Este domingo de febrero ha amanecido gris como toda
esta temporada, un buen día para asistir a la inauguración de una exposición en
un lugar nuevo para mí, el antiguo cuartel de zapadores del ejército en
Fuencarral, que cuenta con más veinte mil metros cuadrados de superficie. No es fácil llegar hasta esta ciudad
alternativa de arte porque está en medio de ninguna parte, rodeada de vías de
tren y de vertederos. El edificio parece abandonado y no se sabe si a medio
construir o a medio derruir. En la sala sin radiadores donde se encuentran los
collages de Rafa Pérez Alegre hace mucho frío, pero apenas se nota por la
calurosa acogida de todos sus amigos.
Siempre pensé que
Rafa, profesor de Lengua y Literatura, acabaría publicando libros (no lo descarto), pero la
pintura se cruzó en su camino cuando empezó su tesis doctoral José Ángel Valente y Antoni Tàpies, caminos convergentes de la
creación. De modo que ahora cuenta historias a
través de sus cuadros. La exposición tiene como título “In hoc signo vinces” (Con
este signo vencerás) que proviene de una leyenda del emperador
Constantino, que antes de una importante batalla, vio cómo, por encima del sol,
aparecía una cruz con el lema In
hoc signo vinces. A partir de entonces no solo Constantino la
utilizó como estandarte sino que se convirtió también en símbolo del
cristianismo. El signo de la cruz es símbolo de victoria y salvación, pero es también
espada, martillo, hacha para los que no piensan de la misma manera, "tortura, sacrificio
oficiado por siniestros sacerdotes en el infierno real de unas cloacas inmunes
a la autoridad de la justicia". Cada cuadro acoge un rostro anónimo de los
mártires de la razón de estado en la última cruzada española, fotos sacadas de
fichas policiales y enmarcadas en una terrible cruz de bordes negros que
reflejan la mirada de la proximidad de la muerte de unos hombres y mujeres que
fueron represaliados fuera de los campos de batalla.
No se me ocurre un espacio mejor para la
exposición de Rafa que este cuartel, donde conviven galerías de arte y talleres
de artistas. La antigua ciudadela de zapadores, cuya misión era construir
estructuras en tiempo de guerra, se ha convertido en una ciudad de arte, que invita al homenaje y a la reflexión, donde
artistas comprometidos recuperan la memoria y luchan contra la manipulación.
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En el centro, Rafa Pérez Alegre |
No sé por qué pero al ver las fotos, aunque ninguna recoge los abrazos que nos dimos, me he acordado del cuadro de Genovés
El abrazo (1976), como homenaje a los abogados muertos en Atocha.