Sabía poco de la escritora Emily Dickinson (Massachusetts
1830-1886), que apenas publicó obra en vida y que permaneció soltera y aislada
del mundo dedicándose a hacer pasteles y a escribir poemas, que fueron
admirados posteriormente por la crítica. Emily pertenecía a una buena familia,
había accedido a la educación y admiraba a las
hermanas Brönte. Por tanto, aparentemente, es un ejemplo claro de solterona, criatura
desvalida y extravagante, decepcionada con el amor, que se rinde ante la vida,
arquetipo literario que he tratado en la entrada anterior.
Pero la película Historia
de una pasión de Terence Daves, muy bien documentada, nos ofrece el retrato
de una mujer rebelde y apasionada que eligió voluntariamente su forma de vida y
su negativa a contraer matrimonio. Aunque
pasó retirada en su hogar gran parte de su vida, tuvo una vida interior mucho
más intensa que la los que llevan una vida social activa. Una mujer inteligente, excéntrica y
contradictoria, rebelde y puritana, enamorada de hombres y mujeres, que mantuvo
grandes amistades y que se fue alejando poco a poco de la vida, sobre todo a
medida que fue enfermando, para dedicarse a una frenética actividad literaria
en su habitación propia (espacio de respeto y libertad), corrigiendo,
experimentando, haciendo listas de palabras, fabricando varias versiones del mismo
poema, pasando en limpio e investigando con el lenguaje. En su última etapa
huía de la gente que aparecía por su casa, hablaba con los visitantes a través
de las puertas. La dulce solterona,
como la llamaban algunos, la reina reclusa, la
dama de Amherst, nos legó en la belleza de sus verso su voz singular, centrada
en ella misma, en su soledad y en su manera de entender el mundo.
La película es bellísima y dura, llena de travellings y elipsis que entronca con esta tradición artística de la pintura y el cine de
interiores tan típica del centro y el norte de Europa (Dreyer y Bergman).
Sorprende la escena de los daguerrotipos donde vemos uno a uno a los personajes
principales, sentados para un retrato, y, a medida que la cámara avanza,
implacable como el paso del tiempo, sus rostros se van transformando
lentamente, hasta que nos damos cuenta de que han cambiado los actores. Por
cierto, la película es inglesa aunque sus principales actores sean americanos; la actriz principal, Cynthia Nixon, una de las
protagonistas de Sexo en Nueva York; el padre de la misma, un envejecido Keith
Carradine, el actor que cantó la canción "I'm Easy" en la película Nashville con la que ganó en 1975 el
Óscar. ¡Dios, cómo envejecemos!
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