domingo, 5 de mayo de 2019

A propósito de los viajes en grupo


Hay dos tipos de turistas que son tan respetables como irreconciliables: los que se compraron un I-phone y los que utilizan un teléfono Android; los que les gusta viajar en manada y los solitarios que demandan silencio y tiempo libre; los amantes de los selfies y los que odian las fotografías, sobre todo las de grupo; los que viajan con una maleta grande y los que lo hacen con una pequeña; los que disfrutan en los museos y los que prefieren sentarse en un café a ver la vida pasar; los compradores compulsivos y los inmunes a la tentación de las compras que casi siempre son baratijas; los que se cuelan en el buffet y los que respetan la fila; los que corren para llegar antes a las paradas técnicas que incluyen cuarto de baño y los que mantienen su paso; los que sienten "horror vacui" si tienen un minuto libre y los que darían su vida por un descanso después de comer; los que se las agencian siempre para coger los mejores puestos en el autobús utilizando las manidas triquiñuelas de poner un bolso con antelación y los que creen que todos tienen que rotar de una manera justa; los que siempre están dispuestos a dar abrazos en las despedidas y los que se esfumarían antes que abrazar indiscriminadamente; los que aprovechan para contar su vida y los que piensan que todas las vidas no son interesantes. Ni que decir tiene que yo pertenezco al segundo grupo. En la carrera por la supervivencia siempre llego la última porque todo el mundo me adelanta.

sábado, 4 de mayo de 2019

Flor de estufa


No soy Dora la exploradora, soy la princesa del guisante y me he convertido con el tiempo en una flor de estufa, delicada y enfermiza. Me quemo al sol; todos los zapatos me hacen daño; con el calor se me hinchan las piernas y me salen sarpullidos; mi colon es propenso a la irritación; mis alveolos pulmonares no retienen el suficiente oxígeno; y, para colmo, mi piel atrae a todos los mosquitos habidos y por haber. Siempre he admirado a esas viajeras intrépidas y aventureras, a menudo extravagantes, que han explorado territorios ignotos.
He viajado mucho en mi juventud, casi siempre en viajes organizados, y he pasado muchos momentos críticos, a pesar de ser una turista precavida que conoce sus limitaciones. La primera vez, con veintiocho años, en la ciudad de Petra, creí morir al subir unos escalones que conducían a un mirador para ver la fascinante ciudad. La segunda, con cuarenta, en la selva de Irati, donde literalmente tenía  el corazón palpitando en la boca y fastidié el día a mis compañeros que eran excelentes montañeros, mientras pensaba cómo me sacarían de ese bosque impenetrable. En Perú, en el mes de abril de este año, se ha repetido la experiencia agravada por los más de sesenta años y el mal de altura. Los escalones de las ciudades incas son empinados, altos, desiguales y sin barandilla, y como tenía miedo de caerme, opté por ponerme de lado, lo que ha hecho que ande coja y me duelan las corvas. 
Definitivamente, me corto la coleta. Voy a dejar de realizar viajes largos que supongan un gran esfuerzo. No me compensa estar pendiente de respirar y no caerme, en vez de disfrutar de los paisajes y lugares que visito. Padezco labilidad física y emocional. Por otra parte, el turismo, ese gran invento convertido en negocio, está sobrevalorado y masificado. Los mejores viajes son los de la imaginación. Donde no hay peligro es en descubrir la geografía del cuerpo amado.

jueves, 11 de abril de 2019

El urinario de ida y vuelta

Míralo, míralo, míralo, ahí está de vuelta el urinario de las Salesas Nuevas de la calle San Bernardo. Ha cambiado de color, ahora es entre lila y morado, y ha perdido el cartel del horario exclusivo para los fines de semana. Estas cabinas portátiles no disponen de un método de autolimpieza, despiden mal olor, son de dudoso gusto, estropean el entorno y, para hacer juego con las paredes del barrio, enseguida se llenan de pintadas  No entiendo su utilidad porque todavía no he visto a nadie usarlos a pesar de ser gratuitos. Solo faltaba que mi paisano lo decorara con zapatos viejos. ¡Qué poco dura la alegría! Con lo contenta que me puse cuando desapareció.



P.D.: A principios de septiembre volvieron a desaparecer los urinarios

miércoles, 10 de abril de 2019

Vídeo sexista de Cristiano Ronaldo




Cristiano Ronaldo subió a las redes un vídeo jugando con sus hijos gemelos, en el observamos que solo se preocupa de enseñar a jugar al fútbol a su hijo Mateo, sin hacer ni caso a su hija Eva que trata de participar hasta que desiste y acaba jugando con el carrito de la limpieza de juguete. Todo un ejemplo sobre los estereotipos de género: los niños juegan al fútbol, las niñas a limpiar y barrer; los niños protagonistas y las niñas en un segundo plano. Los dos tienen las mismas destrezas y el mismo afán por aprender, pero el padre favorece al varón. Un vídeo que pone en evidencia el importante papel que tienen los padres en la transmisión del sexismo y lo necesaria que es la coeducación para llegar a una verdadera igualdad.

martes, 9 de abril de 2019

Detectives de faltas de Ortografía



Un grupo de estudiantes de 14 y 15 años del Instituto Cuatro Villas de Berlanga (Badajoz), capitaneados por su profesor de Geografía e Historia, Alejandro Gala Martín, se dedica a rastrear y corregir -siempre con mucha educación- las faltas ortográficas que los famosos cometen en Twitter. Muy buena idea la de estos Detectives de la ESO, estoy por contratarlos porque a veces tengo dudas.

Ver vídeo motivador para los alumnos.

Adiós a la falta gramatical más famosa del pop español


En un homenaje a Mecano de reciente aparición, Love of Lesbian e Iván Ferreiro han vuelto a grabar el tema La fuerza del destino, canción escrita por Nacho Cano y grabada en 1989, quitando la ese final ("Te dije: Nena, dame un beso / tú *contestastes que no") que durante años había sido motivo de crítica lingüística.
La segunda persona del singular del pretérito perfecto simple o indefinido viene directamente del latín y nunca ha tenido ese, así "cantavisti" pasando por la forma reducida "cantasti", empleada sobre todo en la lengua hablada, dio lugar a tú cantaste. Ahora bien, todos los tiempos verbales del español, cuando se conjugan en la forma tú, tienen una ese al final: los presentes (contestas, contestes), el futuro (contestarás) y los pasados (contestabas, has contestado, contestases)... todos, salvo el imperativo que no se siente como equiparable al resto del sistema, y el pretérito indefinido. Por tanto, la falta gramatical se produce al alejarse de la etimología y se justifica por analogía. Es habitual en la lengua vulgar y hablada. Aparece también en las sevillanas Cántame, interpretadas por María del Monte: “Yo iba de peregrina y me *cogistes de la mano / me *preguntastes el nombre, me *subistes a caballo”.  En este caso, unida a la ultracorrección porque el habla andaluza tiende a comerse las eses finales. 

domingo, 7 de abril de 2019

La frontera, Don Winslow


Leí el artículo de Muñoz Molina La narración ilimitada sobre las novelas de Don Winslow e inmediatamente rescaté del olvido La frontera, que había arrinconado solo por su portada y por el excesivo número de páginas. Su lectura me ha parecido apasionante, porque cuenta con un estilo preciso y claro, no exento de poesía, lo que hay detrás de las noticias que nos llegan de EEUU y de México sobre el narcotráfico, como la muerte de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala.  Debo confesar que en algunas ocasiones tuve que abandonar la lectura, impactada por el relato. 
Winslow, tras años de investigación, traza con precisión el camino del dinero desde los campos de amapolas de Sinaloa y Jalisco hasta los despachos de Washington y Wall Street. En medio, un gigantesco mosaico social en el que tienen voz propia narcos y yonquis, políticos y camellos, policías e informantes. El narcotráfico ha propiciado la aparición de grandes capos y ha poblado el escenario de asesinos psicópatas; ha causado la muerte violenta de centenares de periodistas comprometidos, de más de cien mil mexicanos y decenas de miles de estadounidenses en tiroteos o por adicción a sustancias como el crack o la heroína. Además, ha marcado la política de EEUU al más alto nivel (con la aparición de convincentes trasuntos de Donald Trump, John Dennison en la novela, y su yerno). Todos acaban, de una u otra manera, con las manos manchadas de sangre porque en esta trama de intereses económicos la vida no vale nada. Un mosaico compuesto por varios hilos narrativos, cada uno de ellos centrado en un personaje diferente, reconocible o anónimo, que nos transmite la realidad del día a día de los afectados por estas organizaciones criminales. Resulta sobrecogedora la historia del joven Nico que huye de Guatemala para tratar de vivir con sus tíos en Nueva York y cae en otro de los negocios generados por el narcotráfico: los correccionales y las cárceles.