¿Cuántas veces queremos decir una cosa y decimos otra? Es de
lo más común cometer errores involuntarios al hablar. Cuando uno va deprisa, se
equivoca. A estos resbalones o actos fallidos los llamamos lapsus linguae o
gazapos; algunos pueden ser un simple cambio
de letra, otros pueden ser palabras completamente ajenas a lo pensado que
apelan directamente al inconsciente como los ejemplos del vídeo que acompaña a
este escrito. Pero yo me refiero aquí al lapsus linguae que se da por un
intercambio gramatical entre morfemas que afecta a la base de la palabra y a
los morfemas flexivos de tiempo y persona que nos hace crear una frase
totalmente disparatada, como en el caso de "se me lengua la traba" por se me
traba la lengua. Lo curioso es que el receptor del mensaje, aún lidiando con
palabras falsas o mal colocadas, lo entiende perfectamente.
Ahí van dos ejemplos de mi adolescencia que todavía me hacen
reír cuando los recuerdo. Mi amiga Tere y yo nos caracterizábamos por hablar
muy rápido, de modo que las frases nos salían confundidas e ininteligibles para
el resto de los mortales. Un día de primavera decidimos ir a comprar nuestra
primera barra de labios y se la pedimos así al dependiente: “¿Tiene labias de
barros?”. Por Navidad, golosas, nos
quedamos mirando el escaparate de una pastelería y exclamamos al unísono:
“¿Rascamos un comprón?”.
Nuestro chiste favorito era el más tonto de todos:
El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Nuestro chiste favorito era el más tonto de todos:
- Hola buenas ¿Me da una wfrsa de pipas?
– ¿Una bolsa de qué?El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Otros ejemplos:
· Me labio el
muerde (me mordí el labio).
· Salir el culo
por la tirata (el tiro por la culata).
· Que no panda
el cúnico (que no cunda el pánico).
· Son japonudos
estos cojoneses (son cojonudos estos japoneses).
· La gallina de
los oros de huevo (la gallina de los huevos de oro).
Para saber más:
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