miércoles, 6 de marzo de 2019

Exposición: Nasca, Buscando huellas en el desierto



En el viaje que tengo programado a Perú para esta primavera no se incluyen las líneas de Nasca (o Nazca), situadas en su costa meridional -en la cuenca del Río Grande-  y realizadas entre el 200 a.C. y el 650 d.C.; pero, gracias a la exposición de la Fundación Telefónica, he podido acceder a esta enigmática cultura a través de audiovisuales, paneles, planos geológicos y dioramas. Sin necesidad de madrugones, de cuatro horas en autobús, de los avatares y mareos que puede producir un vuelo en avioneta, he observado con total nitidez sus geoglifos, marcas en la tierra, a través de las cuales los antiguos habitantes de Nasca transformaron un terreno pedregoso en un espacio ritual definido por miles de líneas y figuras que representan imágenes gigantescas de animales, seres humanos y diseños geométricos. Además de muestras la cerámica, tejidos y objetos de metal de esta cultura que empezó a estudiarse a principios del siglo XX y que, paradójicamente, no dejó ningún documento escrito. 

El mono
Durante años las piedras que estaban en la superficie se oxidaron y crearon el llamado “pavimento del desierto” que podía observarse desde las montañas cercanas. Para crear el geoglifo simplemente había que retirar manualmente las piedras oxidadas dejando al descubierto el suelo claro que hay debajo. Las líneas y sus formas están realizadas con una perfección inusitada a pesar de que algunas de ellas pueden ocupar varios kilómetros de largo y todas ellas se extienden sobre más de 500 kilómetros cuadrados. El ancho de las líneas trazadas en el suelo oscila entre los 40 y los 210 centímetros. Debido a que el clima es muy cálido y una de las zonas más secas del planeta, han impedido que estas líneas se borren porque el aire caliente obliga al viento a cambiar de dirección. 
Lejos de las teorías pseudocientíficas que nos indican que pudieron llevarlas a cabo extraterrestres o que los nasca utilizaron cometas para sobrevolar sus dibujos, los expertos nos dicen que se pudieron realizar con cuerdas, estacas, y miras verticales hechas colocando unas piedras encima de otras. En la actualidad se piensa que las líneas, sobre las que peregrinaban,  estaban relacionadas con el agua, tan importante para sobrevivir en el desierto, para marcar su ubicación y/o dar las gracias a las divinidades.

El único inconveniente de la exposición es la iluminación de la sala. Falta luz, muchos focos están apagados o mal dirigidos. Algunos de los objetos, sobre todo las telas, no se pueden apreciar porque están en penumbra.


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