domingo, 20 de noviembre de 2016

El balneario Termás de Pallarés y el IMSERSO

Cuando viajaba con poco dinero por Europa en interminables jornadas de autocar, siempre me llamaban la atención los balnearios de Alhama de Aragón por su aire decadente y señorial. El paraje no puede ser más bello con edificios regios y un lago termal, rodeado de jardines y bosques, que permite bañarte incluso en pleno invierno.
Como el año pasado tuve una experiencia muy positiva con el termalismo del IMSERSO en el balneario El Salugral de Hervás, donde los de la tercera edad compartíamos habitaciones y espacios comunes con los  clientes, este año he pedido el balneario de Termas de Pallarés. Antes me documenté: miré fotos y videos del hotel en internet y me enteré de que el recinto cuenta con tres hoteles, dos de cuatro estrellas y uno de tres. Los termalistas de la tercera edad fuimos alojados durante más de diez días en el hotel Parque de inferior categoría que no se parece en nada a la publicidad de su página web:
"El encantador Hotel-Parque del Balneario Termas Pallarés (Alhama de Aragón Zaragoza) alberga la zona de tratamientos termales y lúdicos, lo que brinda la posibilidad de una incomparable inmersión en la cuna del bienestar y la salud. Una sobria elegancia arquitectónica y unas hermosas vistas a los exuberantes 68.000 m2 de jardines del Balneario Termas Pallarés reinan en las 90 habitaciones del Hotel Parque, evocando el clasicismo y el auténtico encanto del histórico Balneario Termas Pallarés del siglo XIX. Desde la galería de baños con bañeras de mármol de 7 toneladas, pasando por cabinas de tratamientos y espacios de bienestar orientados a conseguir relax, vitalidad y salud, como el Termaspa, el Hotel- Parque captura una sofisticación eterna que es tan distintiva como acogedora."


 La primera impresión fue entrar en el túnel del tiempo y volver a la casa de tus abuelos de los años veinte y al comedor del internado de los años sesenta, o dicho con las palabras de mi sobrino: "Es cutre de cojones". Algunas habitaciones y pasillos, como se puede ver en las fotografías, parece que han inspirado al guionista de la película El Resplandor. Nuestra habitación (267), con griferías obsoletas, orientada al norte, con vistas a la carretera y cerramiento de la ventana no aislaba de los ruidos. Imposible leer con la escasa iluminación o ver la televisión obsoleta que solo sintonizaba, y mal, algunos canales. Además no había wifi. La fotografía que ilustra esta entrada fue tomada a las dos de la tarde y todavía no habían arreglado la cama.



 Después sorprende la masificación de los mayores y la  poca información (solo teníamos una monitora, a pesar de ser unos ciento cincuenta, frente a unos cincuenta clientes de los otros dos hoteles de superior categoría). Deambulábamos continuamente de un sitio a otro por pasillos fríos y sombríos como almas en pena, la recepción en un edificio, la recepción termal en otro; las habitaciones en uno, el comedor en otro con dos turnos donde los camareros apenas daban abasto para preparar el segundo. Lo mismo pasaba con los escasos tratamientos ofertados, en el aquaterma, en la niebla y en la cascada apenas podíamos movernos por la cantidad de personas que había. Confieso que en algún momento pensé que la finalidad era gasearnos. Además, los horarios, que no podías elegir, eran absurdos: dos días los tratamientos empezaban a las ocho de la mañana, cuando el desayuno era a las 8,30.  Al mismo tiempo, utilizaban un neolenguaje curioso:  a tomar las aguas, es decir, poner un vaso en una fuente, lo llamaban tratamiento hidropínico y para llegar allí había que pasar un tramo de suelo resbaladizo.
Por tanto, discriminación en horarios, en habitaciones y también, y esto es lo doloroso,  en el lago termal, los clientes "de pago" disponían de tumbonas gratis en primera fila (además del albornoz y las zapatillas) mientras los mayores permanecíamos en sillas detrás de un cerco de madera. Si queríamos utilizar las tumbonas, teníamos que pagar dos euros diarios.  Como el bar del casino tiene precios de un cuatro estrellas, los mayores no acudían (las pensiones no dan para tanto) y, para compensar, disponíamos de una sala con una máquina de café a un euro. De esa manera parecía que estábamos aislados en un asilo para que el resto de los clientes no gozaran de nuestra decrépita presencia.


La comida me pareció, en líneas generales, buena y abundante, aunque algo monótona. El equipo médico bien; el resto del personal, desigual, sobre todo en recepción. Los camareros y las encargadas de la limpieza estaban abrumados por unas jornadas interminables (esto es lo que nos ha dejado la crisis): poco personal obligado a estar en dos sitios a la vez, que siempre llegaba tarde y no era muy propenso a dar explicaciones.
A la vuelta, con conocimiento de causa, me he adentrado con paciencia en las páginas de internet y he buscado las críticas de los usuarios del IMSERSO y de algunos clientes de la temporada alta:
"Salvo las habitaciones del 4 estrellas, el resto está impregnado de una decadencia melancólica que tiene cierto encanto, pero que siendo realistas presenta la urgente necesidad de inversión y mantenimiento para estar a la altura de lo que se espera. Hacen una publicidad engañosa. Publicitan una habitación, cuya fotografía supuestamente aparece en la página web, concretamente, para el Hotel de Tres Estrellas, que después no se corresponde con la real de inferior calidad."
Lo sorprendente es la respuesta de la dirección a este comentario y a otros parecidos: "Lamentamos su estancia no fuese satisfactoria pero desde luego no discriminamos en absolutamente nada y disponen de las mismas habitaciones que cualquier cliente. Para nosotros todos los clientes son iguales en cuanto al trato e intentamos que se vayan lo más contentos posibles de cara a que repitan y recomienden nuestro Balneario"; "El grado de satisfacción de los usuarios que vienen por este Programa es realmente alto, como lo demuestra que la gran mayoría repitan la estancia. Es evidente que en un programa social uno no puede recibir lo mismo que una persona que viene a título particular (estaríamos entonces estafando a las personas que pueden permitirse pagar más por otro tipo de Programa y además uno no puede vender por debajo de coste)".
Como podemos ver, primero niega el trato discriminatorio y luego lo justifica. ¿Por qué un jubilado no puede recibir el mismo tratamiento que un cliente cuando paga una cantidad relativamente alta, dada la cuantía de las pensiones en este país, y el IMSERSO subvenciona el resto de la cantidad?  Si yo hubiese ido al  hotel de cuatro estrellas, no me sentiría estafada porque a los mayores le diesen un buen trato: se lo merecen con creces.
Sé que los jubilados de más edad que utilizan este programa no se van a quejar nunca, que comiendo a su hora con vino y, dada la cercanía del ave que va a Calatayud, repetirán la experiencia, porque lo que no quieren es estar solos en sus casas, además de paliar sus dolores. Son poco exigentes y prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer. Me dio pena saber que las compañeras de mesa de comedor de casi ochenta años reclamaron porque pasaban frío en la habitación y no les ayudaron; tuve que subir y descubrir que en vez de calefacción tenían aire acondicionado y no sabían encenderlo.
No me han dado ninguna encuesta para rellenar después de mi estancia, pero creo que los responsables del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad deberían hacer una inspección a fondo para revisar a dónde va el dinero público. Nuestros mayores se merecen lo mejor y no un trato discriminatorio. Todo indica que las subvenciones, que reciben por acoger a los de la tercera edad en temporada baja, se están aprovechando para rehabilitar los edificios de superior categoría. Berlanga, si reviviera, encontraría argumentos para volver a hacer la película Los jueves milagro. 
A pesar de lo expuesto, de la caída que tuve por el suelo resbaladizo y del constipado que me cogí por pasear con el bañador y el albornoz mojados por todo el recinto, he pasado unos buenos días de descanso y tranquilidad  con la experiencia inigualable de bañarme en el lago termal con la esperanza de que sus aguas alivien mi piel atópica este invierno.

Recomiendo esta páginas para saber más de la curiosa historia del balneario que refleja muy bien la realidad española del s. XIX:


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