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domingo, 12 de junio de 2011

Su peor es nada, Tomás Borrás



“Su peor es nada”. A los nueve años una frase oída a los mayores se queda para siempre grabada en la memoria. ¿Qué querrá decir? ¿Por qué se ha pronunciado después de hablar de la novia de un primo suyo? Sesenta años después será él quien la repita para resumir una relación tan inestable e imposible que ya dura veinte años. Google le ha permitido encontrar la obra del escritor falangista Tomás Borrás en las librerías de viejo y el círculo se cierra. Diez días después vuelve a casa con un ejemplar amarillento que devora inopinadamente en pocas horas. En la memoria del ordenador dejará escrita esta reseña:


Tomás Borrás: Su peor es nada. Madrid, Editorial Rollán, 1952. 80 págs.

Rescatamos en una caseta de Moyano esta novelita de la posguerra con trama un tanto tópica y hábil desarrollo. Un cuarentón rico y calavera intenta redimirse de sus malos pasos, que han provocado el suicidio, tirándose por el Viaducto, de la última joven que abandonó, que además estaba embarazada. Ante lo irreversible del drama, se esfuerza en ayudar a todos sus vecinos en plena penuria de los años 40, y acaba por acoger a otra chica víctima de un caso parecido, pero que ha sobrevivido al mismo salto fatal, y al niño sobrevenido. Entre el salvador y la salvada no se establece ningún lazo amoroso convencional: él le servirá a ella para mantener a su hijo, y a su vez ella sirve de expiación al arrepentido; cada uno es para el otro “su peor es nada”, y así convivirán sin tocarse el resto de sus vidas.
¿Folletín? Algo, pero el desenlace no es habitual y deja un camino abierto e inquietante. El “montaje cinematográfico” engancha al lector, con importante uso del “flash back” para desvelar la trama por saltos. Ambientada en el barrio madrileño de la Morería, junto al Viaducto, los tipos populares que rodean al héroe-villano revelan un dominio de los diversos niveles de lenguaje, con casticismos que alternan abruptamente con descripciones de corte modernista, entreveradas de cargazón decimonónica. Más de Galdós que de Baroja, y brochazos valleinclanescos.
Trasfondo intermitente, la guerra civil, con su secuela de desgracia y miseria, aunque el autor no carga la mano. Borrás, que era falangista, parece sentirse ya un poco desplazado (como sus personajes) en ese Madrid de los 40 donde los antiguos barrios se van degradando y las grandes calles se cargan de un tráfico tachado de “apestoso” (el “aceite pesado” que movía por entonces los autobuses de Madrid producía un humazo realmente nauseabundo).
11-6-11
 

Tomás Borrás aparece el primero de la izquierda en el
cuadro de Solana La tertulia en el café Pombo

miércoles, 14 de julio de 2010

Los lugares secretos: El Capricho de la Alameda de Osuna

El capricho, paradigma de parque romántico, se construyó por orden de una duquesa de Osuna, a finales del s. XVIII, que lo convirtió en una fantasía de fuentes, canales, estatuas clásicas, puentes, edificaciones, arboledas. En él transcurre una de las peripecias de la protagonista de la novela "Los lugares secretos" de León Arsenal (Martínez Roca) donde aparece un estudio sobre la simbología presente en diferentes edificios de Madrid.



Otro de los lugares secretos es el Humilladero en la esquina de Fuencarral con Augusto Figueroa. Capilla y oratorio con grandes puertas y ventanales para que los transeúntes puedan ver, a través de las rejas,las imagenes de un Cristo y una Virgen de la Soledad. Foto de Emilio G. Ruiz

viernes, 11 de junio de 2010

Musarañas, Emilio García Ruiz



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Más que musas, son arañas
Las que habitan mi magín y me lo pican sin fin:
Justo es por tales mañas que las llame musarañas.



Era un coloso de barro con los pies de hierro.

Era una situación peculiar: no oía las campanas, pero sabía dónde.

Se sentía tan lejos de todo y de todos que cogió sin querer la desagradable costumbre de hablar a gritos.

En casa de aquella narcisista todos los espejos tenían huellas de labios.

Dedicó media vida a buscar la razón y la conciencia. Al final descubrió que la razón no tiene conciencia y la conciencia no tiene razón. Siguió siendo un irracional y un inconsciente.

No sabía lo que quería, pero no quería lo que sabía.

Un día la toalla se enroscó fuertemente a su cuello y susurró con voz apenas audible: “Alguna vez deberías secarme tú a mi”. Tras ardua reflexión, decidió tirar la toalla.

Cuando obedeció a la señal de “Ceda el paso”, se quedó esperando inútilmente a que se lo devolvieran.

Era tan humano que aborrecía a la humanidad.

Cuando le dijeron: “Nadie es profeta en su tierra”, acudió a la lista de espera de viajes espaciales.

Él impuso las reglas del juego, pero yo hacía las jugadas.

Pese a ser ciega, tenía una notable precisión para darse de palos.

Decidió que no tenía ningún motivo verdaderamente serio para reírse.

Era un hombre colosal, tenía un pie en cada sitio.

“Tiene usted mal el corazón”, le dijo el médico. No me extraña, está hecho de tripas”.

Le gustaba tanto mi espalda que terminé dándosela.

Él impuso las reglas del juego, pero yo hacía las jugadas.

domingo, 16 de mayo de 2010

Poemas visuales, Caligramas

Para trabajar saber más de los caligramas visita esta página:
http://www.materialesdelengua.org/LITERATURA/PROPUESTAS_LECTURA/VANGUARDIAS/caligramas/caligramas.htm
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