sábado, 10 de agosto de 2024

Muelas cordales y patas sable


Las patas de sable 
¿Quë tienen que ver las cordales* con las patas de un sillón? Mucho y nada. Coinciden en el número y, a veces, las muelas inferiores se tuercen como las patas posteriores de algunos asientos. Se diferencian en que las muelas son móviles y hay que quitarlas si descolocan a sus vecinas y, en cambio, las patas no se juntan entre sí, son firmes. A estas conclusiones absurdas llegué después de varias horas sentada en la salita de espera de un cirujano maxilofacial al que acudí urgentemente, sin cita, este mes de julio. Para no salir huyendo y distraer mi mente, me fijé en el mobiliario de tipo inglés en el que destacaban cuatro sillones, uno tenía las patas traseras torcidas, el que estaba enfrente tenía una recta y otra no y el de la derecha las tenía al contrario. Moviéndome, descubrí que este extraño trampantojo dependía del punto de vista. Algún ingenioso carpintero había diseñado unas patas en forma de sable para crear ese  paralelismo: mis muelas del maxilar inferior estaban tan torcidas como esas patas traseras. En mi mente la pata que simulaba una espada curva era la metáfora perfecta del instrumental médico que me iban a clavar en la encía. En vez de patas, veía elevadores de raíces, fórceps y alicates.

Una recta, otra no 
Vayamos al principio. Como mi mandíbula es muy pequeña, siempre pensé que las muelas del juicio no me habían salido porque no tenían sitio. Pero después de sufrir problemas en el oído, latigazos eléctricos de un nervio afluente del trigémino e inflamaciones de los ganglios, me las descubrieron a esta edad en que la cordura ya empieza a desaparecer. No quedaba más remedio que extraerlas. Cuando estaba preparada para ello, sentada en la unidad dental*, después de una radiografía y un TAC, mi dentista dijo que no se atrevía, que estaban en un lugar peligroso y lo mejor era ir a un hospital para que las extrajese un cirujano maxilofacial porque podrían generarse problemas serios. No se atrevió a meter los pulgares entre las cordales. Así que después de llevar más de veinte años con esa aseguradora dental cuyo nombre empieza por A, me quedé compuesta y sin cirujano.

Vayamos al final. Tuve suerte porque, después de muchos intentos, di con un joven cirujano muy competente que me informó correctamente de los riesgos. Quince días después me puse en sus manos y abandoné en su consulta mis cordales del lado derecho. La extracción fue perfecta, lo más doloroso fue el postoperatorio porque una muela estaba cariada. 

*Nombre que se le da ahora al sofisticado sillón de dentista y que yo llamo potro de tortura. Ver: Maltratada por el dentista.

** Algunas muelas tienen nombre propio, como las "Muelas del Juicio" o cordales, que deriva de cordatus (cuerdo) porque aparecen a una edad en la que supuestamente la persona ya es madura, es decir, tiene cordura mental. De hecho, también en El Quijote, Sancho Panza menciona el refrán “entre dos muelas cordales nunca metas tus pulgares”, una metáfora que aconseja no entrar en conflictos familiares porque, al igual que estas últimas piezas dentales, tienen mucha fuerza y trituran lo que se ponga entre ellas. Los molinos y las muelas del Quijote


2 comentarios:

Anónimo dijo...

La foto del trampantojo de las patas de la silla es muy buena. Y muy buena tu forma de relajarte antes de entegar tus muelas al dentista.

Mª Ángeles Cuéllar dijo...

Gracias por tu comentario..

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