https://elpais.com/babelia/2021-07-23/prosa-de-infamia.html
La carta recibida es anónima, pero la prosa es del todo familiar. La originalidad no suele ser un rasgo en el lenguaje del odio.
(...) La carta es anónima, pero la prosa es del todo familiar. La originalidad no suele ser un rasgo en el lenguaje del odio. La prosa, la sintaxis, los lugares comunes, la chanza sobre los privilegiados que se declaran de izquierdas, es exactamente la misma que borbotea como un potaje inmundo en tertulias de radio, en columnas de periódico, en las ristras de comentarios a los artículos: y todo eso multiplicado en su furia y su toxicidad en las redes sociales, cañerías de basura que infaman el aire incluso de quienes se mantienen al margen de ellas. Si el objetivo de la cacería son dos personas juntas, la saña no se dobla, sino que se multiplica, así como las posibilidades de la burla, de la sórdida carcajada masculina española, la cuadrilla observando, quién sabe, por la cristalera, desde la barra de un bar, en este barrio en el que hay tantos, tantas posibilidades de cruzarse con nosotros, de saludarnos. Mucha gente lo hace, educada y cordial: un hombre o una mujer se acercan, dicen unas palabras amables, se alejan luego con mucha discreción. Cada cosa que nosotros escribimos lleva bien claro nuestro nombre. Nuestro espacio público es el de la libertad y el de la intemperie. Ni tiramos piedras ni escondemos la mano. Ponemos los cinco sentidos en cada frase que escribimos. Después de muchos años viviendo de nuestro trabajo y defendiendo en voz alta y clara los valores que nos parecen esenciales nos hemos llevado un cierto número de sinsabores, inevitables en un país tan bronco, pero también hemos recibido el afecto de personas que, siendo desconocidas para nosotros, nos han abierto un lugar en sus lecturas, y por lo tanto en sus vidas.
Yo recibí unas cuantas cartas llenas de odio cuando ingresé en la Academia, en 1996, con un discurso en el que vindicaba la figura de Max Aub y con ella la tradición política y cultural de la II República. Tantos años después, un encono semejante regresa, no sé si renacido o nunca apaciguado, igual que regresan los sobres sin remite y las cartas sin firma. La diferencia es que el lenguaje agresivo de ahora no es una bilis secreta, como la de entonces, sino una copia exacta de lo que se publica cada día en la plena luz del periodismo de insulto, sarcasmo y libelo: la prosa epistolar de nuestro valiente vecino sin cara la hemos leído mucho estos últimos meses, en particular desde que tuvimos el atrevimiento de solicitar el voto para la izquierda en las elecciones de Madrid. El estilo es el hombre y la estética es la ética. A la bajeza del anónimo nuestro merodeador añade la del plagio.
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