Hace unos meses leí en El País que en la calle
Minas de Madrid hay una sala de teatro llamada Pic-Nic y que ha ayudado a
reinventar la comedia en España. Enseguida me acordé de la obra de teatro de
Fernando Arrabal del mismo nombre, todo un descubrimiento para mí a finales de los 80 que me
salvó de más de un apuro. La obra es corta, dura aproximadamente 45 minutos,
mezcla el humor y la sátira en la línea del humorista Gila, y entre risas y
bromas expone lo absurdo de las guerras, sobre todo si son civiles.
Pic-nic
presenta la anómala situación de un matrimonio que va de visita al frente de
batalla con la intención de pasar un divertido día de campo junto a su hijo que se
encuentra en una trinchera. Pronto aparece un soldado enemigo con quien
comparten la comida en un clima amistoso y unos desalmados camilleros buscando
muertos. Sorprendidos, descubren que ningún bando desea la guerra y deciden
terminar con ella. La ingenuidad de los personajes se rompe cuando la realidad
acaba con sus ilusiones al final de la obra.
Cuando estaba en el
Colegio Covadonga* del Hogar del Empleado, una vez desmantelada la sala Cadarso
que utilizábamos como salón de actos, representé la obra con un grupo de
alumnos del nocturno, aprovechando el vestuario y los decorados de otro grupo
de la mañana. Desde el principio todo salió mal, la bicicleta que nos prestó el secretario del centro se
cayó sobre los espectadores; un camillero llegó con un botellín de cerveza en
la mano, que previamente había ingerido para armarse de valor; la señora Tepán perdió una uña postiza y se puso a buscarla porque en
aquel entonces eran muy caras. Al apuntador se le oía más que a los
protagonistas y, a pesar de ello, los padres se encasquillaron en el diálogo
con el enemigo. La música y los efectos especiales nunca llegaron a tiempo.
Menos mal que en el surrealismo todo encaja. La tortilla era de verdad,
la había hecho con amor la madre de una alumna y nos la comimos al final. No sé
si por la propia obra o por la mala actuación, conseguimos la hilaridad de
los espectadores, que nunca se lo habían pasado tan bien en un teatro.
Algunos de los actores estuvieron unos días sin volver al cole de avergonzados que
estaban. Ni que decir tiene que yo lo pasé fatal entre aterrorizada y
emocionada. Menos mal que entonces no había móviles y no se hicieron fotos
porque resultaban carísimas. La primera y única representación solo
vive en nuestro recuerdo.
Después, cuando fui interina, llevaba siempre el
primer día fotocopias de la obra en la carpeta para leerlas en clase porque
tenía que meterme en el aula sin saber ni el nivel ni las características de
los alumnos. Me sacó de muchos aprietos. Pero ya se
sabe que la mujer y el hombre son animales que tropiezan siempre con la misma
piedra y volví a representarla en el IES Luis Buñuel de Alcorcón con un grupo
de diversificación al que daba teatro. No nos salió perfecta, pero sé que esos
alumnos vivieron su momento de gloria delante de sus compañeros de clase que
eran los pocos que cabían en una pequeña aula que tenía hasta telón. Esta vez,
realizamos los cascos y la tortilla de patatas con cartón y el mejunje de
Art-Attack.
Así que se la recomiendo a todos los profesores
de Lengua de Secundaria apurados como yo al comienzo o al final de curso. Será
un éxito total, sobre todo si toda la clase realiza los efectos especiales de
los aviones, las bombas y las metralletas. El texto sigue teniendo sentido porque ha habido más guerras. La única
novedad es que ahora también participan las mujeres. Ojalá que la obra haya servido también para despertar el interés por el teatro de todos los alumnos que la leyeron, o que alguno al pasear por Minas la recuerde.
*No recuerdo la fecha exacta, pero nos encerramos toda la noche en el bar del centro protestando por la guerra de Irak- Irán que tantas similitudes tenía con la obra. El 22 de septiembre de 1880, tropas iraquíes invadieron Irán, provocando una guerra de desgaste que ha sido comparado en sus tácticas con la Primera Guerra Mundial, por el uso de trinchera, cargas de bayoneta, alambres de púas, armas químicas y una gran cantidad de bajas en ambos lados. Termina el 20 de agosto de 1988, con un millón de muertos.
*No recuerdo la fecha exacta, pero nos encerramos toda la noche en el bar del centro protestando por la guerra de Irak- Irán que tantas similitudes tenía con la obra. El 22 de septiembre de 1880, tropas iraquíes invadieron Irán, provocando una guerra de desgaste que ha sido comparado en sus tácticas con la Primera Guerra Mundial, por el uso de trinchera, cargas de bayoneta, alambres de púas, armas químicas y una gran cantidad de bajas en ambos lados. Termina el 20 de agosto de 1988, con un millón de muertos.
2 comentarios:
Me encantó esta entrada cuando la leí, en plena vorágine del final de curso, y no he tenido tiempo de decírtelo hasta ahora. Comparto tu gusto por la obra de Arrabal, que, como bien dices, puede salvar de más de un apuro a un profe que se encuentra en la obligación de improvisar o de enfrentarse a un momento de dispersión del alumnado: leer teatro en clase suele funcionar bien, y "Pic-Nic" tiene además muchos atractivos para los chavales. En cuanto al paso a la representación... Yo también he vivido en varias ocasiones esa experiencia (complicada, exigente y gozosa a partes iguales) y sé muy bien de lo que hablas. Me has hecho reír con el relato de aquella primera representación tan accidentada, con esos pobres alumnos que dejaron de asistir a clase unos días de la vergüenza que pasaron y con todos esos pequeños incidentes que se encadenaron como suele suceder cuando los hados se confabulan contra los cómicos. Una entrada preciosa.
Gracias por tu comentario. Viniendo de ti, profesora y escritora, vale mucho más.
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