jueves, 23 de abril de 2015

"Fu de erretas" y el corrector impenitente

Maestro de la ortotipografía. Dotado de una vasta cultura, experto en griego y latín. Solitario e implacable, donde ponía el ojo veía la errata. Era un zahorí de errores, detector de fallos de racord, sabueso de faltas de ortografía, buscador incansable de antropónimos y topónimos mal escritos y peor situados. Dotado de una sensibilidad extrema para captar equivocaciones, descubrir incongruencias subterráneas y  muletillas metalíferas que encontraba en cualquier sitio: en  la portada de un libro, en una nota al pie de página, en la bibliografía, en el índice, porque no hay peor corrector que el propio autor y cuatro ojos ven mejor que dos. Daba igual que el texto fuese manuscrito, mecanografiado, o autocorregido por word. Llegó a asumir las funciones de un negro literario haciendo legibles textos infumables. Su paciencia era infinita, tanta como el malestar que creaba a su alrededor: el rojo utilizado en las correcciones acababa tiñendo también las mejillas avergonzadas de sus amigos escritores. Desempeñó este oficio no remunerado y poco reconocido unos pocos años. Lo abandonó súbitamente porque no pudo perdonar a la editorial el terrible fallo que cometió en su único libro al titular como "fu de erretas" la página de papel con las equivocaciones que su propio informático había creado.

martes, 14 de abril de 2015

La Marañosa en los sesenta

 
La finca La Marañosa, situada en el término municipal de san Martín de la Vega, es en la actualidad un Instituto Tecnológico Militar, cerrado al público general. A finales de los años cincuenta y principios de los  sesenta constaba de una fábrica de pólvoras y un laboratorio militar, creados en 1923, además de viviendas para jefes, oficiales y obreros. Allí, entre pinares y canteras, transcurrió la mayoría de mi infancia, hasta que mi padre pidió el traslado a Madrid, cuando yo tenía once años. Mis recuerdos de aquella época son confusos porque era una niña retraída que se aislaba en su propio universo y no se enteraba de lo que pasaba a su alrededor.
Los oficiales vivían agrupados en un recinto dotado de escuela, centralita, iglesia, salón de actos, botiquín, abastecedora (tienda de comestibles), bar, campo de fútbol y casino (el imperio). La mayoría de los obreros residían en El Poblado. La Fábrica y el Laboratorio estaban un poco retirados, supongo que para evitar posibles peligros. La comunicación con Madrid era diaria por medio de autobuses que dejaban en Cibeles y en Atocha.
Las viviendas unifamiliares de los jefes de más graduación constaban de tres alturas y disponían de un jardín y un huerto; el nuestro tenía un gallinero e incluso un estanque para patos vacío que cuidaba nuestro asistente Pedro, un hombre de campo que invariablemente desayunaba pan y leche. No pasábamos frío porque había calefacción central. En verano nos bañábamos en una piscina inmensa que hacía las delicias de todos a pesar de su color verde sospechoso. En la Escuela Nacional aprendí mis primeras letras con doña Concha, lo que no era fácil, porque no había bolígrafos y escribíamos con plumín y tintero. Detrás de nosotras se encontraba un recipiente con la leche en polvo de los americanos y, delante, el mapa de España con 54 provincias, incluidas Guinea, El Sáhara y Sidi Ifni.



En la mesa de la profesora descansaban los rostros exóticos de las huchas del Domund (un chino, un negro y un indio), rasgos difíciles de encontrar en la vida cotidiana. El desván de la casa era mi territorio mítico y allí, entre cachivaches viejos y trapos para disfrazarme, daba rienda suelta a mi imaginación. Si tuviese que poner un nombre a aquellos años lo haría con la palabra libertad: hacía lo que me daba la gana. Siempre entraba y salía de casa a mi antojo, sin ningún miedo y sin pedir permiso. No había ninguna puerta cerrada. Me encantaba columpiarme en el jardín y recoger los huevos que ponían las gallinas al atardecer.
Cuando mis padres volvían de Madrid, siempre me traían algo, casi siempre un tebeo y caramelos de la Viuda de Solano. Era bastante patosa, solo me gustaba el agua, aunque de un año para otro se me olvidaba nadar. No aprendí a tirarme de cabeza del trampolín más alto ni a jugar al baloncesto, ni a montar en bici como lo hacía mi hermana. Fue un tiempo feliz, de aprendizaje, en el que mis padres eran jóvenes y disfrutaban en reuniones con amigos y partidas de cartas en el casino.

Los recuerdos inconexos aparecen como diapositivas en blanco y negro. Mi primer yogur Danone, muy ácido y en envase de cristal, en el que era toda una aventura mezclarlo con el azúcar. Los helados de vainilla, que no pasarían en la actualidad ningún control sanitario, los vendía por las tardes de verano un hombre en una vespino con sidecar. Los primeros pantalones que solo llevaban las modernas. La televisión en la que pude ver el asesinato de Kennedy. Las películas de los cines de la Gran Vía de Madrid donde mi padre nos traía en verano una vez a la semana, cuando salía, deslumbrada por las luces, no sabía nunca qué dirección tomar. Los cortes de luz que me servían de pretexto para no hacer los deberes. El horror que sentía cuando veía cómo cortaban la cabeza a las gallinas del corral. Los regalos de Reyes que nos daban a todos los niños. Las películas, casi todas de vaqueros, de los sábados por la tarde y los cortos del dúo cómico el Gordo y el Flaco que ponían a los aprendices por la mañana. El soldado que venía con la comida en una bandeja tapada con un paño para que mi padre le diese el visto bueno. La vacuna de la polio en "Ca Matamoros". El gato que se comió al periquito que era mi mascota. La deliciosa mermelada de albaricoques, recién cogidos del árbol, que elaboraba mi madre, una cocinera estupenda. Los melones que mi padre se empeñó en cultivar aunque todo el mundo decía que era imposible, que en esa tierra no se daban; lo consiguió, salieron pequeños y deliciosos. El recadero que en una cesta de mimbre traía todos los días la compra desde Madrid. Las visitas de Carmen, que nos había cuidado de pequeñas, con sus hijas. El belén en el hueco de la chimenea con su falso río de plata y su verde musgo recién recogido. Mi amiga Carmen Gutiérrez. El esplendor de los lirios, los pétalos de los geranios que utilizaba como uñas postizas y las lentas filas de la procesionaria del pino. La nevera Frisan que acabó sus días funcionando con unos pulpos a modo de tirantes y la lavadora que ni aclaraba ni centrifugaba. La infernal cocina de carbón. El cine de verano al aire libre con un ruido de pipas ensordecedor. Cabria y Maldonado, factótums de la vida cotidiana. El primer tocadiscos de mi hermana. Las chocolatadas a ciegas y las carreras de sacos para paliar el frío de las fiestas de santa Bárbara...
Todo acabó cuando nos vinimos a Madrid a un piso que se nos hacía pequeño, donde mi madre se hacía morados en los brazos con los picaportes porque no calculaba las distancias y yo no podía salir a la calle sola. Solo las mañanas que pasaba en el museo del Prado del brazo de mi padre y la lectura de libros me rescataban del soberano aburrimiento de vivir encerrada.

He intentado buscar información en internet sobre La Marañosa en aquellos años y no he encontrado prácticamente nada. La fábrica fue demolida y muchos de sus objetos están en un Museo de Ingeniería Militar. Apenas unas fotos del imperio que ahora es un instituto de secundaria bilingüe. 
No he querido volver nunca, porque sé que todo me parecerá pequeño y muy cambiado. Es una asignatura pendiente que no aprobaré. Dicen que a los lugares en los que has sido feliz no debes volver.

La piscina 

Los trampolines 

El patio del imperio 



Aquí dejo otro enlace Revista FA-MA, Fábrica La Marañosa (1952-54)

Casarrubuelos, vergüenza ajena y propia

Me parece inaceptable que los profesores de un colegio de la Comunidad de Madrid hayan utilizado el WhatsApp para verter comentarios vejatorios sobre alumnos y padres del centro. Entiendo que hayan sido sancionados, es un problema interno.  Pero lo que no entiendo es por qué esos comentarios desafortunados del ámbito privado han pasado al espacio público. Lo que se dice fuera de contexto solo sirve para avergonzarnos a todos.  En la naturaleza humana está el errar, que los medios de comunicación se hagan eco de ello con tanto detalle me parece una exageración y no un ejemplo de transparencia. Los trapos sucios hay que lavarlos en casa, analizar las causas y ponerles remedio. Ya se demonizó injustamente por parte del PP a los profesores de la Pública por ser unos jetas y ahora lo hacen por ser unos deslenguados. Ya está bien. Si a un colectivo le aprietas tanto las tuercas, surgen estos problemas. Hay un tufo de venganza podrida. ¿Por qué se considera aceptable que alguien en un buzón de forma anónima destape la tapa de las alcantarillas? Yo no quiero saber el contenido de esas conversaciones como antaño no quise ver el vídeo erótico de un conocido periodista y me fastidió tener que oír las lamentables conversaciones de las cintas de los teléfonos pinchados. 

domingo, 12 de abril de 2015

Bento: táper en el museo Cerralbo

En una visita al museo Cerralbo me he encontrado, entre la infinidad de objetos que hay, con uno sorprendente: bento, un  juego de contenedores empleado para almacenar y transportar comida preparada para su consumo. El uso de cajas o recipientes apilables se inició en Japón hacia 1610. No me cabe la menor duda, esos cofres tradicionales de madera lacada son los antecedentes de los famosos táper, que por ser apilables, se diferencian de nuestras tarteras tradicionales. Táper, plural táperes, es la adaptación española del anglicismo tupper, que hace referencia a los recipientes de plástico popularizados por la empresa Tupperware.

sábado, 4 de abril de 2015

Desnudo en la bañera, Bonnard y John Banville


En la novela "El mar" del irlandés John Banville, el protagonista está trabajando en una biografía de Bonnard, en un momento del libro hace este recordatorio del origen de algunos de sus cuadros más famosos, los de la serie Desnudo en bañera. En la página 131 describe uno de ellos:

Desnudo en la bañera con perro

Se la ve echada, en colores rosa, malva y oro, una diosa del mundo flotante, estilizada, intemporal, tan muerta como viva, y junto a ella, sobre las baldosas, su perrillo marrón, su pariente, un perro salchicha, creo, enroscado y vigilante sobre su alfombrilla o lo que pueda ser ese cuadrado de escamas de sol que llega desde una ventana invisible. El angosto cuarto de baño que es su refugio, vibra a su alrededor, palpitando en sus colores. Los pies de Marthe, el izquierdo tensado al extremo de su pierna imposiblemente larga, parecen haber deformado la bañera haciéndole asomar un a protuberancia en la punta izquierda y debajo de la bañera, en ese lado, en el mismo campo de fuerza, el suelo tampoco queda alienado, y parece a punto de derramarse a la izquierda como si fuera no un suelo, sino una piscina en movimiento de agua moteada. Aquí todo se mueve, se mueve en la quietud, en un silencio acuoso. Uno oye caer una gota, una onda en el agua, un suspiro que queda flotando. En el agua hay  un trozo rojo óxido, junto al hombro derecho de Marthe, que podría ser óxido, o sangre incluso. Tiene la mano derecha sobre el muslo, inmóvil en el acto de la supinación, y me acuerdo de las manos de Anna sobre la mesa aquel día en que volvimos de ver al señor Todd. ( ...)

Un buen ejemplo para hacer descripciones de cuadros en clase.

viernes, 3 de abril de 2015

Revista FA-MA, Fábrica La Marañosa (1952-54)


El síndrome de Diógenes debe ser hereditario, porque a mis papeles atascados se han unido los de mis padres. He encontrado los treinta y un ejemplares del periódico FA-MA de la fábrica militar de La Marañosa de Santa Bárbara, publicados desde del 17 de octubre de 1952 al 25 de junio de 1954. No tenía ni idea de que existiese esta publicación, mi padre, Trinidad Cuéllar Caturla, no me habló nunca de ella. Francisco Lanza Gutiérrez fue el fundador y director hasta el número 22, en el que mi padre, entonces comandante,  se hizo cargo de la dirección como había hecho antes sustituyendo las ausencias del fundador. La mayoría de los colaboradores pertenecían al cuerpo de Armamento y  Construcción. La revista, sin imágenes, tenía al principio una periodicidad quincenal,  constaba de cuatro páginas y, a veces, seis u ocho. Pasó por varias fases, desde falta de colaboración hasta exceso. El título es la abreviatura, sui generis, de Fábrica Marañosa, "titulo bonito, sonoro y audaz".

Directores: D. Francisco Lanza Gutiérrez y Trinidad Cuéllar Caturla.
Redactores: D. Amador Porres; D. Antonio Casado Gómez, D. Maximino Antón Mínguez; D. Ramón Álvarez Gil; Francisco Chicote, Tomás Martínez Rodríguez y Félix Pérez.
Tipógrafo: D. Alfonso Jiménez Ortega.
Impresor: D. Venancio Mota Álvarez.

Tal vez en esta foto tomada en La Marañosa el 4 de diciembre de 1952 estén muchos de los redactores. Solo reconozco a mi padre en la segunda fila a la derecha.
En el primer número figura escrito a mano una tirada de 200 ejemplares a un precio de 55 pesetas.

Las colaboraciones debían cumplir los siguientes requisitos:
1)Tema libre, pero con preferencia los de carácter militar, técnico y humorístico.
2) Escritura clara y limpia a ser posible a máquina.
3) Extensión máxima tres cuartillas a doble espacio y por una sola cara.
4) El articulo o trabajo debe venir firmado por su autor aunque para su publicación se use seudónimo
5) Admitimos artículos o resúmenes extraídos de otras publicaciones siempre que se cite su procedencia
La finalidad de la revista era colaborar en una empresa que reflejase las preocupaciones de la comunidad. Dar información, divertir y "poder revivir las alegrías de nuestros amigos".
El balance del primer año de existencia fue el siguiente: "410 trabajos, 29 redactores y colaboradores, 105 artículos de temas varios: anécdotas y chistes, jeroglíficos y pasatiempos, poesías, notas editoriales, anuncios, cartelera de cine y advertencias". Curiosamente,  en el nº 9,  se hace un llamamiento a que las mujeres escriban y lo hacen en el siguiente.
Cuéllar introdujo temas filosóficos y animó a participar también a los maestros y a los obreros. "Un periódico de todos y para todos". En el último número se augura el final: han desaparecido los fundadores y se ha perdido el entusiasmo. "Sin colaboradores no habrá periódico. Si el periódico se hunde, la culpa es de todos" ("Reflexiones").
Me temo que los que colaboraron en este proyecto, tan idealista y extraño para la época, han desaparecido. Los ejemplares que poseo deberían estar en una hemeroteca. Solo he escaneado (muy mal, por cierto, no sé hacerlo mejor) el primer número para tener una idea de la publicación. Quien esté interesado que se ponga en contacto conmigo. También incluyo un programa de fiestas de 1953.









martes, 31 de marzo de 2015

Cine y Literatura/Literatura y cine


Por si a alguien le sirve. Una selección de textos poéticos que tienen el cine como telón de fondo,  y una canción. Para terminar, bibliografía para establecer un marco teórico. 


 Las palabras, Jean Paul Sartre: 

“Éramos de la misma edad mental, yo tenía siete años y sabía leer, él tenía doce y no sabía hablar. Se decía que estaba en sus comienzos, que tenía que hacer muchos progresos; a mí me parecía que creceríamos juntos. No he olvidado nuestra infancia común; cuando me ofrecen un caramelo inglés, cuando una mujer, junto a mí, se pinta las uñas; cuando, en los retretes de cierto hotel de provincia, huelo determinado olor a desinfectante; cuando, en un tren nocturno, veo, suspendida del techo, la bombilla violeta, reencuentro en mis ojos, en mi nariz, en mi lengua las luces y los perfumes de aquellas salas hoy en día desaparecidas”.

                                                                                  
Cine y Poesía, Jorge Urrutia Gómez


1. En la Generación del 27

    Cinemática, Aleixandre

   F   -  Far West,  Salinas:

¡Qué viento a ocho mil kilómetros!
¿No ves cómo vuela todo?
¿No ves los cabellos sueltos
de Mabel, la caballista
que entorna los ojos limpios
ella, viento, contra el viento?
¿No ves
la cortina estremecida,
ese papel revolado
y la soledad frustrada
entre ella y tú por el viento?
Sí, lo veo.
Y nada más que lo veo.
Ese viento
está al otro lado, está
en una tarde distante
de tierras que no pisé.
Agitando está unos ramos
sin dónde,
esta besando unos labios
sin quién.
No es ya viento, es el retrato
de un viento que se murió
sin que yo le conociera,
y está enterrado en el ancho
cementerio de los aires
viejos, de los aires muertos.
Sí le veo, sin sentirle.
Está allí, en el mundo suyo,
viento de cine, ese viento.

 Cinematógrafo, P. Salinas

     - Carta abierta, Rafael  Alberti

Yo nací -¡respetadme!- con el cine.         
Bajo una red de cables y de aviones.       
Cuando abolidas fueron las carrozas        
de los reyes y al auto subió el Papa.


2.  En la posguerra

Palacio del cinematógrafo, P. Garcia Baena

Impares. Fila 13. Butaca 3. Te espero como siempre.
Tú sabes que estoy aquí. Te espero. 

-  ¿Yvonne de Carlo? ¿Ivonne de Carlo?.., Vázquez Montalbán

      - Museo de Cera, José Mª Álvarez:

- Historia de amor en un cinema
Faltando al pudor más elemental
Debo por necesidad de publicidad
Divulgar con quién y qué posición
Me entrego al estupro y la fornicación”.
George Brassens
En el viejo salón cinematógrafo
Las parejas se estremece
En la pantalla dos artistas
Bésanse bailan fuman
Y una cortina tenue los encierra
La maravillosa que está conmigo
Se abandona feliz
Sus labios buscan en la sombra
La boca sonrosada del actor 

- El cine de los sábados, Martínez Sarrión:

El cine de los sábados
maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con su mamá que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de la memoria tan margos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros

      -   Deseo de ser piel roja, L.M. Panero



- Vaya con dios, mi amor, Guillermo Carnero

Y cuando cada tarde te acercabas
a cualquier sinfonola, invariablemente
a escuchar nuestro amor nunca existió
ya lo ves nos falta fe, diríase
que has comprendido al fin, que pierde rienda
el corazón, y tregua el ejercicio
de soledad.
                 ¡Qué puta estás saliéndome,
cariño mío!
O cuánto miedo tienes,
no a la fragilidad de los destinos
y al precio amargo de la felicidad
(que nunca viste a Greta sollozando
I want to be alone”, ni a Vivien Leigh
en el Puente de Waterloo,
ni al negro que tenía el alma blanca
tocando en love-back, en la penumbra,
El tiempo pasará)
Sino tan sólo, simplemente, miedo.

- Degollada, Luis Alberto de Cuenca:

«¿Ha habido algún problema? ¿Te ha seguido
alguien?» «Todo ha salido bien.» (El tiempo
ya no era un instrumento de tortura.)
«Somos ricos.» (No había que olvidarlo.)
«Voy a ducharme.» «Espera, voy contigo.»
(La abracé. Recordé que la quería.)
Treinta y cinco millones en billetes
usados. Tu cadáver en el baño.
Déjame ser feliz, ahora que puedo.

La muerte en Beberly Hills, Pere Gimferrer 

Cine, Cine, L.E. Aute:

Recuerdo bien
aquellos «cuatrocientos golpes» de Truffaut
y el travelling con el pequeño desertor,
Antoine Doinel,
playa a través,
buscando un mar que parecía más un paredón.
Y el happy-end
que la censura travestida en voz en off
sobrepusiera al pesimismo del autor,
nos hizo ver
que un mundo cruel
se salva con una homilía fuera del guion.

Cine, cine, cine,
más cine por favor,
que todo en la vida es cine
y los sueños,
cine son.

Al fin llegó
el día tan temido más allá del mar,
previsto por los grises de Henri Decae;
cuánta razón
tuvo el censor,

Antoine Doinel murió en su «domicilio conyugal».


En el vasto universo de la creatividad humana, el cine ha destacado como una de las formas más poderosas de expresión artística. Desde su nacimiento en las imágenes en blanco y negro del cine mudo hasta las deslumbrantes proezas visuales de la era moderna, el cine ha sido un espejo de la sociedad, un narrador de historias y, en muchos sentidos, una fuente inagotable de inspiración poética.
Los poemas dedicados al cine son testigos de este amor profundo y duradero que los artistas sienten por la gran pantalla. En las páginas de esta antología, exploraremos este matrimonio de palabras e imágenes que nos transporta a mundos lejanos y nos sumerge en la riqueza de la experiencia humana.