La reteatralización
La reteatralización es el término que se emplea para expresar la búsqueda y experimentación de nuevos rumbos teatrales en línea con la modernidad artística. El concepto utilizado por teóricos europeos fue retomado en España por Pérez de Ayala en 1915 y venía a sintetizar los esfuerzos por abandonar el teatro naturalista burgués con tintes postrománticos para recuperar los géneros primitivos (el guiñol, la farsa, la tragedia o el misterio medieval). El nuevo concepto se basaba en la revalorización de los componentes escénicos y actorales; la experimentación con lenguajes paratextuales como la pintura, la música, la danza, la pantomima o el cine, y la fusión con otros géneros literarios. Para ello recogerán la tradición folklórico-popular no contaminada por el conformismo y la acomodación que dominaba el teatro burgués. Las críticas al teatro vigente no iban dirigidas tan sólo a los empresarios, ávidos de beneficios, sino también a los autores, sometidos al mal gusto de un público indiferente y mal acostumbrado y, sobre todo, a los cómicos faltos de cultura y de formación dramática. Proponían un teatro equidistante entre el negocio y el arte, que fuera crítico e innovador tanto en las formas como en los contenidos y estuviese dirigido a un público que no fuera al teatro como a disgusto, que llega tarde y se va antes de que termine la obra, que entra y sale sin respeto alguno.
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Revalorización del teatro de títeres para niños
Las primeras obras infantiles españolas para teatro de títeres datan del siglo XIX, las escribe por encargo el romántico Juan Eugenio Hartzenbusch en 1837 y estaban destinadas al entretenimiento de Isabel II, la reina niña que contaba entonces siete años de edad: La independencia filial y El niño desobediente.
Uno de los nombres clave de la historia del teatro infantil fue Jacinto Benavente con su aportación Teatro de los niños en 1909, un proyecto para acercar a los más pequeños el teatro sin hacer distinciones. Tuvo colaboradores de la talla de Valle-Inclán, Eduardo Marquina y Álvarez Quintero. Valle estrenó en 1909 Farsa infantil de la cabeza del dragón que dedicó a los niños y a los padres que les acompañarían. De ahí nace su acertada simbiosis de cuento maravilloso tradicional y de farsa crítica demoledora contra la sociedad de la época. Para atraer a los niños, los escenarios fantásticos y los personajes conocidos de los cuentos; para los padres, cómplices o no de su comprometida visión social y política, la ironía mordaz y la aguda denuncia de los males de su tiempo.
Salvador Bartolozzi |
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Manifiesto estético de Lorca
En El Retablillo de don Cristóbal, Lorca nos dejó un manifiesto estético de manera poética y dramatizada. El discurso del Autor al comienzo en función de la tradicional loa y el monólogo final del Director, enmarcan el argumento de la misma manera que lo hacen las intervenciones de don Estrafalario y don Manolito antes y después de la representación del bululú en Los cuernos de don Friolera (1921) de Valle-Inclán. La intención de los dos autores no es solo de continuar con la tradición popular sino, la de reforzar el teatro culto.
El poeta, que ha
interpretado y recogido de labios populares esta farsa de guiñol tiene la
evidencia de que el público culto de esta tarde sabrá recoger, con inteligencia
y corazón limpio, el delicioso y duro lenguaje de los muñecos.
Todo el guiñol
popular tiene este ritmo, esta fantasía y esta encantadora libertad que el
poeta ha conservado en el diálogo.
El guiñol es la
expresión de la fantasía del pueblo y da el clima de su gracia y de su
inocencia.
Así, pues, el poeta
sabe que el público oirá con alegría y sencillez expresiones y vocablos que nacen
de la tierra y que servirán de limpieza en una época en que maldades, errores y
sentimientos turbios llegan hasta lo más hondo de los hogares.
Prólogo hablado del Retablo de don Cristóbal
DIRECTOR. (Saliendo
con la gran cabeza asomada en el teatro.)
Basta. (Agarra a los
muñecos y se queda con ellos en la mano mostrándolos al público.)
Señoras y señores:
Los campesinos andaluces oyen con frecuencia comedias de este ambiente bajo las ramas grises de los olivos y en el aire oscuro de los establos abandonados. Entre los ojos de las mulas, duros como puñetazos, entre el cuero bordado de los arreos cordobeses, y entre los grupos tiernos de espigas mojadas, estallan con alegría y con encantadora inocencia las palabrotas y los vocablos que no resistimos en los ambientes de las ciudades, turbios por el alcohol y las barajas. Las malas palabras adquieren ingenuidad y frescura dichas por muñecos que miman el encanto de esta viejísima farsa rural. Llenemos el teatro de espigas frescas, debajo de las cuales vayan palabrotas que luchen en la escena con el tedio y la vulgaridad a que la tenemos condenada, y saludemos hoy en «La Tarumba» a don Cristóbal el andaluz, primo del Bululú gallego y cuñado de la tía Norica, de Cádiz; hermano de Monsieur Guiñol, de París, y tío de don Arlequín, de Bérgamo, como a uno de los personajes donde sigue pura la vieja esencia del teatro.
Monólogo final
Índice de entradas de Teatro de marionetas
En internet hay muchos trabajos interesantes sobre el teatro de comienzos del siglo XX y su acercamiento a las formas tradicionales y populares. En estas entradas, trataré de sintetizarlas, incluyendo, cuando los he encontrado, los textos de las obras citadas por si el lector/profesor quiere utilizarlas en clase.
- Introducción: La renovación del teatro y los títeres (1890-1930).
1. Origen: El espíritu burlón de La Tía Norica.
- Los precursores : 2. Teatro de los Niños de Jacinto Benavente.
3. Teatro de Arte de Martínez Sierra. Modernidad y simbolismo.
4. Reteatralización: Jacinto Grau y El señor de Pigmalión.
- La resurreción del guiñol, los Retablos:
5. Los Títeres de la Cachiporra de García Lorca
6.El Retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla.
7.Teatro vanguardista: Rafael Alberti y Óscar Esplá (La pájara pinta).
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