lunes, 23 de septiembre de 2013

Conductas fuguistas



Es bien sabido que a todos nos gustaría ausentarnos alguna vez de la cárcel  en la que vivimos en busca de la libertad y felicidad, pero no nos atrevemos por pereza, cobardía o egoísmo. En la familia García, excepto el abuelo, al que el sentido del deber le impidió hacerlo, todos lo intentaron por lo menos una vez. Todos volvieron. Nunca hablaron de ello. La abuela se escabullía una vez al mes. El hijo menor se escapó cuando era pequeño aprovechando un descuido de la cuidadora. El mayor se fue a vivir a otro país.  Una nuera se fue con la música a otra parte y abandonó el domicilio común. El nieto pequeño con apenas dieciocho meses se fugó de la guardería y se subió en un autobús sin que nadie se diese cuenta y consiguió llegar hasta el final del trayecto.  Otros dos nietos construyeron un túnel del colegio junto a la verja del patio para evadirse con sus compañeros. Incluso lo intentaron los animales domésticos.  La perrita se soltó del collar y apareció una hora después temblando en el garaje debajo del coche familiar. Dos perras rescatadas de una perrera estuvieron perdidas en el campo cuatro días hasta que fueron encontradas casi deshidratadas. El loro se esfumó por la ventana un día nevado. 

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