miércoles, 18 de septiembre de 2024

Oficios perdidos del cine mudo (Vida en sombras) 5

Recreación de un explicador 

“Callaron todos, tirios y troyanos, quiero decir, pendientes estaban todos los que el retablo miraban de la boca del declarador de sus maravillas…”.

Miguel de Cervantes

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
II parte. Capítulo 26


El cinematógrafo no tenía capacidad de grabar imágen y sonido al mismo tiempo. Pero el cine silente no era tan mudo, las imágenes hablaban por sí solas y el sonido de las películas se hacía en directo con música que tocaba un pianista y con un explicador que iba contando a la gente lo que pasaba en la película, ya que entre el público se encontraban con frecuencia analfabetos que no sabían leer los carteles que se intercalaban. Además, en la sala de proyección, la falta de sonido de la película se suplía con la algarabía de un público animoso, donde se comentaba, se reía sin discreción y se abucheaba. Algo que cambió radicalmente cuando llegó el cine sonoro, que, paradojas de la vida, provocó que el público quedara mudo.

Con la sustitución del cine mudo por el cine sonoro se perdieron una serie de oficios que fueron muy interesantes en su época. Vamos a recordarlos. 

El escritor de títulos, el epigrafista

Dado que el cine mudo no podía servirse de audio sincronizado con la imagen para presentar los diálogos, se añadían cuadros de texto para aclarar la situación a la audiencia o para mostrar conversaciones importantes. Los intertítulos (o títulos, como se los llamaba en esa época) se convirtieron en elementos gráficos en sí mismos que ofrecían ilustraciones y decoraciones abstractas con comentarios sobre la acción. El escritor de títulos era un profesional del cine mudo que a menudo era mencionado en los créditos al igual que el guionista.

Los explicadores, voceadores, comentaristas o charlatanes

Los explicadores, situados a un lado de la pantalla o detrás de ella, comentaban las escenas y el argumento de forma muy exagerada y dramática, hacían chistes e, incluso, hablaban con el público y respondían a sus comentarios. Esta figura podía actuar también como charlatán o aclamador que anunciaba el contenido del espectáculo, voceando en la puerta del local con la finalidad de atraer al público. Eran el equivalente a los comentaristas deportivos de la radio y la televisión cuando narran un partido de fútbol o una corrida de toros. Como dice Daniel Sánchez Salas venían a ser “un médium entre el público y la película”. Su misión era conseguir que los espectadores disfrutaran de la película para hacerles sentir las emociones y estados de ánimo que se contaban en la pantalla: risa, dolor, miedo, intriga… También utilizaban un puntero para señalar en la pantalla y todo tipo de cachivaches para hacer efectos de sonido; por ejemplo, cáscaras de coco para imitar los cascos de los caballos o bocinas para hacer los ladridos de los perros como se hacía en la radio. Llegaron a convertirse en personajes muy famosos y populares. Se hacían concursos para elegir a los mejores y, muchas veces, la gente iba a ver las películas por el explicador. Sus nombres se ponían, junto al de los actores, en los carteles de las películas. Las explicaciones de este personaje eran necesarias por la ausencia de rótulos en la mayor parte de la producción, por la duración cada vez mayor del metraje de la película, y por la truculencia de los enrevesados argumentos. 

Se distinguen hasta 6 clases de comentaristas: el propietario del local, que pretendía brindar una experiencia cinematográfica más entendedora y, de este modo, promocionar su cine; los actores amateurs que intentaban doblar los actores con la ayuda de un director que hacía las acotaciones para que entraran cuando era necesario; los actores profesionales que, doblándose a ellos mismos o a los actores de las cintas; los pianistas o músicos que, a pesar de que no era tan común, explicaban algún detalle sobre la película acompañándolo con música disminuyendo o intensificando la melodía según convenía; los explicadores no profesionales, que acostumbraban a traducir los letreros o leerlos literalmente para que el público analfabeto estuviera al caso de las frases escritas; y, finalmente, los explicadores profesionales, que eran expresamente enviados por las distribuidoras coincidiendo con los estrenos, comentaban el film a partir de un guion muy elaborado, hablaban de cara al público y estaban de pie junto a la pantalla, a veces apaciguando el alboroto del público.

En Madrid destacaron dos comentaristas profesionales: el escritor y periodista Tomás Borràs*, que trabajó en el cine de sus padres en el parque del Retiro alrededor de 1910, y Federico Mediante Nocedaun escritor pionero de la novela policíaca en España que ejerció este oficio. La época de esplendor de los comentaristas fue entre 1904 y 1910, empiezan a desaparecer a medida que los intertítulos tienen más presencia en el cine mudo.

Lástima que apenas queden rastros de este arte oral y efímero. A modo de ejemplo, el director de cine Eduardo García Maroto, reproduce al comienzo de sus memorias el discurso de un explicador al que asegura haber oído en su infancia, comentando una película dramática: 

“El violador, espantado por su deleznable delito y repugnante acción huye cobardemente; pero el padre de la inocente víctima sale en su persecución dispuesto a cargárselo. El violador tuerce por la calle 23; el padre le sigue raudo por la calle 22, en una carrera ‘macanuda’. Ahora entra en la plaza de la Libertad y, ya a tiro, el padre saca una Colt y dispara. El violador cae muerto; la víctima ha sido vengada. ¡Qué el Altísimo perdone al criminal!”

 (13-12-1.928) Federico Mediante Noceda
Azorínen los años cincuenta y sesenta, se convirtió en un espectador que se deleitaba viendo sesiones dobles en los cines próximos a su casa. Recuerda en el capítulo titulado “Dos peligros” de El efímero cine (1955), un nombre propio, Julio Salcedo “Juliano”, cuando en películas cortas y mudas animaba los cines “con su ingenioso arte de ventrílocuo”. 


Daniel Sánchez Salas, 
La figura del explicador en los inicios del cine mudo

https://criticalia.com/articulo/el-explicador-del-cine-mudo-personaje-en-el-sonoro


Eduardo Pérez, "el explica" (1931)





















Música en vivo y sonido: el pianista 

La música servía para romper el hielo y para dar vida a las imágenes. Sin embargo, estas músicas no se ponían en principio para acompañar a la acción, sino para disminuir el ruido que producían las bobinas de las cintas que todavía no estaban separadas del público. Poco después es cuando se plantea el elegir los temas musicales en función de lo que se está viendo en la pantalla. El cine silente se valió de música instrumental propia del romanticismo para procurar que este nuevo arte fuera desde sus comienzos bien aceptado por las clases altas y aristocráticas que escuchaban aquella música. Se utilizaban piezas del repertorio clásico que representaban determinados clichés y que aún se utilizan en los dibujos animados: la nana de Brahms para el sueño, la Obertura de Guillermo Tell de Rossini para una persecución, la marcha fúnebre de Chopin para la muerte, los arpegios para el agua… Después de 1910 se alternaban la música clásica y la ligera.

En sus comienzos, la música del cine mudo consistía en improvisaciones en directo
interpretadas por un pianista u organista. 
Normalmente los pueblos pequeños contaban con un piano para acompañar las proyecciones, pero las grandes ciudades tenían su propio órgano o incluso una orquesta capaz de producir efectos sonoros. La música trataba de representar los sucesos que ocurrían en pantalla de una manera exagerada y poco sutil.​ Quien decidía donde aparecían estas sutilezas era el pianista o el director y, en el mejor de los casos, el pianista podía visionar la película para tener una mejor idea de dónde y cómo realizarlas. Se solían utilizar ritmos rápidos para persecuciones, sonidos graves en momentos misteriosos y melodías románticas para escenas de amor. 

Photoplay, partitura
Una vez que los largometrajes se hicieron habituales, la música fue recopilada en la llamada Música de Photoplay para acompañar a los films, lo que suponía una importante fuente de empleo para los músicos hasta la llegada del cine sonoro. Esta labor era realizada por el pianista, el organista, el director de orquesta o el estudio mismo, que enviaban una "partitura" de la música que debía acompañar la película. Desde que Joseph Carl Breil hiciera una composición original para la película de David W. Griffith El nacimiento de una nación, (1915) se volvió relativamente común para las películas llegar a las salas de exhibición con partituras originales especialmente creadas para la ocasión.

El actor Ben Turpin junto a un fotoplayer.


En Estados Unidos se volvió muy popular la máquina del Photoplayer, máquina de sonidos similar a una pianola, pianos que podían automatizarse a través de papeles perforados para que repitieran una melodía de forma constante, sin necesidad de intérprete. Murió por el mismo motivo por el que lo hizo el cine mudo: por la llegada del audio. 

El siguiente vídeo lo explica muy bien, no te lo pierdas:




El pianista ha inspirado a algunos escritores, Ángel Rodríguez Cabezas escribió un relato breves con el título El pianista del cine mudo, que nos muestra la evolución del cine mudo al sonoro. El libro del mismo título recoge otros relatos de diferente temática.

Por último, incluyo un vídeo sobre el ambiente que había en la sala de proyección en esos años, el inicio de la película Vida en sombras, dirigida por Lorenzo Llobet Gracia en 1948 e interpretada por Fernando Fernán Gómez y María Dolores Pradera. Vida en Sombras tiene como protagonista a Carlos, un hombre cuya vida ha estado siempre vinculada al mundo del cine: nació prematuramente en una barraca de feria donde sus padres asistían a una proyección de cortos de los Lumière. En la película aparecen numerosos planos de salas de cine o de proyecciones de todo tipo: las barracas de feria del principio en que se exhiben filmes cortos como curiosidad con un explicador narrando las historias, las caóticas salas de la era muda y finalmente los grandes cines con sus cómodos palcos. Incluso en cierto momento la cámara de Llobet-Gràcia se eleva hasta la cabina de proyección y se queda unos segundos contemplándola, como extasiado ante el milagro de la proyección cinematográfica.


* Fue el impulsor de una norma que marcaría el destino del cine en nuestro país: «Queda prohibida la proyección cinematográfica en otro idioma que no sea el español. El doblaje deberá realizarse en estudios españoles que radiquen en territorio nacional y por personal español«. En 1931 se dobló la primera película al castellano.

domingo, 15 de septiembre de 2024

El tren y el cine: los Cine-Trenes en Madrid (1909-1916) 4

La llegada del tren 
El tren y el cine, una gran amistad, una gran historia. 
Los hermanos Lumière utilizaron el tren como protagonista en su película La llegada del tren a la estación de La Ciotat (1896) y asustaron a los inocentes espectadores que pensaron que iban a ser atropellados por una locomotora. Después, Buster Keaton lo convirtió en su mejor compañero de reparto en su obra maestra de la historia del cine: El maquinista de la general. Pero hay muchas más: Las mejores películas de viajes en trenY también son muchas las estaciones de tren y de metro que se han convertido en escenarios de películas inolvidables. 

Me ha llamado especialmente la atención la efímera existencia de los Cine-Trenes, una curiosa manera de viajar sin moverse del sitio; un viaje muy barato, sin maletas, sin apreturas y sin accidentes.
Los espectadores se sentaban en un vagón de tren que tenía una ligera pendiente para un viaje que duraba unos diez minutos, mientras se proyectaban en una gran pantalla las imágenes previamente filmadas desde un tren en marcha. Para aumentar el realismo, el vagón-sala se balanceaba ligeramente y se oía el característico traqueteo de las ruedas sobre los raíles. Tal fue el éxito de éste espectáculo que en 1907 se habían abierto más de quinientas concesiones en todos los Estados Unidos y por todo el mundo.

 La Correspondencia de España (11-03-1912)
Los «Cine-Trenes» también se acabarían incorporando a Madrid, en las calles San Bernardo, Atocha y Montera, entre 1909 y 1916 aproximadamente. Los más conocidos serían: «Cinemaway», «Metropolitan Cinematour» y «Wagon Cinema». Las películas que se proyectaban en su interior no se diferenciaban de la realidad, eran filmaciones de recorridos por la geografía española o la extranjera: realizaban la función de suplantar la experiencia del viaje real. En el Metropitan Cinematour, se ofrecían desde las 4 de la tarde, viajes por España y el Extranjero. Entre ellos estaban los viajes en tranvía por Madrid, un paseo de Orense a Vigo o un viaje de Madrid a San Sebastián.

Para saber más: Blog Historias matritenses 




miércoles, 11 de septiembre de 2024

Un viaje por el Madrid de cine (3)

Placa de cerámica conmemorativa en el Hotel Rusia
En el Hotel Rusia, en La Carrera de San Jerónimo, calle elegante y céntrica, muy próxima al Congreso de los Diputados, tuvo lugar la primera proyección en España del cinematógrafo el día de San Isidro de 1896. Refieren las crónicas periodísticas como la de El Heraldo de Madrid que “la proyección de la fotografía sobre un lienzo en blanco no puede hacerse con mayor perfección; el efecto es sorprendente”.

En 1910, el periodista Alejandro Larrubiera explica el rápido éxito del cinematógrafo entre la población madrileña: Ahora sí que hay cines para todos los públicos madrileños, con unas salas elegantes donde se proyectan películas baratas: Por«el corto interés» de veinte céntimos puede usted gozar, amigo mío, lo indecible viendo representar sobre una sábana […] trozos de vida más o menos regocijados ó terroríficos; asistir sin menoscabo de su persona, al choque de trenes, hundimiento de puentes, batallas entre moros y cristianos […]”.

-El cinematógrafo y la primera proyección cinematográfica https://barriodechueca.blogspot.com/2013/06/primera-proyeccion-cinematografica-en.html

- Teatro Circo Price, su historia : https://barriodechueca.blogspot.com/2013/06/teatro-circo-price-su-historia.html

El Madrid de 1896

El Madrid de 1896 es un documental filmado con el cinematógrafo por Alexandre Promio enviado por los hermanos Lumière a España. Muestra vistas de Madrid: la Plaza de toros de las Ventas, la Puerta del Sol, Puerta de Toledo, y el Palacio Real. Se ven las maniobras de los Lanceros de la Reina en la Plaza de Oriente, y la realización de la carga a las afueras de Madrid.


La llegada del cinematógrafo

 


Visitas culturales 

En la actualidad se pueden hacer visitas culturales que nos recuerdan los primeros años del cine:

- Museo del  Cine en Villarejo de Salvanés 

En el Museo del Cine en Villarejo de Salvanés se puede recorrer la historia del cine, conocer sus orígenes, su evolución, los avances tecnológicos que fueron apareciendo con el tiempo y ver cómo ha cambiado el material audiovisual con el paso de las décadas. Está situado en un antiguo cinematógrafo y se divide en tres salas. Acoge fondos rescatados de salas de cine y otros objetos de origen internacional.
- Visitas guiadas 

Mira Madrid, visita guiada organizada por el Ayuntamiento para descubrir el lado más cinematográfico de la ciudad, calles, parques y espacios culturales que han sido el escenario de multitud de películas españolas y extranjeras.  

Espectáculos de cine mudo con piano

También son habituales los espectáculos de cine mudo con piano. Jorge Gil Zulueta, pianista colaborador de los ciclos de cine clásico y mudo de la Filmoteca de Catalunya y la Filmoteca Española ofrece espectáculos en los que adapta su música de piano a grandes cortometrajes y películas del cine mudo. En septiembre de 2020, estrenó “Musidora en España” en el Cine Doré.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Historia del cine mudo, imágenes perdidas del cine mudo español (vídeos) 2


Como introducción, si tienes casi una hora libre, te recomiendo que veas este documental de La Historia del Cine, Época muda, parte 1, realizado en 1983.



Primeros años del cine español 1987-1921

Resumen preparado por Carlos Valmaseda: Primeros años del cine español 1987-1921

En el blog  Naranjas de Hiroshimacreado el 23 de enero de 2007 por Luis Iborra (Alicante, 1979), se pueden ver los 13 capítulos de Imágenes perdidas: una historia del cine mudo español en 13 capítulos de 27 minutos. La dirección y el guión son de Vicente Romero. Una producción de TVE en colaboración con la Filmoteca Nacional emitida en 1991 y nunca editada.

Merece la pena ver el Capítulo inicial de la serie dedicado a las películas ignoradas de los primeros treinta años del cine.

Capítulo 1: ‘Tesoros olvidados'

La mayor parte del cine mudo español (1896-1930) se ha perdido. Y las escasas películas de ese periodo, que supone un tercio de la historia de nuestro cine, permanecen sumidas en el olvido. El programa ‘Imágenes perdidas’ ha hecho un esfuerzo de investigación, localizando títulos que se creían ya inexistentes, además de revisar exhaustivamente y catalogar todos los materiales conservados en cinematecas españolas, extranjeras y coleccionistas particulares. Este primer capítulo de la serie muestra secuencias de esos tesoros olvidados del cine español. (Narrado por José Mª Rodero).
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domingo, 1 de septiembre de 2024

Cinema X/ Teatro Álvarez Quintero/ Coliseo del Noviciado (1)

Cinema X, años sesenta
En el año 66, cuando salimos de La Marañosa, nos vinimos a vivir a la calle de San Bernardo, entonces llamada ancha, donde todavía se podían ver en el asfalto los carriles del tranvía y las antiguas librerías que poco a poco se fueron transformando en bares. Casi enfrente de mi casa estaba el antiguo Cinema X, un cine de barrio con sesiones continuas, pipas y precios populares. Aunque no recuerdo haberlo visto nunca abierto, los datos me informan de que se cerró en el año 1967. El edificio, situado en el número 57 de la calle, se fue deteriorando hasta que lo derribaron y construyeron en 1990 el bloque de pisos actual. En los finales de los setenta llamaba la atención la letra X, que solo se añadía a los cines donde se proyectaban películas pornográficas. Los vecinos del barrio lo llamaban “Cine Maequis” y afirmaban que en los últimos años tuvo mala fama por el tipo de público marginal que lo frecuentaba.

Al ver la fotografía, me enteré de que el solar había albergado un teatro y, mucho antes,  El Coliseo del Noviciado, un local de espectáculos de variedades que se incendió como otros muchos porque los materiales que se utilizaban para hacer y proyectar películas eran muy inflamables, así como las sillas de madera y las telas que hacían de pantalla. 

Los avatares del edificio ejemplifican muy bien la historia del cinematógrafo en España. Un invento, que unido a la electricidad, superó con creces a la cámara fotográfica y revolucionó la forma de ver el mundo y la cultura. Las imágenes en movimiento de la caja mágica, con o sin sonido, en blanco y negro o a todo color, en grandes escenarios lujosos o en confortables salas pequeñas, nos han acompañado, divertido y enseñado desde 1896. El cine, llamado séptimo arte, se convirtió pronto en una potente industria que sufriría grandes transformaciones adaptándose siempre a las nuevas tecnologías y a los gustos del público. Por eso no es de extrañar que las primeras proyecciones se realizaran en los ya existentes locales de espectáculos: salones, barracones itinerantes o teatros. Los cortometrajes hacían las veces de entremeses, apareciendo en medio de las funciones del teatro popular como eran los sainetes, zarzuelas, cuplés y espectáculos de variedades. Finalmente las gradas de madera, la lona de las primeras barracas itinerantes, similares a los circos, fueron sustituidas por amplias salas construidas en torno a una gran pantalla.

A finales del siglo XIX, tras el éxito de las primeras proyecciones del cinematógrafo en la Carrera de San Jerónimo en Madrid, proliferaron los escenarios instalados en varios barracones instalados en diferentes lugares del centro –calles de Alcalá, Pez, San Bernardo–, en el barrio de Embajadores –calle Encomienda, Ave María y Atocha– y en el paseo del Prado. En 1907, había 23 salas de proyecciones reconocidas en Madrid. En la época de mayor esplendor del cine mudo, en 1925, había registrados 1818 cines; en 1930, 4338. Los 13 cines situados entonces en la Gran Vía se construyeron en su mayoría entre los años veinte y treinta del siglo XX en edificios lujosos, con salones palaciegos de luces de neón, grandes carteles y pasillos ricamente decorados, donde los madrileños acudían al cine de estreno sobre todo los sábados y domingos para ver películas norteamericanas de calidad y técnica insuperables.


Coliseo del Noviciado/ Cinema X/ Edificio en la actualidad 

Coliseo del Noviciado

El Coliseo del Noviciado, que fue una barraca en su origen, se construyó en 1907 en el estilo art nouveau, lleno de sinuosidades ve­getales, por el arquitecto José Carnicero Rodríguez, con la intención de tener en Madrid un local donde poder alternar funciones cinematográficas y representaciones del género chico. 

Coliseo del Noviciado 

La sala acapara los elogios del reportaje de la revista El Arte del Teatro  sin duda para publicitarlo ante su inminente inauguración. Utiliza su elegancia como un criterio de distinción con respecto a las demás salas de espectáculos madrileñas, convirtiendo la contemplación de sus fachadas y de sus interiores en un aliciente por sí mismo: La sala de espectáculos, capaz para 600 personas, puede servir de modelo en su género. Tiene 20 metros de extensión por 12 transversalmente. Cuenta con seis bonitos palcos frente al escenario, cuya embocadura es de seis metros de ancho por cuatro y medio de alto. Las butacas, verdaderos cómodos sillones, están forrados de terciopelo rojo en invierno, y de rejilla en los meses caniculares, como corresponde á cada una de las distintas estaciones del año. La sala de espera de la entrada general es una amplia terraza, enlosada higiénicamente con baldosines hidráulicos. En verano le prestan amenidad y frescura plantas y un buen surtido puesto de refrescos. Para la época invernal, esta misma sala de espera será cubierta con una montera de cristal y hierro. La fachada es tan artística […]. A ambos lados de la magnífica verja de entrada se han instalado dos despachos de billetes cuyas cúpulas solamente costaron más de 500 pesetas".

El edificio se asemejaba a los modernos locales europeos. En él trabajaban veinte empleados, contaba con un aforo de 600 personas y disponía de un amplio escenario. Dicen que el gran éxito del Coliseo del Noviciado fue por su proximidad con la Universidad Complutense de Madrid, entonces situada a pocos metros, pues muchos fueron los universitarios que llenaban habitualmente sus butacas. El edificio propiedad de Francisco Pérez y Agustín Rodríguez quedó destruido  el 7 de abril de 1912 en apenas 10 minutos por un incendio que se produjo cuando en la cabina de proyecciones se inflamó la película saltando el fuego hacia el techo que era de madera. Afortunadamente el cine fue desalojado inmediatamente y los espectadores salieron sin problema por las 7 puertas de que constaba. La diligencia de los bomberos del puesto de guardia de la universidad evitó que las llamas se propagasen hacia el edificio colindante en la Calle de San Vicente Ferrer. 

Teatro Álvarez Quintero




Tras el incendio del Coliseo del Noviciado, se construyó tres años después (1915), el Cine-Teatro Álvarez Quintero llamado así en homenaje a los hermanos y escritores de obras teatrales. Su arquitecto, Manuel Ruiz Senén, proyectó también la Plaza de Toros de Las Ventas, el Cine Ideal, el Teatro de la Zarzuela o el Teatro Reina Victoria. La fachada era sencilla, resaltando los apilastrados con pináculos. En el interior, una barandilla separaba las primeras filas con bancos corridos, situadas más cerca de la pantalla, del resto, con asientos individuales, pero sin brazos.
Un artículo en La Vanguardia Española, de 1954 decía: “Aún existe, aún, aquel modesto coliseo, pero trocado en cine desde hace muchos años, y ya con otro nombre en su frontispicio. El Teatro Álvarez Quintero de la calle de San Bernardo no era suntuoso como el Teatro Álvarez Quintero de la Gran Vía. Pero éste se ha cerrado igual que aquél. Y, posiblemente, con el mismo destino.”

La verdad es que, comparando la foto de la la fachada original del teatro y la posterior restauración del Cinema X, resulta difícil pensar que eran el mismo edificio. 

Cinema X

Unos años más tarde, en 1918, el teatro, para poder adaptarse a los normativas vigentes, fue reformado como una exclusiva sala cinematográfica por el arquitecto modernista José Espelius Anduaga que también diseñará el Cine Doré en 1923, hoy sede de la Filmoteca Nacional. El cine adoptó el nombre del CINEMA X, que antes había funcionado en la glorieta de Bilbao. En octubre de 1930 inaugura sus sesiones de cine sonoro con un aparato de fabricación nacional. La sala de carácter popular tenía un aforo de 800 localidades de dos clases: general, al precio de 20 céntimos, y preferencia, al de 40. Los más grandes éxitos se los proporcionó la época de los seriales: Judex, de 12 episodios; Carpanta, de 15; Nueva Aurora, de 16. También, El Sello Verde y Los Dos Pilletes, etc. Favorito de los estudiantes de la vecina Universidad, se hizo célebre por la selección de sus películas y la economía de sus precios. Se cerró con un programa doble: El Grano de Mostaza y El Conde de Montecristo, el 10 de julio de 1967.


Existe mucha información muy bien documentada sobre los primeros años del cine cuya lectura resulta muy interesante:
Cine Doré en la actualidad 


-Josefina Martínez, Cómo llegó el cine a Madrid 
-Francisco José Montes Fernández Recordando la historia del cine español 


Por último, un recorrido en vídeo por el barrio de Lavapiés para aprender la historia del cine y de algunos cines de Madrid. Si el edificio del Teatro Álvarez Quintero se hubiese rehabilitado, tal vez luciría como el cine Doré en la actualidad.


El cine mudo, ese desconocido

A mi primo Roberto Marco Cuéllar, otro enamorado del cine mudo 

El cine mudo (1896-1930) ha sido injustamente olvidado, silenciado, perdido e ignorado. Es una pena porque estas filmaciones son fascinantes y bellas, incluso muy modernas. Lamentablemente, sabemos más del cine hecho fuera de España que de la historia del cine español de estos primeros años. Un tercio de nuestro cine ha desaparecido porque los rollos de película eran de nitrato, material inestable y altamente inflamable. Afortunadamente, las instituciones españolas llevan un tiempo rescatando del olvido las escasas películas que se conservan. Se merecen un ciclo en TVE para que lo conozcan las nuevas generaciones. 

Como casi todos, he disfrutado con tres de sus grandes figuras cómicas que triunfaron también en el sonoro: Charlot, Buster Keaton y Harold Lloyd. Los dos primeros fueron además de actores, guionistas y directores que heredaron de sus padres el oficio del teatro y las variedades. En primer lugar, Charlot, un genio de corazón y compromiso; en segundo lugar, Buster Keaton, Pamplinas, el surrealista que llevaba la risa por dentro; y, en tercer lugar, Harold Lloyd, el hombre común sometido a los peligros de la gran ciudad, el favorito de mi abuela Ángeles que iba al cine en Villena en busca de risas y angustias, de diversión y de emoción. El humor de estos tres gigantes es universal, está basado en gags visuales, no necesita palabras. 


El cine mudo supone el nacimiento de un arte en busca de una estética propia. Sin palabras, las técnicas de actuación eran muy distintas a las actuales, el actor solo disponía del lenguaje corporal y la expresión facial, de ahí que sobreactuara. También sorprende al espectador actual su velocidad de proyección, la mayoría de las películas mudas fueron filmadas a velocidades más lentas que las películas con sonido (normalmente de 16 a 20 fotogramas por segundo frente a 24), lo que remarca su aspecto poco natural. Sin voz, los intérpretes debían comunicar sus sentimientos con el gesto y la mirada. El encuadre de cámara era el protagonista en la narración y el montaje marcaba ritmos y daba énfasis.  

Restos del Coliseo del Noviciado (ABC,31/03/1912)
Mi interés por saber más de este periodo  empezó con una foto del Coliseo del Noviciado en la calle san Bernardo de Madrid que me ha hecho tirar del hilo de la madeja. 
En estos dos últimos meses de obligada inmovilidad, he leído mucho sobre este arte que hipnotizaba con la magia del silencio y el acompañamiento de la música: el origen del cine y sus paternidades, los lugares en los que se proyectaba, el público al que iba dirigido, los oficios que creó y se fueron perdiendo, la rivalidad creada entre Madrid y Barcelona, la relación con la zarzuela, las mujeres directoras ...

En este bloque, he intentado resumir mis lecturas con algunos datos curiosos y vídeos interesantes que he ido encontrado. Otros lo han contado mejor que yo, por eso incluyo los documentos consultados, porque hay muchos.

sábado, 10 de agosto de 2024

Muelas cordales y patas sable


Las patas de sable 
¿Quë tienen que ver las cordales* con las patas de un sillón? Mucho y nada. Coinciden en el número y, a veces, las muelas inferiores se tuercen como las patas posteriores de algunos asientos. Se diferencian en que las muelas son móviles y hay que quitarlas si descolocan a sus vecinas y, en cambio, las patas no se juntan entre sí, son firmes. A estas conclusiones absurdas llegué después de varias horas sentada en la salita de espera de un cirujano maxilofacial al que acudí urgentemente, sin cita, este mes de julio. Para no salir huyendo y distraer mi mente, me fijé en el mobiliario de tipo inglés en el que destacaban cuatro sillones, uno tenía las patas traseras torcidas, el que estaba enfrente tenía una recta y otra no y el de la derecha las tenía al contrario. Moviéndome, descubrí que este extraño trampantojo dependía del punto de vista. Algún ingenioso carpintero había diseñado unas patas en forma de sable para crear ese  paralelismo: mis muelas del maxilar inferior estaban tan torcidas como esas patas traseras. En mi mente la pata que simulaba una espada curva era la metáfora perfecta del instrumental médico que me iban a clavar en la encía. En vez de patas, veía elevadores de raíces, fórceps y alicates.

Una recta, otra no 
Vayamos al principio. Como mi mandíbula es muy pequeña, siempre pensé que las muelas del juicio no me habían salido porque no tenían sitio. Pero después de sufrir problemas en el oído, latigazos eléctricos de un nervio afluente del trigémino e inflamaciones de los ganglios, me las descubrieron a esta edad en que la cordura ya empieza a desaparecer. No quedaba más remedio que extraerlas. Cuando estaba preparada para ello, sentada en la unidad dental*, después de una radiografía y un TAC, mi dentista dijo que no se atrevía, que estaban en un lugar peligroso y lo mejor era ir a un hospital para que las extrajese un cirujano maxilofacial porque podrían generarse problemas serios. No se atrevió a meter los pulgares entre las cordales. Así que después de llevar más de veinte años con esa aseguradora dental cuyo nombre empieza por A, me quedé compuesta y sin cirujano.

Vayamos al final. Tuve suerte porque, después de muchos intentos, di con un joven cirujano muy competente que me informó correctamente de los riesgos. Quince días después me puse en sus manos y abandoné en su consulta mis cordales del lado derecho. La extracción fue perfecta, lo más doloroso fue el postoperatorio porque una muela estaba cariada. 

*Nombre que se le da ahora al sofisticado sillón de dentista y que yo llamo potro de tortura. Ver: Maltratada por el dentista.

** Algunas muelas tienen nombre propio, como las "Muelas del Juicio" o cordales, que deriva de cordatus (cuerdo) porque aparecen a una edad en la que supuestamente la persona ya es madura, es decir, tiene cordura mental. De hecho, también en El Quijote, Sancho Panza menciona el refrán “entre dos muelas cordales nunca metas tus pulgares”, una metáfora que aconseja no entrar en conflictos familiares porque, al igual que estas últimas piezas dentales, tienen mucha fuerza y trituran lo que se ponga entre ellas. Los molinos y las muelas del Quijote