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Picasso, familia de saltimbanquis |
No somos ni de aquí ni de allí, somos trotamundos y nos dejamos enamorar por la cultura popular que nos rodea. Contamos historias que creemos que son necesarias. También difundimos una forma de arte que amamos, los títeres.
Títeres de Abajo
Títeres ambulantes
El teatro de títeres o marionetas en la actualidad no tiene nada que ver con la clásica imagen del titiritero solo y ambulante que desempeñaba un oficio antiguo situado en los márgenes sociales, aunque sigue yendo de un sitio a otro, de pueblo en pueblo, de feria en feria o de venta en venta, actuando con distintas habilidades en posadas y en la calle, junto a los saltimbanquis, juglares, trujamanes, bululús… Su nombre ha estado asociado a connotaciones negativas e incluso utilizado como insulto para despreciar el trabajo de los artistas del escenario calificándolos de ‘titiriteros’.
Miguel de Cervantes realizó acerbas críticas en contra de los titiriteros, describiéndolos como gente de poca monta, ruines, haraposos, sin escrúpulos y carentes de moralidad en dos de
las Novelas ejemplares, El licenciado Vidriera y El coloquio de los perros. Sin embargo, la fascinación de don Quijote ante el retablo de maese Pedro ha dejado mella en toda una serie de artistas y directores de escena que han ido creando y recreando un nutrido
repertorio escénico inspirado en obras cervantinas adaptadas al teatro de marionetas.
Más benevolente se muestra el ilustrado G. Melchor de Jovellanos (1744-1811) por lo que se desprende de la lectura del escrito Memoria para
el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su
origen en España. Los considera indecentes y groseros. Propone purgarlos para que el pueblo pueda seguir entreteniéndose con ellos.
Jovellanos expresa la oposición entre los espectáculos rudimentarios sin valor
estético que satisfacían los gustos ordinarios del pueblo y las
representaciones estilizadas en los salones, donde las figuras mecánicas y los
efectos ópticos podían ofrecer, en cambio, un interés pedagógico muy apreciable
y útil para el público:
«Acaso fuera mejor desterrar enteramente de nuestra escena
un género expuesto de suyo a la corrupción y a la bajeza, e incapaz de instruir
y elevar el ánimo de los ciudadanos. Acaso deberían desaparecer los títeres y
matachines, los payasos, arlequines y graciosos del baile de cuerda, las
linternas mágicas y totilimundis y otras invenciones que, aunque inocentes en
sí, están depravadas y corrompidas por sus torpes accidentes. Porque ¿de qué
serviría que en el teatro se oigan sólo ejemplos y documentos de virtud y
honestidad, si entre tanto, levantando su púlpito en medio de una plaza,
predica don Cristóbal de Polichinilea su lúbrica doctrina a un pueblo entero,
que, con la boca abierta, oye sus indecentes groserías? Mas si pareciese duro
privar al pueblo de estos entretenimientos, que por baratos y sencillos son
peculiarmente suyos, púrguense a lo menos de cuanto puede dañarlo y abatirlo».
Carlos Converso describe muy bien al titiritero en El unipersonal de títeres (2021).
He aquí la clásica imagen del titiritero ambulante cargando su maleta y un fajo de palos con los que arma su retablo. Representado en la atinada expresión: “..con el teatro al hombro”, o aquella otra en palabras de Javier Villafañe: “el teatro que camina”, o la de los actores contemporáneos que dicen: “el teatro de maleta”. La imagen del titiritero ambulante podemos, al menos en occidente, rastrearla en la juglaría medieval y en el teatro renacentista; en la búsqueda de una audiencia, innumerables y diversos han sido los espacios, lugares y rincones que ocupaban para montar su tinglado. A veces simplemente valiéndose de una cuerda atada entre dos árboles con una manta encima, o una capa de gran tamaño que servía para ocultar al titiritero (el Bululú), o bien los muchos y variados retablos concebidos para instalarse en áreas reducidas y en las más diversas condiciones espaciales y sonoras. Después se rompió la convención del titiritero oculto, primero tímidamente luego con total osadía y desenfado para convertirse en el hombre orquesta, el gran demiurgo creador de sentidos. Así uno de los ejes centrales de la forma unipersonal es el titiritero-actor cumpliendo funciones de animador, narrador, actor y eventualmente cantante o músico.
En un resumen rápido entonces, tenemos un titiritero, solo e itinerante, llevando a cuestas su teatro que se reducía en lo posible a pocos elementos para dar la viabilidad de presentarse prácticamente en cualquier espacio, en un formato donde el titiritero está oculto en el interior del retablo y las historias son representadas en la técnica de títeres de guante.Relación del titiritero con el circo: Félix Malleu
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Félix Malleu |
En la exposición del Museo ABC La jaula de los monos
encontré un "mono" de Medina Vera que acompañaba al artículo de Luis Gabaldón El
titiritero ambulante (Blanco y Negro,1904), donde se hacía un retrato muy
realista de un acróbata o saltimbanqui que nada tiene que ver con los
idealistas que pintaron otros artistas plásticos como Georges Seurat, Joan
Miró, Paul Klee o Picasso. La Wikipedia vino en mi ayuda explicándome el nexo
entre disciplinas en principio tan diferentes como los títeres y el circo. Hay
razones históricas que ejemplifican un punto de origen compartido en las
barracas de feria, además de la
acumulación de oficios de los artistas nómadas, algunos de los cuales podían
ser acróbatas o domadores durante su juventud y titiriteros al hacerse mayores,
como el caso de Félix Malleu, domador de leones con fama internacional, que acabó arrastrando un desvencijado guiñol por los jardines del
Retiro, como tantos otros titiriteros
populares se convirtió en un mito sin nombre: el titiritero de Madrid. Allí lo
encontraron Buñuel y García Lorca.
Los titiriteros y la libertad de expresión: Títeres desde Abajo
Los títeres de cachiporra son políticos de nacimiento y violentos por definición: son la proyección popular de la libertad contra la opresión. Se reconocen porque no son de cuerda sino de guante, porque siempre pegan al poderoso, al rico, al policía, a la autoridad. Todos protagonizan una trama simple de fondo antiautoritario que resuelven a base de violencia, ingenio y pillería. Su poder contra el poder son el absurdo y la risa. Tienen colores y formas grotescas, con personajes robados de los cuentos populares infantiles y gastan bromas muy chuscas. Pero es todo una farsa diseñada para la denuncia, la radicalidad política. La infantilización de las formas es la estrategia que protege a los actores y a la compañía teatral de la censura y la persecución. Los títeres entran dentro de una convención que existe desde la Edad Media: los títeres pueden decir lo que quieran. Incluso en la Cuaresma y otras épocas en las que estaba prohibido el teatro*. Parece que estas consideraciones anteriores no eran conocidas por los espectadores adultos del barrio de Tetuán que acudieron a la representación La bruja y don Cristóbal durante los carnavales de 2016, ni por la policía ni el juez. Los dos componentes de Los Títeres desde Abajo fueron acusados por exaltación del terrorismo y detenidos por mostrar una pancarta en la que estaba escrito «Gora Alka-ETA», lo que les supuso su entrada en la cárcel. Lo que a priori sólo era una simple función de títeres se convirtió en el desencadenante de un acalorado debate político a nivel nacional sobre la libertad de expresión que hizo tambalearse al gobierno municipal de Manuela Carmena.
Los trece mandamientos de los titiriteros
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Pilar Amorós y Paco Paricio en Cómicos de la Legua |
Este Teatro reivindicativo y popular se ha dignificado, está presente en en festivales, teatros, revistas, asociaciones e incluso en la universidad y la escuela infantil. Ha recuperado las técnicas antiguas y ha colocado a sus marionetas en los museos, pero todavía tiene como asignaturas pendientes la formación de directores, técnicos, gestores, diseñadores, etc. y el establecimiento de locales estables.
PRIMERO: El público es lo primero, míralo a la cara durante la función, despídelo al acabar.
SEGUNDO: Cuida al personal técnico y de sala, pues durante el espectáculo estás en sus manos.
TERCERO: La mejor función será la próxima.
CUARTO: En el restaurante primero si pide la comanda, después se lavan las manos. Si no quieres postre pide fruta para el viaje de regreso.
QUINTO: Los títeres son sólo muñecos, pero hay que conocerlos bien. Como si fueran un instrumento de música.
SEXTO: La función siempre sale adelante.
SÉPTIMO: Estamos dónde estamos porque somos equipo: oficina, taller, costura, carga, también están en el escenario.
OCTAVO: Por la noche turnos cortos de conducir.
NOVENO: Al público infantil trátalo con inteligencia y sensibilidad. Decimos “echar comedia” porque es una siembra en los corazones.
DÉCIMO: El escenario es nuestra Patria, en ella tenemos derecho a agua…
UNDÉCIMO: Desde la furgoneta de los Titiriteros siempre se responde el saludo de un niño.
DUODÉCIMO: Aprovecha el trabajo de montaje para calentar y repasar, concentrarte y ponerte en lugar del público.
Y DÉCIMO TERCERO: El bolo completo son las 7 partes: carga, viaje, montaje, función, desmontaje, regreso y descarga.
Estos 13 mandamientos se resumen en dos:
LOS DOS: ¡El público es lo primero, y si hacemos bien nuestro trabajo la sociedad será mejor!
¡De sabios y de prudentes será seguirlos!
Serrat, El titiritero
No puedo terminar el trabajo sobre el teatro de títeres sin hacer referencia a la conmovedora canción de Serrat de 1969 El titiritero que nos acerca a la vida y las experiencias de ser solitario y errante. Guiado por el viento y abrazado a sus muñecos cuenta historias para alegrar a las personas y ofrecer consuelo mientras esconde sus penas. Que en el fondo no es más que una parábola sobre la vida.
Os dejo el enlace a dos vídeos: la canción de Serrat y la versión de Juan Perro (1995).
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Con esta última entrega llega a término la serie que empecé en el mes de marzo bajo la etiqueta de Teatro de Marionetas, en total han sido 12. Lo que da de sí un Teatro de los Niños que fue la primera.
Desde mi ignorancia, he intentado acercarme al arte milenario de los títeres, un teatro popular llevado por un titiritero solitario o en familia. Este arte sirvió para "reteatralizar" la escena española a principios del siglo XX cuando los jóvenes escritores se nutrieron de su espíritu burlón, los retablos subieron al escenario para desbordar con su alegría las plateas ante un público formado por niños y adultos, y los actores se convirtieron en muñecos humanizados. Como consecuencia de todo ello, se revalorizó también el teatro de títere que empezó a escribir y publicar sus textos, y a adaptar a autores clásicos de la literatura y de la música contemporánea. Se produjo una retroalimentación entre las dos formas de entender el hecho teatral: el teatro burgués complaciente con el poder y el teatro callejero más crítico. Lo culto y lo popular, la vanguardia y la tradición, se dieron la mano. Un siglo después, el teatro de títeres es el campo donde más se experimenta con lenguajes paratextuales como la pintura, la música, la danza, la pantomima o el cine, y con la fusión con otros géneros literarios.
Por tanto, el teatro tradicional y el teatro de títeres han sido, son, y serán vasos comunicantes: sus características se traspasan de uno al otro, aumentando su potencialidad en busca de un espectáculo total, más llamativo y convincente.
En este viaje me han acompañado las marionetas y los títeres de guante que han hecho las delicias de pequeños y mayores de todas las clases sociales con su espíritu carnavalesco y sus diversos nombres y peculiaridades: Polichinela, la Tía Norica y Batillo, don Cristóbal, Joanet o Titella, Petrushka, Pinocho y Chapete.