Jacinto
Benavente respondía así a un periodista:
"—
¿Cuáles eran sus juguetes predilectos?
—Los
teatritos. Llegué a reunir no sé cuántos. Yo me inventaba las comedias y movía
los monigotes con alambres, y hacía diabluras... Y me hacía éxitos y me pateaba
yo mismo mis obras.
—Y las cajas
de soldados y los nacimientos, ¿le gustaban también?
—Sí, por lo
que tenían de teatral; y cuando no lo tenían, les obligaba a tenerlo. Soldados
y figuras de nacimiento, en cuanto caían en mi poder, entraban a formar parte
de las compañías de mis teatros... ¡Ah! También me gustaba mucho leer. Leía
cuanto caía en mis manos: folletines, compendios de historia, cuentos
fantásticos, periódicos..."
Benavente
sentó un maravilloso ejemplo de renovación del teatro infantil con su Teatro de los Niños porque con su propuesta rechaza los propósitos moralizadores sobre
los que se había sustentado este teatro (aunque no pierde de vista ciertas
pretensiones educativas) y alienta su vinculación a la fantasía. El autor era hijo del notable médico
pediatra Mariano Benavente, circunstancia que suele relacionarse por el interés
que mostró por la infancia en su libro «Niños» (1917) y en sus obras de teatro
infantil.
La obra más
famosa del premio Nobel, Los intereses creados (1907),
subtitulada «comedia de polichinelas en dos actos, tres cuadros y un
prólogo», debe parte de su idea al mundo de los títeres y a la adopción
del género teatral de la Commedia
dell'Arte por su naturaleza de farsa, sus personajes fijos,
estereotipados y literaturizados, su ambientación en la Italia de principios
del siglo XVII y por las situaciones lejanas en las que consiste la acción
dramática. Así lo anuncia Crispín en el prólogo:
"Es
una farsa guiñolesca, de asunto disparatado, sin realidad alguna. Pronto
veréis cómo cuanto en ella sucede no pudo suceder nunca, que sus
personajes no son ni semejan hombres y mujeres, sino muñecos o fantoches
de cartón y trapo, con groseros hilos, visibles a poca luz y al más corto de
vista. Son las mismas grotescas máscaras de aquella Comedia del Arte
italiano, no tan regocijadas como solían, porque han meditado mucho en
tanto tiempo".
El Teatro
de los Niños
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Benavente y los pequeños actores de El nietecito |
El objetivo del Teatro de los Niños era «que los niños se diviertan y que
los grandes no se aburran», juntar en un teatro a adultos y pequeños. Otra de las ideas básicas del proyecto benaventino fue reforzar el prestigio del teatro infantil a través de la captación de autores de gran renombre. Así pues, consiguió que Valle-Inclán y Eduardo Marquina aportaran sendas obras infantiles para nutrir el repertorio, y en febrero de 1910 subió a las tablas del Teatro Príncipe Alfonso La muñeca irrompible de Marquina y, en marzo, La cabeza del dragón de Valle-Inclán, acompañadas ambas por otras obritas cortas de autores menos conocidos hoy. Pero ese público burgués de niños cultos y progenitores agradecidos que acudía a las representaciones, aunque fiel, era escaso. Parece ser que en las últimas representaciones no había más de un centenar de asistentes y la empresa teatral, a cuyo cargo estaba Fernando Porredón, no pudo asumir el coste de planteamientos altruistas como las entradas gratuitas para los niños de los barrios pobres de Madrid.El teatro estaba situado en la calle de Génova, esquina a la del
General Castaños, muy cerca de donde a fines del siglo XIX se levantaba el
teatro-circo del mismo nombre, más conocido sin embargo como Teatro Circo de
Rivas, entre la plaza de Colón y la calle de Bárbara de Braganza hasta que a
principios de febrero de 1910 la compañía se trasladó al Teatro de la Comedia.
A pesar del
aparente fracaso de su propuesta, hoy recordamos a Benavente como el artífice
de un cambio de óptica sobre el teatro infantil español. Anticipador de grandes
propuestas renovadoras y precursor del Lorca que buscó desde muy pronto la
complicidad de los niños.
El príncipe que todo lo aprendió en los libros
La comedia El príncipe que todo lo aprendió en los libros se estrenó en El Teatro de los niños el 20 de diciembre de 1909. Presenta la historia de un príncipe que ha leído muchos cuentos de hadas y que en su primer contacto con la realidad cree que todo es como en los cuentos. Esto le acarrea algunos contratiempos, pero todo termina bien y al final reconoce que la imaginación es una base necesaria y que en el fondo, los cuentos son un espejo de la realidad. Es una obra perfecta para ser representada en el teatro para niños o por niños.
Texto completo aquí
Para saber más
-https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/mayo_16/25052016_01.htm
-Javier Puerta Calvo, El teatro de los niños, de Benavente
-Enrique Fuster Alcázar, Teatro para niños en España en el primer cuarto del siglo XX: de Benavente a Martínez Sierra.