El domingo día 2, acompañados por Javier Esperanza, nos dimos un paseo primaveral por la Quinta de Fuente el Berro para conocer sus árboles. La temperatura era agradable, solo tuvimos que desafiar a la alergia y al desnivel del terreno que se inclina hacia la M30. El jardín sorprende por su diversidad de árboles frondosos y por sus lugares recónditos habitados por ancianos jugando al dominó y niños celebrando su cumpleaños. Se nota que debajo del terreno hay abundante agua (arroyo Abroñigal). Menudo privilegio vivir en la colonia de chalés cercana. Los que no acudieron a la cita fueron los pavos reales.
De orígenes reales, el jardín fue pasando por diversas manos (incluidas las de los monjes benedictinos de Montserrat que acabaron en la calle san Bernardo) hasta 1948, año en el que el Ayuntamiento se hace cargo de él. Una vez restaurado, se abre al público en 1954. Destacan cuatro Árboles Singulares: dos cedros (del Atlas y del Líbano), un ciprés de Portugal y un enebro de Siria. El hermoso gingko no resaltaba por tener sus hojas verdes.
Entre los elementos artísticos, se encuentran el monumento a Bécquer, la estatua de Pushkin y un palacete.
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