domingo, 17 de marzo de 2024

Musk y la realidad virtual

 El magnate Elon Musk ha declarado en alguna ocasión que probablemente todo nuestro universo es producto de una especie de programa de simulación por ordenador. Esto recuerda la religión hindú profesada por el premier británico, según la cual todo el mundo visible es falsa apariencia. Son creencias que vienen de muy antiguo, desde las religiones de la India, el velo de Maya, algunas formas de budismo “nihilista”, Platón, los escépticos, Berkeley, Hume… El problema es que dos de los hombres más poderosos del mundo, de los que dependen las vidas de miles de millones de personas, piensan que todo esto es un juego virtual y, por tanto, casi da igual lo que se haga. O bien, al menos, que lo único que hay que hacer es que siga el juego.

Personalmente, alguna vez he sentido, como quizá mucha gente, que estamos atrapados en una especie de red invisible en la que somos como títeres de no se sabe qué superpoder (ya los romanos decían algo como que los dioses juegan con los humanos como con pelotas: Di nos quasi pilas homines habent). Pero esta sensación me ha venido sólo en épocas prolongadas de tensión y agotamiento, afrontando situaciones que me sentía incapaz de superar. ¿Será que estos personajes, Musk y Sunak, sufren horriblemente en sus vidas y eso les lleva a una visión tan entreguista ante el entorno? En su caso más bien puede ser que al llegar a tan altos niveles de poder se sientan por encima de todo el mundo y fuera de la realidad, el viejo principio marxista de que se acaba pensando como se vive.

Hace 50 años una de las Santas Madres del Neoliberealismo declaró: la sociedad no existe, sólo hay individuos. Esto fue el principio del fin, ahora ya ni individuos somos, el sujeto ha desaparecido (somos haces de sensaciones, dijo un filósofo), y las últimas gafas de realidad mixta para ver lo virtual integrado en el entorno “real” se venden por 3000 dineros. Se compra a bajo precio el escáner del iris para gestión de datos. Se puede programar la evolución de las especies. Y una de nuestras dirigentes remata, al fin, a puerta vacía: “Total, se iban a morir igual”.

Por favor, no nos soltemos las manos, es lo único que nos queda.


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