Es bien sabido que a todos nos gustaría ausentarnos alguna vez de la cárcel en la que vivimos en busca de la libertad y felicidad, pero no nos atrevemos por pereza, cobardía o
egoísmo. En la familia García, excepto el abuelo, al que el sentido del deber le
impidió hacerlo, todos lo intentaron por lo menos una vez. Todos volvieron. Nunca hablaron de ello. La abuela se escabullía una vez al mes. El
hijo menor se escapó cuando era pequeño aprovechando un descuido de la
cuidadora. El mayor se fue a vivir a otro país. Una nuera se fue con la música a otra parte y abandonó
el domicilio común. El nieto pequeño con apenas dieciocho meses se fugó de la
guardería y se subió en un autobús sin que nadie se diese cuenta y consiguió
llegar hasta el final del trayecto. Otros
dos nietos construyeron un túnel del colegio junto a la verja del patio para
evadirse con sus compañeros. Incluso lo intentaron los animales domésticos. La perrita se soltó del collar y apareció una
hora después temblando en el garaje debajo del coche familiar. Dos perras
rescatadas de una perrera estuvieron perdidas en el campo cuatro días hasta que
fueron encontradas casi deshidratadas. El loro se esfumó por la ventana un día nevado.
lunes, 23 de septiembre de 2013
miércoles, 11 de septiembre de 2013
Tuberculosis y literatura
Siempre me ha intrigado esta enfermedad que frustraba las pasiones, que mientras debilitaba la voluntad, fortalecía la mente, que propiciaba el reposo y la exaltación de los sentidos y que va unida a la espiritualidad y la creatividad. El instituto donde doy clases fue un antiguo sanatorio antituberculoso, mi abuelo materno y un tío murieron a causa de ella en la posguerra española, sin que nadie en mi familia se atreviese a citar su nombre, como si fuera una enfermedad vergonzante, y trajo como consecuencia que nunca se dieran besos por miedo al contagio; en mi hombro izquierdo tengo la señal de la tuberculina, vacuna necesaria para la matriculación en la carrera de Filosofía y Letras.
La tuberculosis, conocida desde muy antiguo
como consunción, tisis, mal del rey o plaga blanca, es una enfermedad
infecciosa causada por micobacterias (fundamentalmente Micobacterium
tuberculosis) con gran variedad de cuadros clínicos dependiendo del órgano al
que afecte. En el siglo XIX se mitifica
la enfermedad e incluso se propaga la creencia de que su padecimiento provoca
"raptos" de creatividad o euforia más intensos a medida que la
enfermedad avanza . Por esa misma época, Alejandro Dumas, hijo, publica La dama de las camelias, la historia de
Margarita Gautier, la elegante cortesana enredada con adinerados jóvenes
burgueses, que también desfallece de tisis y de amor. La obra igualmente inspiró
otra célebre ópera: La Traviata de
Verdi. Pero arte y vida se parecen y la lista de escritores, poetas, músicos y
artistas muertos por tuberculosis en el siglo XIX, e inicios del XX, es larga y
notable: Novalis, Schiller, John Keats,
Bécquer, Chéjov, Chopin, Kafka, G.H. Wells, Maxence Van der Meersch, entre otros. Un caso extremo es el sucedido a las
hermanas Brontë: las tres, todas
ellas escritoras, murieron en un lapso de siete años, entre 1848 y 1855,
víctimas de la tuberculosis.
La leyenda comenzó a desvanecerse a partir de
1882 cuando Robert Koch descubrió el bacilo que causaba la infección. En el
siglo XX la enfermedad será asociada a la pobreza e insalubridad y su aura
romántica se apagará para siempre. Miguel
Hernández murió en la cárcel de tuberculosis. Padecieron está enfermedad: Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Miguel Delibes, Camilo J.
Cela, Ángel González y Rosa Montero, que desde los cinco años hasta los
nueve estuvo recluida en casa donde se
dedicó a leer y escribir.
La
novela brinda numerosos ejemplos de la influencia de la
tuberculosis en el pensamiento cultural:
La montaña mágica de T. Mann (1924)
El joven Hans Castorp visita
a su primo Joachim Ziemssen, enfermo de tisis, en Davos y acaba sucumbiendo al
hermético encanto del lugar. Una ligera afección lleva a que la estancia,
planeada en principio para siete días, se alargue primero a siete meses y finalmente
a siete años. Castorp sólo saldrá de allí para alistarse en la gran guerra.
Pabellón de reposo de Camilo José Cela (1943)
Cela describe sus vivencias durante el tiempo que vivió en un sanatorio para
tuberculosos. En ella siete enfermos casi terminales ven pasar sus últimos días
en un pabellón que les proporciona de todo menos reposo. Aislados físicamente
del resto del mundo por su dolencia, reflexionan constantemente sobre la
enfermedad y la muerte; porque antes del descubrimiento de la estreptomicina
(aislada en octubre de 1943), la cura sanatorial era la última esperanza para
intentar escapar a una enfermedad que, prácticamente, era sinónimo de muerte.
El libro llegó incluso a ser prohibido en este tipo de instituciones, temiendo
los médicos que causase en sus pacientes el mismo desasosiego que sufren los
protagonistas.
El jardinero fiel de John
Le Carré (2001)
En
la novela de John Le Carré El jardinero fiel, llevada al
cine por Fernando Meirelles (2005), se desarrolla una trama alrededor de las
pruebas para un fármaco antituberculoso realizadas por una multinacional
farmacéutica en África y desarrolla el tema de una posible pandemia mundial de
tuberculosis debida a la aparición de cepas muy resistentes a los tratamientos
antibióticos conocidos hasta el momento.
Para saber más:
domingo, 8 de septiembre de 2013
A una damita bizca y hermosa
El
señor vestido de blanco y con manos blandas le repetía una y otra vez:
-
Concéntrate y dime si ves al soldado dentro de la garita.
La
pequeña de seis años lo intentaba con todas sus fuerzas, atrapada su barbilla y
su frente en el extraño aparato. Para contentar a todos deseaba ver dentro de
la pequeña casita la figura del soldado valiente de sus cuentos de hadas, pero
no había manera, la figura se superponía, se colocaba a la derecha o a la
izquierda, nunca dentro. Después de las gotas, los parches y las gafas, vino la operación. A punto estuvo el oftalmólogo de operarle el ojo bueno, menos mal que su padre, hombre precavido,
enseñó las fotos que le había hecho en un fotomatón y demostró que el ojo que
bizqueaba, que sufría un severo trastorno de estrabismo, era el derecho.
De
bebé tenía los ojos azules y no se notaba su defecto, la anomalía apareció al
año cuando el color cambió y un ojo vago pasó a esconderse detrás del párpado. Todas
las miradas de conmiseración se dirigían a sus ojos asimétricos. Era bisoja y
trasojada. La madre no entendía estas jugarretas de la herencia y se avergonzaba
de su hija que siempre se protegía permaneciendo en un segundo plano, agarrada
al extremo de su falda, temerosa de oír
la temida frase: ¡Lástima, con lo mona que es! Encomio y escarnio al mismo
tiempo, elogio paradójico, alabanza sesuda y burla. No le hicieron fotos para
no avergonzarla, pero quedan algunos testimonios de su mirar zambo y zurdo
entre familiares de ojos perfectamente alienados. El trastorno iba también asociado al astigmatismo y a la
torpeza, tropezaba con objetos que no veía, no se hacía una idea de las
distancias. Se volvió invisible, callada
e hierática.
Pepe,
el primer chico al que amó, le preguntó:
-¿Por
qué no me miras nunca a los ojos?
No
se atrevió a revelar su secreto y a responderle: para que no te des cuenta de
que soy bizca e indigna. Como no había nadie para protegerla con su mano,
decidió alejarse para que él no se sintiese avergonzado.
Demasiado
tarde supo que, en otras culturas como la maya, a los niños que tenían esta
deformación se les consideraba superiores, algunas familias colocaban en la cabeza de su hijo un
cordón con una figurita en el extremo que les caía delante de los ojos, para
que al mirarla forzaran la vista.
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lunes, 2 de septiembre de 2013
Las últimas palabras de los escritores
Hasta ahora solo me había ocupado de las primeras frases de un
libro, tan importantes a la hora de continuar la lectura. Buscando en la red, me he encontrado con las últimas palabras de
grandes escritores; pero inmediatamente surge la duda: ¿Las tenían preparadas?, ¿realmente las
dijeron ellos en el momento de su muerte o las dijeron los que estaban a su
lado para engrandecer su figura? Tal vez se las haya inventado el propio autor
del libro. Me cuesta creer que los escritores desaparezcan como los actores de
teatro después de decir "me muero".
El libro de los finales contiene tres partes: la
primera se ocupa de las últimas palabras de celebridades –desde Benito Mussolini o el Che Guevara a Blas Infante, pasando
por Gabriele D’Anunzio, Emily Dickinson o Marcelino Menéndez y Pelayo—; la segunda se ocupa de epitafios
célebres y la tercera de notas de suicidio.
Tortuosas relaciones de parentesco de los grandes autores, Colm Tóibin
La gloria literaria gracias a los demonios familiares y a los secretos íntimos
- Colm Tóibín retrata en 'Nuevas maneras de matar a tu madre' las tortuosas relaciones de parentesco de 20 grandes autores: Austen, James, Mann, Yeats, Beckett, Williams, Borges, Cheever...
- El lado oscuro y los secretos íntimos que han servido para hacer grande a grandes escritores que ayudan a comprender mejor sus obras
martes, 27 de agosto de 2013
Juicio de conciencia, novela inédita de Trinidad Cuéllar Caturla
Deshaciendo la casa de mis padres en Villena, donde han ido
a parar todos los trastos que no cabían en Madrid, he encontrado todos los
apuntes de la carrera de mi padre y el borrador de la novela, Juicio
de conciencia, que mandó al premio Nadal en 1948 o 1949, porque no aparece el año. Él nunca me habló de
su aventura literaria, solo se lo oí comentar a mi madre que fue la que pasó el
original a máquina. Sus 200 páginas me las
he leído con emoción e interés en dos días. Me ha sorprendido su habilidad narrativa,
sobre todo para hacer diálogos, y
descubrir en él un espíritu joven e idealista muy diferente del talante de sus
últimos años. Así era mi padre, todo un misterio, un hombre de ciencias
enamorado de la literatura. La novela no le salió redonda, tiene un tufillo antiguo, propio de
los años en que fue escrita; es una novela iniciática, de aprendizaje muy
parecida a la de los escritores del 98, mezcla de literatura intelectual,
sentimental y religiosa, con alguna que otra pincelada costumbrista, pero refleja
fielmente las lecturas juveniles y su propia personalidad.
El tema fundamental es la defensa de las mujeres caídas a través de la historia de amor de dos jóvenes del mismo
pueblo y de caracteres muy diferentes, la indecisión de él y la búsqueda de nuevas
experiencias de ella les separarán. La
novela comienza con el famoso Examen de Estado que varios jóvenes realizan en
Alicante y que supone una ruptura con su antigua vida. Carmen Rosales y Pedro Torres
irán a Barcelona, él estudiará Derecho y ella empezará la carrera de Químicas
que no terminará porque en su camino se cruza un don Juan, el barón de
Cornellá, del que se hará su amante. Se desarrolla entre 1927 y 1934, cuando se celebra el extraño juicio que en que la voz de la conciencia
hace de abogado defensor y de fiscal.
El narrador se
muestra claramente omnisciente, parece observar con un teleobjetivo la vida de
sus criaturas, dialoga con el lector, anticipa conversaciones y acontecimientos, es
testigo de cómo Carmen acusa de su caída al incrédulo Pedro "porque siempre
se goza culpando a los mejores hombres de las faltas graves". Pedro,
huérfano de padre ,inteligente e inmaduro, con grandes ideas y poco espíritu práctico, es un buen estudiante que lleva una vida diáfana en busca de la perfección y la
felicidad: "Estudia, ama, siente impulsos de juventud por conocerlo todo". Carmen es una mujer bella a la que la
búsqueda de la felicidad le va a acarrear la desgracia: "Halagada por
todos llora en silencio la existencia de un verdadero amor". Un hombre
rico con una mujer enferma de tuberculosis que vive en Suiza, deslumbra a
nuestra pueblerina. Carmen quiere vivir esa vida de lujo que no le ofrece
Pedro. Cuando su mujer muere, la abandona compensándola con dinero. Después de dilapidar su fortuna en viajes, lujos,
drogas y amantes, abandonada por todos,
esta femme fatal, decide ir contra su
amigo y amor de juventud para solucionar sus problemas económicos. Le demanda porque de joven la corrompió con
sus ideas librepensadoras sobre el amor libre, a través de un diálogo
intrascendente entre el amor espiritual y el amor carnal que le leyó Pedro.
En este inusual folletín no podía faltar el final feliz,
Carmen es redimida por el amor de Pedro. Junto a los dos personajes principales,
aparecen muchos secundarios: una compañera de la carrera con la que Pedro tiene
una relación fugaz, Julia Montañola, muchos
estudiantes que quieren vivir libremente fuera del conservadurismo que les
rodea, una madre (Virtudes), una hermana de la protagonista, un cura y un marqués. Como fondo tres
ciudades, Túrtula (nombre antiguo de Villena), Barcelona y Valencia.
En sus páginas hay pocas descripciones, solo algunas
pinceladas costumbristas de Villena: canciones populares, referencias a las
fiestas de Moros y Cristianos, con comparsas muy distintas a las que hay ahora, y a José María Soler, ganador del prestigioso premio internacional Montaigne. No puedo copiar toda la novela, pero he
entresacado estos párrafos que dan una idea del estilo del autor:
"Ninguno de los protagonistas sabe lo que es el
aburrimiento y están esperando que vengan las fiestas de la Virgen para
pasarlas como las mejores de su vida.
Con ellas se escaparán de la rutina de las vacaciones y del trabajo. Los
festejos como en años anteriores están anunciados con programas policromados.
Se trata de las fiestas de Moros y Cristianos tan arraigadas en la región
levantina. Desde el cinco de septiembre
hasta el nueve, todas las horas están ocupadas bien con simulacros de batallas
y alianzas, bien con procesiones y sermones, bien con corridas de toros y charlotadas,
bien con contrabando, bien con desfiles, bien con bailes o bien con conciertos.
Tradicionalmente se ha ido elaborando el programa de festejos que difiere poco
de unos años a otros. Su finalidad consiste en dar las mayores facilidades para
que cada individuo del pueblo goce del mayor número de diversiones. La comisión
que redacta el programa encauza los gustos de sus paisanos: no quieren que la
iniciativa propia malogre lo que cuesta tantos sinsabores y dineros, y tan solo
a las comparsas a altas horas de la noche les dejan cierta libertad para que
organicen bailes y reuniones".
"Como el año anterior las Fiestas de Moros y Cristianos
se celebraban con todo su esplendor y Rafael se sintió atraído por la
policromía de los diversos trajes. Esos moros con sus dibujos arabescos y
pantalones de raso, color encarnado, amarillo y azul. Los estudiantes con la
misma vestimenta de los españoles célebres del Siglo de Oro. Los marineros con
la sencillez de sus vestido calcado de los que llevan los trabajadores del mar,
con la clásica camiseta de rayas horizontales blancas y azules. Los
contrabandistas, viva estampa de los fieros bandidos de Sierra Morena; ni José
María el "Tempranillo" llevaría el garbo que al andar esos
turbulenses proporcionan a sus cuerpos disfrazados. Los americanos, retrato
fiel de los hombres del Oeste de Norteamérica, pues también aquí en este rincón
de España un puñado de jóvenes se sintieron atraídos por las luchas legendarios
de Eddie Polo, William Duncan, Tom Tyler* y otros, y esos cinco días del 5 al 9
de septiembre, salen a la calle del pacífico pueblo a hacer realidad las
aventuras de Él, Ella y el Bandido.
Los Maseros o labradores manifestando el poder de la gleba, pues hasta en las
fiestas se cuenta con ellos. Los romanos, hombres serios y graves que con los
Cristianos cierran las últimas comparsas, para al final de los cinco días,
después de haber permitido el triunfo de la morisma, acabar con ella y
obligarla a la conversión al cristianismo en el santuario donde se venera a la
Virgen.
-¿Y por qué tengo que ser yo quien escriba ese libro, cuando
ya hay un Romancero turbulense y hay
gente como José María Soler que con un espíritu más histórico que el mío, que llevan
toda su vida recogiendo datos para publicarlo?
-Pero nadie posee el sentimiento tuyo, amigo Pedro. Estoy
seguro que tú descubrirías cada paso con la poesía que nos das a conocer cuando
relatas los sucesos más importantes.
-Gracias, Rafael, por lo que me dices, pero si he hecho
poesía alguna vez, ésta ha sido un poco trágica, algo existencialista y creo
que describiría mejor la semana de Pasión que la semana de Fiestas".
"Tenía por norma Juan encabezar sus epístolas con adjetivos
galantes que Carmen iba anotando en una libreta. Nunca se repetía y mientras
duraron las ausencias le adornó las cartas con los siguientes piropos:
"Guapa, maja, jarifa, galana, venusta, linda,
agraciada, peregrina, relinda, hechicera, jorguina, garrida, graciosa,
mirífica, bondadosa, mayestática, álfica, armiñada, leda, etc."
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domingo, 25 de agosto de 2013
Hay que deshacer la casa del pueblo
Hay que deshacer la casa es una
obra de teatro de Sebastián Junyet que vi hace mucho tiempo interpretada por
dos hermanas que se deben repartir la herencia en el domicilio familiar, tarea nada fácil puesto que todos los objetos tienen detrás recuerdos y reproches.
Este verano, me ha tocado a mí sola la ingrata tarea de deshacer la casa de mis
padres, después de haber sido ocupada por unos drogadictos y de que la policía reventara la puerta de entrada con
una orden de registro. He tenido que hacerlo en vida de mi madre. Le prometí, cuando la memoria habitaba en ella, cuidar su casa y no lo he hecho, se
la he deshecho. Después de llevar más de quince años abandonada y sin limpiar, se
asemejaba a una tumba. Había más arena que en una playa y más polvo
que en el decorado de una película de miedo. Los ladrones habían reventado con cuchillos los armarios que aparecían destripados y desordenados. Todos los objetos de valor habían desaparecido. El tiempo se había detenido entre
habitaciones de principios de siglo pasado, años cuarenta y ochenta, cuando se
había hecho la reforma; parecía la casa de Cuéntame. Los
muebles que estaban mejor se los he dado a los habitantes de casa Zoilo, que me
acogen todos los veranos como si fuera una más de la familia, allí los podré ver. Mi madre había acumulado cosas y más cosas sin ordenarlas. Han
aparecido más de seis tulipas que no se corresponden con ninguna lámpara, el
camisón de piel de melocotón de su noche de boda, la ropa de acristianar con las iniciales de mi padre y los bordados que mi abuela materna hizo en la Normal de Castellón. El problema son los recuerdos de mi padre, los libros y las revistas de los años
cuarenta (Destino, Campeón) y de los setenta (Triunfo) que no sé qué hacer con ellos. Todavía quedan sin
tirar más de ochenta bolsas de basura llenas de porquería, de objetos rotos, de
visillos ennegrecidos y ropa vieja. Parece mentira todo lo que podemos acumular
en vida, aunque sepamos que nos vamos ligeros de equipaje. Ha sido muy duro
desprenderme de algunos objetos, sobre todo de los ligados a mi infancia.
Me
he acordado de un poema de mi compañero Ángel Guinda, donde se pregunta adónde
van las casas y los objetos que las habitaron. La respuesta a este ubi sunt es bastante clara: primero al olvido y luego a la basura.
¿Adónde van?
Las casas y objetos que nos
habitaron,
los grandes descalabros,
los triunfos,
las promesas incumplidas,
la ilusión caducada,
los instantes tremendos,
las huellas que se interrumpen,
los placeres,
los días tenebrosos,
las citas decisivas,
la avidez desplomada,
los álbumes de fotos,
los vivos y los muertos.
La casa es preciosa, modernista de principios del siglo XX, un dúplex con salón, dos cuartos de baño y cinco habitaciones con mucha luz, situada en el centro del pueblo con inmejorables vistas a las fiestas de Moros y Cristianos, eso sí, sin ascensor. La voy a poner en venta. No fui capaz de hacer fotos ni antes ni después del desastre, supongo que para olvidar. Si la casa estuviera en Madrid, sería muy afortunada.
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