El
señor vestido de blanco y con manos blandas le repetía una y otra vez:
-
Concéntrate y dime si ves al soldado dentro de la garita.
La
pequeña de seis años lo intentaba con todas sus fuerzas, atrapada su barbilla y
su frente en el extraño aparato. Para contentar a todos deseaba ver dentro de
la pequeña casita la figura del soldado valiente de sus cuentos de hadas, pero
no había manera, la figura se superponía, se colocaba a la derecha o a la
izquierda, nunca dentro. Después de las gotas, los parches y las gafas, vino la operación. A punto estuvo el oftalmólogo de operarle el ojo bueno, menos mal que su padre, hombre precavido,
enseñó las fotos que le había hecho en un fotomatón y demostró que el ojo que
bizqueaba, que sufría un severo trastorno de estrabismo, era el derecho.
De
bebé tenía los ojos azules y no se notaba su defecto, la anomalía apareció al
año cuando el color cambió y un ojo vago pasó a esconderse detrás del párpado. Todas
las miradas de conmiseración se dirigían a sus ojos asimétricos. Era bisoja y
trasojada. La madre no entendía estas jugarretas de la herencia y se avergonzaba
de su hija que siempre se protegía permaneciendo en un segundo plano, agarrada
al extremo de su falda, temerosa de oír
la temida frase: ¡Lástima, con lo mona que es! Encomio y escarnio al mismo
tiempo, elogio paradójico, alabanza sesuda y burla. No le hicieron fotos para
no avergonzarla, pero quedan algunos testimonios de su mirar zambo y zurdo
entre familiares de ojos perfectamente alienados. El trastorno iba también asociado al astigmatismo y a la
torpeza, tropezaba con objetos que no veía, no se hacía una idea de las
distancias. Se volvió invisible, callada
e hierática.
Pepe,
el primer chico al que amó, le preguntó:
-¿Por
qué no me miras nunca a los ojos?
No
se atrevió a revelar su secreto y a responderle: para que no te des cuenta de
que soy bizca e indigna. Como no había nadie para protegerla con su mano,
decidió alejarse para que él no se sintiese avergonzado.
Demasiado
tarde supo que, en otras culturas como la maya, a los niños que tenían esta
deformación se les consideraba superiores, algunas familias colocaban en la cabeza de su hijo un
cordón con una figurita en el extremo que les caía delante de los ojos, para
que al mirarla forzaran la vista.
2 comentarios:
Yo tuve una novia bizca y la mirada se me iba irremediablemente a sus tetas ...
Me temo que la asimetría también se localiza en las tetas. El tema da para otra entrada que puedes hacer tú. Gracias, Angeloxo.
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