En el año 66, cuando salimos de La Marañosa, nos vinimos a vivira la calle de San Bernardo, entonces llamada ancha, donde todavía se podían ver en el asfalto los carriles del tranvía y las antiguas librerías que poco a poco se fueron transformando en bares. Casi enfrente de mi casa estaba el antiguo Cinema X, un cine de barrio con sesiones continuas, pipas y precios populares. Aunque no recuerdo haberlo visto nunca abierto, los datos me informan de que se cerró en el año 1967. El edificio, situado en el número 57 de la calle, se fue deteriorando hasta que lo derribaron yconstruyeron en 1990 el bloque de pisos actual. En los finales de los setenta llamaba la atención la letra X, que solo se añadía a los cines donde se proyectaban películas pornográficas. Los vecinos del barrio lo llamaban “Cine Maequis” y afirmaban que en los últimos años tuvo mala fama por el tipo de público marginal que lo frecuentaba.
Al ver la fotografía, me enteré de que el solar había albergado un teatro y, mucho antes, El Coliseo del Noviciado, un local de espectáculos de variedades que se incendió como otros muchos porque los materiales que se utilizaban para hacer y proyectar películas eran muy inflamables, así como las sillas de madera y las telas que hacían de pantalla.
Los avatares del edificio ejemplifican muy bien la historia del cinematógrafo en España. Un invento, que unido a la electricidad, superó con creces a la cámara fotográfica y revolucionó la forma de ver el mundo y la cultura. Las imágenes en movimiento de la caja mágica, con o sin sonido, en blanco y negro o a todo color, en grandes escenarios lujosos o en confortables salas pequeñas, nos han acompañado, divertido y enseñado desde 1896. El cine, llamado séptimo arte, se convirtió pronto en una potente industria que sufriría grandes transformaciones adaptándose siempre a las nuevas tecnologías y a los gustos del público. Por eso no es de extrañar que las primeras proyecciones se realizaran en los ya existentes locales de espectáculos: salones, barracones itinerantes o teatros. Los cortometrajes hacían las veces de entremeses, apareciendo en medio de las funciones del teatro popular como eran los sainetes, zarzuelas, cuplés y espectáculos de variedades. Finalmente las gradas de madera, la lona de las primeras barracas itinerantes, similares a los circos, fueron sustituidas por amplias salas construidas en torno a una gran pantalla.
A finales del siglo XIX, tras el éxito de las primeras proyecciones del cinematógrafo en la Carrera de San Jerónimo en Madrid, proliferaron los escenarios instalados en varios barracones instalados en diferentes lugares del centro –calles de Alcalá, Pez, San Bernardo–, en el barrio de Embajadores –calle Encomienda, Ave María y Atocha– y en el paseo del Prado.En 1907, había 23 salas de proyecciones reconocidas en Madrid. En la época de mayor esplendor del cine mudo, en 1925, había registrados 1818 cines; en 1930, 4338.Los 13 cines situados entonces en la Gran Vía se construyeron en su mayoría entre los años veinte y treinta del siglo XX en edificios lujosos, con salones palaciegos de luces de neón, grandes carteles y pasillos ricamente decorados, donde los madrileños acudían al cine de estreno sobre todo los sábados y domingos para ver películas norteamericanas de calidad y técnica insuperables.
Coliseo del Noviciado/ Cinema X/ Edificio en la actualidad
Coliseo del Noviciado
El Coliseo del
Noviciado, que fue una barraca en su origen, se construyó en 1907 en el estilo art nouveau, lleno de sinuosidades vegetales, por el arquitecto
José Carnicero Rodríguez, con la intención de tener en Madrid un local donde
poder alternar funciones cinematográficas y representaciones del género chico.
Coliseo del Noviciado
La sala acapara los elogios del reportaje de la revista El
Arte del Teatro sin duda para
publicitarlo ante su inminente inauguración. Utiliza su elegancia como un
criterio de distinción con respecto a las demás salas de espectáculos
madrileñas, convirtiendo la contemplación de sus fachadas y de sus interiores
en un aliciente por sí mismo: “La sala de espectáculos, capaz
para 600 personas, puede servir de modelo en su género. Tiene 20 metros de
extensión por 12 transversalmente. Cuenta con seis bonitos palcos frente al
escenario, cuya embocadura es de seis metros de ancho por cuatro y medio de
alto. Las butacas, verdaderos cómodos sillones, están forrados de terciopelo
rojo en invierno, y de rejilla en los meses caniculares, como corresponde á
cada una de las distintas estaciones del año. La sala de espera de la entrada
general es una amplia terraza, enlosada higiénicamente con baldosines
hidráulicos. En verano le prestan amenidad y frescura plantas y un buen surtido
puesto de refrescos. Para la época invernal, esta misma sala de espera será
cubierta con una montera de cristal y hierro. La fachada es tan artística […].
A ambos lados de la magnífica verja de entrada se han instalado dos despachos
de billetes cuyas cúpulas solamente costaron más de 500 pesetas".
El edificio se asemejaba a los modernos locales europeos. En él trabajaban veinte empleados, contaba con un aforo de 600 personas y disponía de un amplio escenario. Dicen que el gran éxito del Coliseo del Noviciado fue por su proximidad con la Universidad Complutense de Madrid, entonces situada a pocos metros, pues muchos fueron los universitarios que llenaban habitualmente sus butacas. El edificio propiedad de Francisco Pérez y Agustín Rodríguez quedó destruido el 7 de abril de 1912 en apenas 10 minutos por un incendio que se produjo cuando en la cabina de proyecciones se inflamó la película saltando el fuego hacia el techo que era de madera. Afortunadamente el cine fue desalojado inmediatamente y los espectadores salieron sin problema por las 7 puertas de que constaba. La diligencia de los bomberos del puesto de guardia de la universidad evitó que las llamas se propagasen hacia el edificio colindante en la Calle de San Vicente Ferrer.
Teatro Álvarez Quintero
Tras el incendio del Coliseo del Noviciado, se construyó tres años después (1915),el Cine-Teatro Álvarez Quintero llamado así en homenaje a los hermanos y escritores de obras teatrales. Su arquitecto, Manuel Ruiz Senén, proyectó también la Plaza de Toros de Las Ventas,el Cine Ideal, el Teatro de la Zarzuela o el Teatro Reina Victoria. La fachada era sencilla,
resaltando los apilastrados con pináculos. En el interior, una barandilla separaba las primeras filas con bancos corridos, situadas
más cerca de la pantalla, del resto, con asientos
individuales, pero sin brazos.
Un artículo en La Vanguardia Española, de 1954 decía: “Aún
existe, aún, aquel modesto coliseo, pero trocado en cine desde hace muchos
años, y ya con otro nombre en su frontispicio. El Teatro Álvarez Quintero de la
calle de San Bernardo no era suntuoso como el Teatro Álvarez Quintero de la
Gran Vía. Pero éste se ha cerrado igual que aquél. Y, posiblemente, con el
mismo destino.”
La verdad es que, comparando la foto de la la fachada original del teatro y la posterior restauración del Cinema X, resulta difícil pensar que eran el mismo edificio.
Unos años más tarde,
en 1918, el teatro, para poder adaptarse a los normativas vigentes, fue reformado como una exclusiva sala cinematográfica por el arquitecto modernista José Espelius Anduaga que también diseñará el Cine Doré en 1923, hoy sede de la Filmoteca Nacional. El cine adoptó el nombre del CINEMA X, que antes había funcionado en la glorieta de Bilbao. En
octubre de 1930 inaugura sus sesiones de cine sonoro con un aparato de
fabricación nacional. La sala de carácter popular tenía un aforo de 800 localidades de dos clases: general, al precio de 20 céntimos, y preferencia, al de 40. Los más grandes éxitos se los proporcionó la época de
los seriales: Judex, de 12 episodios; Carpanta, de 15; Nueva Aurora, de 16.
También, El Sello Verde y Los Dos Pilletes, etc. Favorito de los estudiantes de
la vecina Universidad, se hizo célebre por la selección de sus películas y la
economía de sus precios. Se cerró con un programa doble: El Grano de Mostaza y
El Conde de Montecristo, el 10 de julio de 1967.
Existe mucha información muy bien documentada sobre los primeros años del cine cuya lectura resulta muy interesante:
Por último, un recorrido en vídeo por el barrio de Lavapiés para aprender la historia del cine y de algunos cines de Madrid. Si el edificio del Teatro Álvarez Quintero se hubiese rehabilitado, tal vez luciría como el cine Doré en la actualidad.
A mi primo Roberto Marco Cuéllar, otro enamorado del cine mudo
El cine mudo (1896-1930) ha sido injustamente olvidado, silenciado, perdido e ignorado. Es una pena porque estas filmaciones son fascinantes y bellas, incluso muy modernas. Lamentablemente, sabemos más del cine hecho fuera de España que de la historia del cine español de estos primeros años. Un tercio de nuestro cine ha desaparecido porque los rollos de película eran de nitrato, material inestable y altamente inflamable. Afortunadamente, las instituciones españolas llevan un tiempo rescatando del olvido las escasas películas que se conservan. Se merecen un ciclo en TVE para que lo conozcan las nuevas generaciones.
Como casi todos, he disfrutado con tres de sus grandes figuras cómicas que triunfaron también en el sonoro: Charlot, Buster Keaton y Harold Lloyd. Los dos primeros fueron además de actores, guionistas y directores que heredaron de sus padres el oficio del teatro y las variedades. En primer lugar, Charlot, un genio de corazón y compromiso; en segundo lugar, Buster Keaton, Pamplinas, el surrealista que llevaba la risa por dentro; y, en tercer lugar, Harold Lloyd, el hombre común sometido a los peligros de la gran ciudad, el favorito de mi abuela Ángeles que iba al cine en Villena en busca de risas y angustias, de diversión y de emoción. El humor de estos tres gigantes es universal, está basado en gags visuales, no necesita palabras.
El cine mudo supone el nacimiento de un arte en busca de una estética propia. Sin palabras, las técnicas de actuación eran muy distintas a las actuales, el actor solo disponía del lenguaje corporal y la expresión facial, de ahí que sobreactuara. También sorprende al espectador actual su velocidad de proyección, la mayoría de las películas mudas fueron filmadas a velocidades más lentas que las películas con sonido (normalmente de 16 a 20
fotogramas por segundo frente a 24), lo que remarca su aspecto poco natural.Sin voz, los intérpretes debían comunicar sus sentimientos con el gesto y la mirada.El encuadre de cámara era el protagonista en la narración y el montaje marcaba ritmos y daba énfasis.
Restos del Coliseo del Noviciado (ABC,31/03/1912)
Mi interés por saber más de este periodo empezó con una foto del Coliseo del Noviciado en la calle san Bernardo de Madrid que me ha hecho tirar del hilo de la madeja. En estos dos últimos meses de obligada inmovilidad, he leído mucho sobre este arte que hipnotizaba con la magia del silencio y el acompañamiento de la música: el origen del cine y sus paternidades, los lugares en los que se proyectaba, el público al que iba dirigido, los oficios que creó y se fueron perdiendo, la rivalidad creada entre Madrid y Barcelona, la relación con la zarzuela, las mujeres directoras ...
En este bloque, he intentado resumir mis lecturas con algunos datos curiosos y vídeos interesantes que he ido encontrado. Otros lo han contado mejor que yo, por eso incluyo los documentos consultados, porque hay muchos.
¿Quë tienen que ver las cordales* con las patas de un sillón? Mucho y nada. Coinciden en el número y, a veces, las muelas inferiores se tuercen como las patas posteriores de algunos asientos. Se diferencian en que las muelas son móviles y hay que quitarlas si descolocan a sus vecinas y, en cambio, las patas no se juntan entre sí, son firmes. A estas conclusiones absurdas llegué después de varias horas sentada en la salita de espera de un cirujano maxilofacial al que acudí urgentemente, sin cita, este mes de julio. Para no salir huyendo y distraer mi mente, me fijé en el mobiliario de tipo inglés en el que destacaban cuatro sillones, uno tenía las patas traseras torcidas, el que estaba enfrente tenía una recta y otra no y el de la derecha las tenía al contrario. Moviéndome, descubrí que este extraño trampantojo dependía del punto de vista. Algún ingenioso carpintero había diseñado unas patas en forma de sable para crear ese paralelismo: mis muelas del maxilar inferior estaban tan torcidas como esas patas traseras. En mi mente la pata que simulaba una espada curva era la metáfora perfecta del instrumental médico que me iban a clavar en la encía. En vez de patas, veía elevadores de raíces, fórceps y alicates.
Una recta, otra no
Vayamos al principio. Como mi mandíbula es muy pequeña, siempre pensé que las muelas del juicio no me habían salido porque no tenían sitio. Pero después de sufrir problemas en el oído, latigazos eléctricos de un nervio afluente del trigémino e inflamaciones de los ganglios, me las descubrieron a esta edad en que la cordura ya empieza a desaparecer. No quedaba más remedio que extraerlas. Cuando estaba preparada para ello, sentada en la unidad dental*, después de una radiografía y un TAC, mi dentista dijo que no se atrevía, que estaban en un lugar peligroso y lo mejor era ir a un hospital para que las extrajese un cirujano maxilofacial porque podrían generarse problemas serios. No se atrevió a meter los pulgares entre las cordales. Así que después de llevar más de veinte años con esa aseguradora dental cuyo nombre empieza por A, me quedé compuesta y sin cirujano.
Vayamos al final. Tuve suerte porque, después de muchos intentos, di con un joven cirujano muy competente que me informó correctamente de los riesgos. Quince días después me puse en sus manos y abandoné en su consulta mis cordales del lado derecho. La extracción fue perfecta, lo más doloroso fue el postoperatorio porque una muela estaba cariada.
*Nombre que se le da ahora al sofisticado sillón de dentista y que yo llamo potro de tortura. Ver: Maltratada por el dentista.
** Algunas muelas tienen nombre propio, como las "Muelas del Juicio" o cordales, que deriva de cordatus (cuerdo) porque aparecen a una edad en la que supuestamente la persona ya es madura, es decir, tiene cordura mental. De hecho, también en El Quijote, Sancho Panza menciona el refrán “entre dos muelas cordales nunca metas tus pulgares”, una metáfora que aconseja no entrar en conflictos familiares porque, al igual que estas últimas piezas dentales, tienen mucha fuerza y trituran lo que se ponga entre ellas. Los molinos y las muelas del Quijote
Salva Soler (Barcelona, 1976) sorprendió a los viajeros del tranvía de Zaragoza recitando el poema De cine, hecho de principio a fin con títulos de películas. Formaba parte del I Festival de Poesía Joven de Zaragoza 'Rasmia' y saltó a las redes sociales. Una ingeniosa iniciativa.
Álex Grijelmo vuelve a hacer una puntualización lingüística al líder del Pp, como ya lo hizo con el uso “debe de” (probabilidad) para significar obligación (“debe”): He oído la expresión “hacer aguas” a Núñez Feijóo dos veces, el 4 de octubre de 2023 y el 12 de junio pasado,lo que aleja la benevolente interpretación del lapsus: “La democracia española empezará a hacer aguas con un presidente que miente”. “La mayoría de sus socios están haciendo aguas”.
ElDiccionario de las academias distingue claramente entre “hacer aguas” (orinar, expeler la orina) y “hacer agua” (presentar debilidad o síntomas de ir a fracasar”). Parece ser que está equivocación en el lenguaje de los comentaristas de deportes está muy extendida. Todos hacemos aguas y algunos, sobre todo políticos, hacen agua.
La barra de un bar puede convertirse en un sitio peligroso, todo el mundo lo sabe. La
alegría etílica lleva a la torpeza y se producen contratiempos, que me has
pisado, que me miras mal… que conducen a escenas desagradables. Aunque este no es el
caso. Fue un accidente provocado por la mente perversa de un diseñador .
Estábamos esperando turno en una barra angosta de un restaurante donde continuamente, sorteando una peligrosa escalera,pasaban las camareras equilibristas llevando los platos de
exquisito olor al comedor. A mi lado
había dos jóvenes fornidos, sentados en sendos taburetes de estilo industrial, que iban antes
que nosotros. Finalmente, los llamaron y fue tal la alegría del que estaba
sentado a mi espalda que salió en estampida, de modo que el taburete, desequilibrado porque tenía el respaldo ribeteado por una barra de hierro, se venció hacia atrás. No cayó al suelo, porque yo,
que estaba de espaldas ajena al movimiento, loparé con mis
tobillos. En ese momento, pensé que algún loco me había golpeado con un objeto contundente o que había ocurrido un terremoto y que la tierra me iba a tragar. Solo pude articular una frase peliculera mientras las lágrimas descendían por mis mejillas: "no siento las piernas". El bruto se acercó a mí diciendo que no había sido a propósito. Me levanté los pantalones y aparecieron unas heridas ensangrentadas. Afortunadamente no me caí como me suele pasar, pero el tremendo dolor y el calor pegajoso me amargaron ese día y los siguientes. A la semana, mis tobillos estaban tan negros como los de un sin techo que lleva meses sin ver el agua. Un mes después, los huesos y los músculos se resisten a curarse, el dolor implacable persiste cuando camino. El médico ha diagnosticado una tendinitis de Aquiles en los dos tobillos. Otro ejemplo de la mala pata y la mala racha. Deberían meter en la cárcel al que diseñó el artilugio asesino junto al joven imprudente.
P.D.: La foto que acompaña estas líneas no es la del taburete que causó el daño, es el más parecido que he encontrado en internet.