lunes, 30 de agosto de 2010

Las mujeres que escriben también son peligrosas


Resultado de imagen de las mujeres que escriben tambien son peligrosasLa mayoría de mujeres fueron reducidas a una especie de semianalfabetismo durante mucho más tiempo que los hombres: ellas sabían leer, pero curiosamente no escribían. No tenían referentes femeninos. Necesitaron mucho tiempo para acceder a la libertad de escoger sus temas de lectura (las mujeres que leen también son peligrosas) y mucho más para conseguir ser reconocidas por su producción escrita. La literatura ha sido tradicionalmente un terreno reservado a los hombres y, hasta bien entrado el siglo XX, las pocas mujeres que se atrevían a tomar la pluma solían utilizar seudónimos masculinos para ocultar semejante acto de rebeldía, por temor a ser prejuzgadas o infravaloradas por la sociedad a la que pertenecían y sobre todo para poder publicar. Además encubrían su identidad a través de un narrador masculino. Estas mujeres gozaban de una buena posición social y económica y contaban con el respaldo de padres o maridos. Como una mujer literata inspiraba recelos, una manera de disiparlos era mencionar detrás de su apellido el de su marido precedido de la preposición de, así garantizaba que tenía una correcta vida familiar. Todavía en muchos países ser mujer y escritora sigue siendo un peligro.

Un largo camino hasta conseguir un espacio y una voz propios:
1.- Muchas mujeres tuvieron que recurrir al seudónimo para poder publicar.
Fernán Caballero era el seudónimo utilizado por la escritora española Cecilia Böhl de Faber y Larrea ( 1796 – 1877).
Charlotte Brontë (1816-1855) y sus dos hermanas, Emily (1818-1849) y Anne (1820-1849), recurrieron a seudónimos de varón para poder publicar. Charlotte se escondió tras Currer Bell y sus hermanas adoptaron el mismo apellido y alias que mantenían sus iniciales: Ellis (Emily) y Acton (Anne).
Caterina Albert (1869-1966) descubrió la crueldad del mundo editorial desde su entrada en 1898 con el monólogo La infanticida. El texto alarmó a todos por el tema, pero sobre todo porque era una mujer la que lo firmaba. Caterina Albert recurriría desde ese momento al seudónimo Víctor Catalá, personaje de una de sus obras. Quiso así apaciguar la polémica sobre su literatura, cuyo principal pecado estribaba en su extrema dureza, algo inconcebible e imperdonable para una mujer.
2.- Otras consintieron en que sus maridos firmaran sus propias obras.
María Lejárraga que firmó todas sus obras de teatro con el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra, incluso después de este la abandonara por una actriz.
El marido de la novelista francesa Colette (1873-1954) no tuvo escrúpulo alguno a la hora de animarla a escribir sus primeras obras, la serie Claudine (1900-1903), para luego firmarla él. Poco después Colette se divorció y empezó a reivindicar los derechos de la mujer.
3.-Muchas mujeres quedaron eclipsadas por los hombres de su entorno como María Teresa León, compañera de Rafael Alberti y escondida en su sombra. Norah Borges, hermana de Jorge Luis Borges autora de poesía y pintora. Zenobia Camprubí, traductora de Tagore, profesora de literatura en Estados Unidos que abandona todo por ser secretaria, agente, esposa, amiga y confidente y de Juan Ramón Jiménez.

Para saber más:
Escritoras españolas hasta el s. XX
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2007/03/03/nosotros/NOS-03.html

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