lunes, 1 de abril de 2024

Jacinto Grau, El señor de Pigmalion (4)

Merece la pena acercarse a la figura del dramaturgo Jacinto Grau Delgado (Barcelona, 1877-Buenos Aires, 1958). Opuesto a las modas teatrales de su época, adoptó una postura crítica también hacia empresarios, actores, críticos y público, y adquirió fama de "autor maldito". Fue muy criticado pero también muy admirado, sobre todo en el extranjero. Grau gozó de un cierto reconocimiento en la Europa de los años 20, avalado por personalidades como Charles Dullin y Karel Capek. Introdujo en sus obras las propuestas de autores como L. Pirandello y M. Maeterlinck. 

Publicada en Madrid en 1921, El señor de Pigmalión fue estrenado en París por el "Théâtre de L'Atélier" de Charles Dulllin en 1923, en la que Antonin Artaud  interpretaba el papel de Pedro de Urdemalas, y posteriormente por el Teatro Nacional de Praga, bajo la dirección de Karel Capek, en 1925. Siete años después se estrenó en España.

El señor de Pigmalión

Un día cualquiera en cualesquiera de los teatros del mundo, un portero nos abre las puertas de tan magnífico lugar y nos invita a entrar. Y así comienza la magia:

Portero. —Pase, pase usted.

Así comienza El señor de Pigmalión de Jacinto Grau con el deseo de que el público se  acerque a la obra con ojos e imaginación de un niño que destaca por la modernidad de su montaje. La "farsa tragicómica de hombres y muñecos" nace del conocimiento del dramaturgo de los mitos clásicos. Es una historia de amor, la frustración de un sueño y la historia de un desencanto. Plantea la vieja y clásica situación del ser creado que se rebela en contra de su creador. Trata de un afamado ventrílocuo, Pigmalión, creador de una compañía de muñecos y empresario teatral que se enamora de una de sus muñecas. Después de que esta sea raptada por un duque, el resto de muñecos escapan para darle un escarmiento  y le dan muerte como venganza.

Estructurada en tres actos, por las tablas pasarán una serie de personajes muy variopintos: desde los fantoches empresarios a los que Grau despachará a gusto con mordaces críticas, hasta los muñecos, inspirados en las máscaras de la Commedia dell’Arte italiana y en personajes quijotescos. Especial atención a sus acotaciones, donde se describe la escenografía —recargada en el primer y tercer acto, minimalista y sobria en el segundo para dejar que sean los muñecos quienes destaquen—, el sonido de los engranajes de los muñecos o las cerraduras de sus cajas al abrir y cerrar meticulosamente descrito, y por supuesto, la diversidad de registros de cada uno de los personajes que intervienen en el teatro. Estrenada en 1928,  en el Teatro Cómico,  Bartolozzi demostró en el diseño de los decorados y figurines una perfecta lectura del texto y una cabal comprensión de las intenciones de Grau. La crítica, que coincidió en reconocer su escenografía como un acontecimiento excepcional en los escenarios.

La mala suerte de Grau 

Grau contaba con el respeto de los escritores, la crítica le trataba con admiración, pero tenía muchas dificultades para estrenar sus obras, su difícil carácter le granjeó más enemistades que amistades. En los círculos teatrales de Madrid se comentaba que Jacinto Grau daba mala suerte y traía la desgracia a sus empresarios y actores: “Estrena Grau, teatro Cerrau”.

El texto completo aquí 

Para saber más:




No hay comentarios:

Publicar un comentario