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Casa Zoilo (Villena, agosto 2019) |
Desde
pequeña, las tormentas me fascinan, si son en verano, mejor. Las nubes que las
presagian, el olor a tierra mojada y el silencio posterior me tranquilizan.
Aunque ya se sabe que en la zona de Levante llueve poco y mal y nunca a gusto
de todos, la mayoría de las tormentas va acompañada de granizo que
destroza todo lo que pilla. Si a los urbanitas nos duele que una planta se
estropee, no puedo ni imaginarme el drama que supone para un agricultor ver
destrozada su cosecha, el trabajo de todo un año. En ningún caso me refiero a la gota fría que nos acerca a las zonas donde abundan los ciclones. Yo he vivido con horror, pensando
en el fin del mundo, los monzones en la India y las tormentas tropicales en
Cuba, la furia desatada de la naturaleza que arrambla con todo: personas, cosechas,
animales, coches, puentes, construcciones... Sin embargo, justo ahora, han
dejado de gustarme las tormentas, hasta las más leves. La causa es la casa de mi abuelo construida
en 1927, invendible y a punto de no pasar una inspección técnica, que está
haciendo aguas en el sentido literal porque el tejado filtra aguas. Como el
arreglo no solo depende de mí y no sé cómo solucionarlo, cada vez que oigo que hay gota fría por la zona, me echo a temblar. Es más,
estoy a punto de encomendarme a los santos de la Piedra, Abdón y Senén de La Algueña.. Un ejemplo más de que los
problemas existen, pero solo cuando te atañen, te preocupan. Solo me acuerdo de
Santa Bárbara cuando truena, aunque desde pequeña he vivido rodeada de imágenes de la santa, patrona del cuerpo de Armamento y Construcción, en el entorno militar de mi padre.
La leyenda de Santa Bárbara
Por cierto, cuenta la leyenda que santa Bárbara fue
decapitada por su propio padre que terminó alcanzado por un rayo. Extrañamente por eso se convirtió en la patrona de todos los artilleros y de las profesiones
que tienen que ver con explosivos y fuego: mineros, bomberos, canteros,
electricistas... Eugenio Garcés i Bonet, Teniente Coronel de Artillería, aporta otra versión de los hechos
que define mejor la relación entre santa Bárbara y los explosivos, y por
extensión, con la Artillería. Bárbara siguió los pasos de su padre en sus
estudios y juntos descubrieron una mezcla explosiva que utilizaron para
defender la ciudad Hippone, en el norte de África, del ataque de unos bárbaros. Muere
el padre y la hija, que ha ingresado en un convento, utiliza durante 14 meses los
conocimientos de pirotecnia para mantener a los atacantes a raya. Finalmente
los bárbaros consiguen penetrar en la ciudad y al llegar al convento, la
Santa lo hace volar por los aires mediante cargas
explosivas que había preparado con antelación, evitando así caer en sus manos
tanto ella como sus compañeras.
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Destrozos de la última tormenta con granizo (2015) |