servido para acercarme a mi abuela Ángeles Caturla que, después de visitar a distintos oftalmólogos, incluido Barraquer, se quedó ciega por un glaucoma a mediados del siglo pasado. A mí no me llegó a conocer a través de la vista.

*Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso, del profesor, investigador e historiador Francisco Cánovas Sánchez (2019).

jueves, 27 de febrero de 2020

Vicente Valero Costa, La huella del Ángel


En diciembre del 2019 se presentó el libro “La Huella del Ángel” de Vicente Valero Costa, politólogo villenense que, entre otros cometidos, ha sido director del Instituto Cervantes en Paraguay y París, Gobernador Civil de Tarragona y Huesca y Consejero de Educación y Cultura en las embajadas de España en Roma y Atenas. Esta novela histórica nos sumerge en los avatares que llevaron a la creación del Principado de Villena en 1333, el primero de España –aún antes que el de Asturias–, otorgado por el rey de Aragón Alfonso IV El Benigno a Don Juan Manuel, Señor de Villena y sobrino del rey de Castilla Alfonso X El Sabio. Además de reivindicar este hecho, el libro tiene un segundo objetivo: “poner de manifiesto que el primer desfile documentado en la historia de Moros y Cristianos se celebró en Villena en 1330, con motivo del bautizo del hijo de Don Juan Manuel y el juramento de fidelidad que le prestaron sus vasallos.
La acción se sitúa en la Castilla de los siglos XIII y XIV para relatarnos la evolución histórica del linaje de los Manuel, descendientes de la fusión de las estirpes de Fernando III el Santo y Beatriz de Suabia. La misteriosa huella del ángel, pequeña mancha en la piel del pecho, al lado de la tetilla izquierda con forma de lucero o estrella, fruto del pellizco de un querubín, se reproducirá generación tras generación en todos los nacidos de ese linaje.
En 1985, siendo gobernador civil de la provincia de Tarragona, Vicente, con 35 años, recibió dos impactos de bala, uno en el pecho y otro en el cuello, cuando intentaba negociar la rendición de un atracador, Juan Manzanares Ros, que se había hecho fuerte en el interior de la sucursal del Banco de Sabadell en Valls (Tarragona) después de retener a ocho personas. Del suceso se hicieron eco todos los periódicos del momento.

Sede Universitaria de Villena. Iniciativa "La voz de nuestra escritura". Fragmento de “La huella del ángel” leído por su autor, Vicente Valero Costa.




viernes, 17 de enero de 2020

Almanaque: Hasta san Antón, pascuas son



                                                               Oh glorioso san Antón
                                                            siempre te encuentro leyendo,
                                                               si nunca pasas la hoja
                                                            ¿qué leches estás haciendo?

                                                                              [copla popular]

El 17 de enero se celebra la festividad de san Antón o san Antonio abad, patrón de los animales. Se trata de una de las celebraciones más importantes de las fiestas de invierno y es costumbre muy extendida el llevar a la iglesia animales domésticos o de trabajo para su bendición.  
Seguir leyendo en el blog Almanaque, Pliegos de cordel, tradición oral, romancero...


Las Fiestas de San Antón cuentan con una larga tradición en Villena. Se celebran dentro del centro histórico, en el barrio que lleva el nombre del santo. Durante esos días los vecinos y vecinas se reúnen alrededor de la hoguera, junto a la ermita del santo, para soportar el frío invierno y degustar las famosas toñas, dulce típico.


martes, 10 de diciembre de 2019

La cascaruja de Peter Hassell, el mazapán y las luces navideñas

Hay cosas que son inequívocamente navideñas para mí: la felicitación de Peter Hassell, los mazapanes de Gracia y las luces de la ciudad. No sé cómo compensar el inmenso regalo que me hacen mis dos amigos, alimentan mi espíritu y mi cuerpo. Peter ha pintado lo que en mi pueblo llamamos cascaruja, murcianismo por cascajo, conjunto de frutas de cáscara seca (almendras, nueces, castañas, avellanas), acompañadas de higos secos que se colocaban en una bandeja con un cascanueces para nuestro entretenimiento al final de la comida. La palabra la asocio siempre con el companaje, cultismo latino, que hace referencia al plato de los fiambres (jamón, chorizo, morcilla, longaniza) y queso que se toman con pan y que se coloca en la mesa para que ningún comensal se quede con hambre, sobre todo si se había presentado de improviso.

Los mazapanes de San Martín de Pusa (Toledo) son exquisitos, están elaborados con almendra de calidad, hechos a mano y cocidos al fuego de retama que hace que estén endurecidos por fuera y jugosos por dentro. Hay que hacer un esfuerzo para empezar solo por una figurilla (caracol, trompeta, jamón, conejito) y acabar con una empanadilla rellena de dulce de yema.

Este año he decorado por primera vez mi terraza con sencillas luces led compradas en las rebajas, evitando los tonos morados, los rosas fucsias ("furcias" que decía con gracia una alumna mía) y granates que han proliferado por Madrid. Las diminutas doscientas luces desde ayer me alegran y me quitan la morriña que me invade en estos días. Aunque me he pasado, parece Cortylandia. Creo que me servirán también para el verano.

lunes, 9 de diciembre de 2019

El eco de la piel de Elia Barceló, un culebrón entre zapatos


Nunca se sabe por qué se elige una novela actual entre otras. Lo normal es que hayas leído una reseña, te la hayan recomendado o te la regalen. Leí El eco de la piel de Elia Barceló, especialista en novela juvenil, por tres motivos extraliterarios: me gustó la portada de la artista Lita Cabellut; la autora es de Elda, pueblo cerca de Villena; y, por último, el tema versaba sobre la historia de una mujer que había creado un entramado empresarial a partir de una fábrica de calzado, actividad a la que se dedicó la familia de mi padre desde finales del siglo XIX.
El argumento, en apariencia simple, enseguida se vuelve complicado. Encargada de escribir una biografía, la mileurista Sandra volverá a su pueblo, Monastil*, para desentrañar la vida misteriosa de una mujer excepcional en su tiempo, Ofelia Arráez. Yo esperaba una novela histórica, bien documentada, sobre una familia de fabricantes de calzado y me he encontrado con una novela sentimental parecida al guion de una telenovela que, partiendo de la guerra civil, trata de manera superficial ambiciones, secretos inconfesables, venganzas, problemas de identidad sexual, mafia rusa... Un Falcón Crest en Levante sobre la industria zapatera. El culebrón acaba siendo una reivindicación del colectivo LGTB. Faltan descripciones y análisis profundos de los personajes cuyas peripecias se ven venir a pesar de los trucos narrativos. La autora escribe bien, tiene técnica, es amena, domina los resortes tradicionales de la narración para crear una intriga, pero no convence, ni emociona, ni destaca por su estilo literario.
Villena solo se cita en el libro en un par de ocasiones como el nudo de comunicaciones más importante de la zona, la última para hacer una leve crítica a la nueva estación del AVE en medio de ninguna parte.
La novela sobre el desarrollo de la industria del calzado en esta zona de Levante por ahora no tiene quien la escriba.

*  Monastil es el poblado íbero-romano que dio lugar a la ciudad de Elda.


domingo, 22 de septiembre de 2019

Así Jacobo pasó a ser conocido como el Chino


Los apodos o motes han tenido una gran importancia como signo de identidad a lo largo de la historia. Un apodo, según el Diccionario de la RAE, es un nombre dado a una persona, inspirado en sus defectos corporales o alguna otra característica o circunstancia. El mote no entiende de clases sociales ya que no es exclusivo del pueblo llano, ni de la realeza, ni de la divinidad y se impone con mayor o menor fortuna. De hecho, es frecuente que el último en enterarse de su mote sea el afectado, excepto los que debido a su profesión se los asignan ellos mismos, como en el caso del nombre artístico. Los sobrenombres buscan su inspiración en las profesiones, la procedencia, las particularidades físicas, las marcas comerciales, los nombres o apellidos deformados, los animales o las frases hechas.  En la actualidad es más propio de las zonas rurales, donde todo el mundo se conoce, que en las ciudades. En mi pueblo se utilizan mucho y hay que reconocer la gracia y el salero con los que se aplican en algunos casos. Allí los Caturla somos conocidos como los de las Punchas (haciendo referencia a la fábrica de clavos de la familia que ya no existe) y los Rodes como los de los Sondeos (empresa dedicada a la prospección de aguas).

Jacobo, el amigo de mi sobrina (que no novio) ha pasado a ser conocido como el Chino gracias al sentido del humor de la familia. Ni que decir tiene que Jacobo no es originario de China, ni tiene rasgos asiáticos, es ingeniero y tenista; pero, dado lo arcaico del nombre difícil de pronunciar y cuyo diminutivo, Jaco, es sinónimo de la heroína o de un caballo de mal aspecto, nos resulta más fácil llamarle por su apodo que no tiene nada que ver con una cualidad suya, sino con una anécdota casual de este verano como resultado de una elipsis gramatical. Veamos.

·       Marisa, la madre de Marta
·       Tere, la tía
·       Isabel, la prima de trece años
·       
(Casa Zoilo, a las 12 de la mañana un día de agosto)

Marisa:  Voy a Villena, ¿queréis que os traiga algo?
Tere: ¿Qué tienes que hacer?
Marisa:  Ir al tren a recoger a Marta y al chino.
Isabel (Sorprendidalevanta la mirada del teléfono móvil): ¿Pero es que el novio de Marta es chino?
Marisa (Entre risas): Perdón, a recoger a Marta al tren y a por la comida que he encargado en el restaurante chino. El novio de Marta es de Cuenca.

martes, 10 de septiembre de 2019

Solo me acuerdo de Santa Bárbara cuando truena


Casa Zoilo (Villena, agosto 2019)
Desde pequeña, las tormentas me fascinan, si son en verano, mejor. Las nubes que las presagian, el olor a tierra mojada y el silencio posterior me tranquilizan. Aunque ya se sabe que en la zona de Levante llueve poco y mal y nunca a gusto de todos, la mayoría de las tormentas va acompañada de granizo que destroza todo lo que pilla. Si a los urbanitas nos duele que una planta se estropee, no puedo ni imaginarme el drama que supone para un agricultor ver destrozada su cosecha, el trabajo de todo un año. En ningún caso me refiero a la gota fría que nos acerca a las zonas donde abundan los ciclones. Yo he vivido con horror, pensando en el fin del mundo, los monzones en la India y las tormentas tropicales en Cuba, la furia desatada de la naturaleza que arrambla con todo: personas, cosechas, animales, coches, puentes, construcciones... Sin embargo, justo ahora, han dejado de gustarme las tormentas, hasta las más leves. La causa es la casa de mi abuelo construida en 1927, invendible y a punto de no pasar una inspección técnica, que está haciendo aguas en el sentido literal porque el tejado filtra aguas. Como el arreglo no solo depende de mí y no sé cómo solucionarlo, cada vez que oigo que hay gota fría por la zona, me echo a temblar. Es más, estoy a punto de encomendarme a los santos de la Piedra, Abdón y Senén de La Algueña.Un ejemplo más de que los problemas existen, pero solo cuando te atañen, te preocupan. Solo me acuerdo de Santa Bárbara cuando truena, aunque desde pequeña he vivido rodeada de imágenes de la santa, patrona del cuerpo de Armamento y Construcción, en el entorno militar de mi padre.

La leyenda de Santa Bárbara

Por cierto, cuenta la leyenda que santa Bárbara fue decapitada por su propio padre que terminó alcanzado por un rayo. Extrañamente por eso se convirtió en la patrona de todos los artilleros  y de las profesiones que tienen que ver con explosivos y fuego: mineros, bomberos, canteros, electricistas... Eugenio Garcés i Bonet, Teniente Coronel de Artillería, aporta otra versión de los hechos que define mejor la relación entre santa Bárbara y los explosivos, y por extensión, con la Artillería. Bárbara siguió los pasos de su padre en sus estudios y juntos descubrieron una mezcla explosiva que utilizaron para defender la ciudad Hippone, en el norte de África, del ataque de unos bárbaros. Muere el padre y la hija, que ha ingresado en un convento, utiliza durante 14 meses los conocimientos de pirotecnia para mantener a los atacantes a raya. Finalmente los bárbaros consiguen penetrar en la ciudad y al llegar al convento, la Santa lo hace volar por los aires mediante cargas explosivas que había preparado con antelación, evitando así caer en sus manos tanto ella como sus compañeras.

Destrozos de la última tormenta con granizo  (2015)

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Un paraíso cercano: La Algueña



La Algueña (en valenciano, l'Alguenya) es uno de los municipios más jóvenes de Alicante, logró la independencia de Pinoso en 1934. Situada en el suroeste de la provincia de Alicante, en la comarca del Vinalopó Medio, cuenta con 1.413 habitantes. Es un pueblo típicamente agrícola dedicado al cultivo de la viña, el aceite y la almendra. Destaca por la elaboración de vinos y licores y por la industria del mármol. Rodeada por las canteras de mármol marfileño, sus montañas, horadadas por la mano del hombre, nos ofrecen un paisaje insólito que por la noche refulge como la nieve y da luz a las esbeltas torres de la iglesia. Su clima, paisajes y gastronomía son muy parecidos a los de Villena que se encuentra en el Alto Vinalopó. La única diferencia es que nosotros no hablamos valenciano y nos hemos especializado en la industria del calzado. Ellos son referente por sus circuitos de motos y nosotros, por las fiestas de Moros y Cristianos. Villena es una ciudad de recio abolengo repleta de bullicio, Algueña es un pueblo silencioso y tranquilo, que destaca por la amabilidad de su habitantes, siempre acogedores y divertidos. Allí tengo buenos amigos. La paella de arroz con conejo de Lola es inolvidable, como lo es también la puesta de sol desde su terraza. El jardín modernista de Charo y Vicente, en un ambiente de ensueño, recibe, con unas cenas suculentas rociadas de buen vino y gin-tonic, la entrada y la despedida del verano. 
Toda esta introducción me sirve para enmarcar los dos vídeos que recibí de las fiestas de julio en honor a los patronos Abdón y Senén, los santos de la Piedra (granizo), protectores de sembrados y cosechas en todo el orbe cristiano hasta que fueron desplazados por la figura de San Isidro en el siglo XVIII. El primero es un pasacalles de las reinas de la fiesta, las autoridades y la banda de música que iban a toda velocidad para resguardarse del calor sin banderas y estandartes religiosos. El segundo, que reproduzco aquí, un encierro de toros de mentirijilla donde los niños son los protagonistas. Ojalá todos los encierros fueran así, apenas unos días después, el 2 de agosto, en Pinoso un joven de 26 años murió como consecuencia de las heridas sufridas tras una cornada de una vaquilla durante las fiestas. Y es que así me imagino las verdaderas fiestas populares, sencillas, sin sangre y sin ningún boato.

 La Algueña, un paraíso cercano, la Arcadia de Alicante.


Un vídeo de El Comidista (20/9) se refiere al vino Fondillón de fama mundial que se produce en La Algueña

lunes, 2 de septiembre de 2019

Los nuevos inquilinos


No supimos cuándo entró a través de la reja y se posó en el alféizar, cuando llegamos en agosto ya estaba allí la paloma sobre un lecho de ramas. No nos atrevimos a abrir la ventana por temor a asustarla. Se pasaba largas horas oteando el horizonte mientras incubaba dos huevos blancos. A los cuatro días se resquebrajaron y salieron unos polluelos amarillentos, ciegos y desplumados, que eran alimentados con un líquido lechoso segregado por el buche de la paloma. En internet leímos que las parejas de palomas se turnan para criar a sus pichones, la nuestra parece una madre solitaria. En apenas quince días los pequeños aumentaron de peso y su pelaje fue cambiando de color. En breve levantarán el vuelo. Tendremos que poner tela metálica para impedir que vuelvan a anidar. Los nuevos vecinos han sido la comidilla de las casas vecinas y todos los días venían niños para verlos. Las palomas se han añadido a los otros vecinos: las ardillas, los conejos, los gatos, las tórtolas y las golondrinas.
Un gracioso comentó que deberíamos haber estrellado los huevos para evitar nuevos anidamientos.


P.D.
Esta es última foto de los pichones antes de abandonar el nido. Ya no queda ni rastro del pelaje amarillo, se sostienen sobre sus patas e incluso parece que conversan. Todo ha ocurrido en menos de un mes.
Seguro que el gracioso del vecino si los hubiese visto así, habría comentado: No pongáis la tela metálica, poned un corral de pichones para cocinar sabrosos platos.