Desnudo en la bañera con perro
Se la ve echada, en colores rosa, malva y oro,
una diosa del mundo flotante, estilizada, intemporal, tan muerta como viva, y
junto a ella, sobre las baldosas, su perrillo marrón, su pariente, un perro
salchicha, creo, enroscado y vigilante sobre su alfombrilla o lo que pueda ser
ese cuadrado de escamas de sol que llega desde una ventana invisible. El
angosto cuarto de baño que es su refugio, vibra a su alrededor, palpitando en
sus colores. Los pies de Marthe, el izquierdo tensado al extremo de su pierna
imposiblemente larga, parecen haber deformado la bañera haciéndole asomar un a
protuberancia en la punta izquierda y debajo de la bañera, en ese lado, en el
mismo campo de fuerza, el suelo tampoco queda alienado, y parece a punto de
derramarse a la izquierda como si fuera no un suelo, sino una piscina en
movimiento de agua moteada. Aquí todo se mueve, se mueve en la quietud, en un
silencio acuoso. Uno oye caer una gota, una onda en el agua, un suspiro que
queda flotando. En el agua hay un trozo rojo
óxido, junto al hombro derecho de Marthe, que podría ser óxido, o sangre
incluso. Tiene la mano derecha sobre el muslo, inmóvil en el acto de la
supinación, y me acuerdo de las manos de Anna sobre la mesa aquel día en que
volvimos de ver al señor Todd. ( ...)
Un buen ejemplo para hacer descripciones de cuadros en clase.
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