El Día Mundial de la Salud Mental se celebra el 10 de octubre en más de 100 países. Este año coincide con un momento en que nuestras vidas cotidianas se han visto considerablemente alteradas como consecuencia de la pandemia de COVID-19. Los últimos meses han traído muchos retos: para el personal de salud, que presta sus servicios en circunstancias difíciles, y acude al trabajo con el temor de llevarse la enfermedad a casa; para los estudiantes, que han tenido que adaptarse a las clases a distancia, con escaso contacto con profesores y compañeros, y llenos de ansiedad sobre su futuro; para los trabajadores, cuyos medios de vida se ven amenazados; para el ingente número de personas atrapadas en la pobreza o en entornos humanitarios frágiles con muy poca protección contra la COVID-19; y para las personas con afecciones de salud mental, muchas de las cuales están todavía más aisladas socialmente que antes. Por no hablar de la gestión del dolor de perder a un ser querido, a veces sin haber podido despedirse. A nuestro alrededor hay muchas personas con depresión, solo en España afecta a más de tres millones. Para salir de esta enfermedad lo más importante es hablar de ella y de sus soluciones.
Leído en el Facebook de la joven psicóloga Paula Martín :
Hablemos de depresión
Hablemos de no poder dormir por la noche, de despertarte mil
veces, de no parar de dormir.
Hablemos de no tener hambre o no dejar de comer, de
adelgazar 10 kilos o ganarlos.
Hablemos de ir a dar una vuelta y que la vuelta te la den a
ti.
Hablemos de no coger el teléfono, no salir de casa y no
querer hablar con nadie
Hablemos de dejar las clases de inglés, el gimnasio y las
noches con los colegas.
Hablemos del sonido de la alarma en los oídos cuando toca ir
a currar.
Hablemos del nudo en el estómago, en la garganta, de las
ganas de llorar. De no dejar de hacerlo. De no poder hacerlo.
Hablemos de sentirte inútil, de sentir que no te quieren,
de sentir que has perdido hasta la capacidad de querer
Hablemos del asco infinito hacia cualquier cosa o persona, y
de la culpa, de la puta culpa que lo mancha todo.
Hablemos del esfuerzo que supone ir a la ducha, o pensar qué ropa vas a ponerte.
Hablemos del pijama debajo del chaquetón cuando vas a
comprar una lata de comida porque pensar en cocinar te desborda.
Hablemos del no mirarte al espejo para no sentir todo lo que
no te amas.
Hablemos del túnel. Del jodido túnel en el que estás metido
desde hace unos meses y en el que no ves salida.
Hablemos de no querer follar y de que solo la idea te
produzca rechazo.
Hablemos de la soledad estando solo y estando rodeado de
gente.
Hablemos del no me apetece, no tengo ganas.
Del no quiero... Pero sobre todo del no puedo...
Hablemos de que no lo entienda ni dios, de que digan que tienes cuento, que vas de víctima o que te lo inventas.
Hablemos del "no te rayes", del
"anímate" del "solo es un bache"
Hablemos de depresión.
Y hablemos de soluciones. De información, de prevención, de
comprensión, de ayuda, de apoyo, de medios, de recursos, de terapia, de
recuperación, de salidas.
Porque las hay. Claro que las hay.
Y mientras no hablemos de depresión, no podremos hablar de
salir de ella.
Así que, hablemos de depresión.
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