Contra más lo escuchamos, más nos subimos por las paredes.
Pongamos un ejemplo: Contra más practico, mejor me sale. Estamos haciendo
referencia al hecho de practicar mucho —cuantificando esa práctica—, así que lo
lógico (y correcto) sería utilizar cuanto más. “Se justifica porque hay un
sentido de oposición, pero no es un contexto en el que quepa la preposición
contra. Tampoco se aceptan variantes como cuantimás, contrimás, contimás… Sí se
acepta el uso de mientras (en el habla coloquial) y el de entre, típico de
zonas como México y Centroamérica”, arguye el filólogo. El contra más también
está muy extendido en el área de Mujeres, Hombres y Viceversa.
Peter Hassell me regala todos los años una felicitación
navideña hecha por él. El año pasado fue una rama de acebo y este unas piñas
recogidas en Bustarviejo. Ha ejercido de bibliotecario, pero su pasión desde
que era adolescente es la pintura. Domina la técnica, capta en exteriores la
belleza de la naturaleza y la mejora. No tiene nada que envidiar a los grandes
pintores. He aquí una pequeña muestra de su estilo realizada este otoño.
Está casado con mi amiga Montse, forman una pareja envidiable, tan diferentes y tan afines, compartir tiempo con ellos es terapéutico. Aunque mi inglés y su español son igual de malos, nos entendemos muy bien, me gusta sobre todo su sentido el humor. Alternan su tiempo entre Madrid y Londres y no los puedo ver todo lo que quisiera.
Soy amante de los libros y del buen cine, de esas historias
enrevesadas que te hacen pensar y sentir, recomiendo por eso la película de
Isabel Coixet La libreríay también
el corto Bastille que forma parte de la película París, je t´aime. Si te emocionas y si, sobre todo, te hace llorar, formas parte del ejército de los sensibles.
Eres leísta... y no lo sabes es un interesante y ameno artículo de Lola Pons en El País sobre el leísmo que tantos quebraderos de cabeza nos da a los profesores, porque no hay nada peor que la ultracorrección, ver errores donde no los hay.
Como decía mi amiga Margarita, madrileña de varias generaciones, desde que lo he estudiado soy leísta, laísta y loísta. Yo lo soy a veces.
¿Cuántas veces queremos decir una cosa y decimos otra? Es de
lo más común cometer errores involuntarios al hablar. Cuando uno va deprisa, se
equivoca. A estos resbalones o actos fallidos los llamamos lapsus linguae o
gazapos; algunos pueden ser un simple cambio
de letra, otros pueden ser palabras completamente ajenas a lo pensado que
apelan directamente al inconsciente como los ejemplos del vídeo que acompaña a
este escrito. Pero yo me refiero aquí al lapsus linguae que se da por un
intercambio gramatical entre morfemas que afecta a la base de la palabra y a
los morfemas flexivos de tiempo y persona que nos hace crear una frase
totalmente disparatada, como en el caso de se me lengua la traba por se me
traba la lengua. Lo curioso es que el receptor del mensaje, aun lidiando con
palabras falsas o mal colocadas, lo entiende perfectamente.
Ahí van dos ejemplos de mi adolescencia que todavía me hacen
reír cuando los recuerdo. Mi amiga Tere y yo nos caracterizábamos por hablar
muy rápido de modo que las frases nos salían confundidas e ininteligibles para
el resto de los mortales. Un día de primavera decidimos ir a comprar nuestra
primera barra de labios y se la pedimos así al dependiente: “¿Tiene labias de
barros?”. Por navidad, golosas, nos
quedamos mirando el escaparate de una pastelería y exclamamos al unísono:
“¿Rascamos un comprón?”.
Nuestro chiste favorito era el más tonto de todos:
- Hola buenas ¿Me da una wfrsa de pipas?
– ¿Una bolsa de qué?
El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Otros ejemplos:
· Me labio el
muerde (me mordí el labio).
· Salir el culo
por la tirata (el tiro por la culata).
· Que no panda
el cúnico (que no cunda el pánico).
· Son japonudos
estos cojoneses (son cojonudos estos japoneses).
· La gallina de
los oros de huevo (la gallina de los huevos de oro).