Mientras desayunaba, desde la ventana de una cafetería convertida en un tragaluz porque unos carteles ocupaban la mayoría del cristal, observaba las piernas y los pies de los
transeúntes que deambulaban por la calle, cuerpos demediados que se movían ágilmente.
Dada la hora, en la coreografía bailaban más piernas de mujeres que de hombres y
algún niño en cochecito. Piernas y pies
blancos, recién salidos de los pantalones invernales, a punto de zambullirse en las
piscinas. Con impúdica crudeza, se
sucedían piernas estilizadas, gambas piernicortas, patas pantorriludas,
pinreles perniabiertos, remos zambos. Y todo un muestrario de calzado: sandalias, bailarinas, zapatillas de deporte, menorquinas, algún
zapato de tacón y, de repente contra
todo pronóstico, un hortera con unas botas chúpamelapunta que con toda
seguridad estaban achicharrando los dedos de su propietario. Andares decididos,
titubeantes, basculantes, temblorosos, firmes, audaces, cansinos, torpes, elegantes.
Se identificó con los pies, con marcas de heridas en el talón, de una mujer madura sobre unos zuecos
pasados de moda, que sostenían unos tobillos hinchados, y se dio cuenta de que nunca había entendido la expresión tan contento como un niño con zapatos nuevos. Lo que hubiese dado por volver a los calcetines del invierno. Y es
que en junio, con los primeros calores, los pies están tan tiernos como los de un bebé.
sábado, 11 de junio de 2016
viernes, 10 de junio de 2016
Corazón gigante, película islandesa
He visto una película
islandesa sencilla y conmovedora: Corazón gigante. La recomiendo y además se puede utilizar en las clases de tutoría para
tratar el tema de las relaciones humanas, de la soledad y del deseo de amar y
ser correspondido y de lo que estas acarrean: acoso, acusación de pederastia, depresión, temor al ridículo, camaradería entre los marginados. La película va de
sorpresa en sorpresa. Fusi, el
protagonista, personaje inmenso tanto por su corpulencia física
como por su corazón bondadoso, roza la cuarentena, pero todavía es un
niño virgen, aferrado a las faldas egoístas de su madre, que juega con otros
niños. Este hombre que trabaja en un aeropuerto y nunca ha viajado, conoce a
una chica en una clase de baile, se enamora y en ese momento su horizonte se
amplia. Como fondo un ambiente gélido, hostil y, contra todo pronóstico,
esperanzado.
El ritmo es lento, sin
palabras casi, con destellos de humor y buena música. Destaca el primer plano de la mirada
brillante de animal herido del protagonista, con un corazón mil veces derribado, como las ballenas, como los elefantes. Salí conmocionada y encantada de cumplir
con devoción el rito semanal de ir al cine.
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domingo, 5 de junio de 2016
Javier Marías, Las amistades desaparecidas
Qué maravilla cuando los buenos escritores (Javier Marías, El
País Semanal, 29 de mayo de 2016) escriben tus propios
pensamientos mejorados. Andaba dándole vueltas a escribir sobre la amistad y me
he encontrado con este artículo que suscribo de principio a fin:
"Pero demasiadas veces no sabemos por qué se desvanece
una amistad. Por qué las cenas semanales, o incluso la llamada diaria, se han
quedado en nada, quiero decir en ninguna cena ni una sola llamada. Sí, aparecen
nuevos amigos que desplazan a los antiguos; sí, nos cansamos o nos
desinteresamos por alguien o ese alguien por nosotros; sí, un ser querido se
torna iracundo, o lánguido y perpetuamente quejoso, o exige invariablemente sin
aportar nunca nada, o sólo habla de sus obsesiones sin el menor interés por el
otro. De pronto nos da pereza verlo, nada más. No ha habido riña ni roce,
ofensa ni decepción. Poco a poco desaparece de nuestra cotidianidad, o él nos
hace desaparecer de la suya. Y falta de tiempo, claro está, el aplazamiento
infinito. Esos son los casos más misteriosos de todos. Quizá los que menos
duelen, pero también los que de repente, una noche nostálgica, nos causan mayor
incomprensión y mayor perplejidad".
jueves, 2 de junio de 2016
¿La última selectividad?
Antes solo estudiaban los buenos o los que poseían un nivel económico alto, los demás se incorporaban rápidamente a la vida laboral y la mayoría de las mujeres, a sus labores. No había ni un solo problema de disciplina en clase y se podían cumplir los programas. Ahora los alumnos, obligados por ley, permanecen hasta los 16 años en el sistema escolar, con los problemas de disciplina que se derivan de ello. Como no hay trabajo, continúan almacenados en el bachillerato, pocos son los que se decantan por la formación profesional. Al final, 2º de bachiller se convierte en un sufrimiento para profesores y alumnos porque en un año no se pueden subsanar todos los males anteriores y solo les preparas para contestar un examen, última carrera de obstáculos para su futuro. Además, de no reclamar nunca una nota como en el sistema anterior, hemos pasado a que toda la comunidad educativa (sobre todo padres e inspectores), tanto en la privada con la pública, presiona a los profesores para aprobar al mayor número de alumnos, aunque hayan abandonado la asignatura.
Mi padre estudió en la República y le bastaba para ir a la Universidad
aprobar todas las asignaturas del bachiller, para lo cual había tenido que
examinarse año tras año en el instituto de su zona. Mi madre lo hizo después de
la guerra civil y tuvo que prepararse el temido examen de Estado en un
instituto que era la única manera de convalidar todo el bachillerato. Yo que iba a un colegio de monjas, tuve dos reválidas en el instituto (bachiller
elemental y superior) y me examiné de uno de los últimos cursos de PREU en la Universidad,
que también era una fábrica de suspensos, porque solo te hacían la nota media
si tenías un aprobado de media en los exámenes. Luego vino el COU que implantó
un sistema más equilibrado y se hacía la nota media entre el expediente y la
nota de la prueba. Ahora, con un año más de escolarización en el bachillerato, existe
la PAU, muy parecida a la anterior, con un entramado de asignaturas optativas
que permiten subir notas al alumno, además de poder reclamar. Por lo tanto, la dificultad no está solo en las preguntas
de los exámenes sino en la manera de evaluarla.
Entonces era una llave para
tu futuro profesional y ahora es un mero trámite para acceder a la universidad,
otro almacenamiento costoso de jóvenes que irremediablemente irán al paro.
Parece que en vez de evolucionar, involucionamos, porque el curso
que viene, si no lo remediamos antes, se supone que se volverá al sistema de
reválidas. Como alumna y después como profesora he deseado que se
acabasen estos temidos exámenes memorísticos basados solo en contenidos que desde siempre han
servido para aterrorizar a los alumnos mejor preparados, que son los que
más se esfuerzan; pero entiendo que el estado tenga que intervenir para
conseguir unas pruebas comunes y justas. Lo difícil es saber cuál es el mejor
sistema porque ni la LOGSE, la LOE y la
LOMCE han dado con la solución.
Finalmente, debo confesar que suspendí la prueba específica de letras (latín y griego) de Preu en junio a pesar de mi nota media de notable y también la suspendió mi primo Emilio (ciencias) que había sacado matrículas en el bachillerato.
domingo, 29 de mayo de 2016
Un relato y una película: La venganza de una mujer
Está claro que una película que no te ha gustado da mucho más juego que una que te ha entretenido o impactado. Como voy todas las semanas al cine, a veces decidimos en el momento qué película ver. La venganza de una mujer tenía buena pinta. El resumen del argumento prometía: "Roberto es un hombre sumido en el más profundo de los aburrimientos, ya que ha agotado y satisfecho todos los placeres de la vida. Hasta que conoce a una cortesana que le introduce en una historia de amor verdadero, pero también de pasados imperfectos". La foto que acompañaba al programa nos presentaba a una mujer, ataviada con un traje romántico, con un libro en las manos. Inmediatamente la uní a mi galería de mujeres insatisfechas del siglo XIX que tanto me gustan. Además, la directora era una mujer portuguesa y sabemos tan poco del cine portugués…
Entré en el
cine confiada en pasar un rato estupendo viendo una película de autor fuera de
los círculos comerciales. Craso error, el comienzo ya lo presagiaba: un
narrador en un espacio teatral nos presentaba a un protagonista hierático que
pretendía ser un don Juan, pero que no lo demostró a lo largo de los
interminables cien minutos que duró la cinta ni por su apostura ni por el don
de la elocuencia, aunque una escena nos lo presentase como James Bond acosado
por cuatro mujeres. Los decorados eran tan de cartón piedra como su rostro. La
música, bella y estremecedora, no encontraba paralelismo con la absurda
historia que nos presentaba. Paciencia, me dije, seguro que se arregla. Pero el espectáculo
se iba haciendo insoportable a medida que transcurrían los minutos, porque el
texto era excesivamente literario y chirriaba a cada momento en una atmósfera fantasmagórica.
El momento más melodramático, el asesinato del amante platónico de la heroína a
mano de unos criados negros y el deseo de esta de comerse su corazón, antes de
que los perros lo devorasen, solo
causaba risa por lo ridículo. Pero lo peor era el interminable monólogo pausado
hasta el infinito donde ella contaba su historia atroz y su determinación de
abandonar al marido, noble de España, y dedicarse a la prostitución para mancillar su honor. Algunas personas empezaron a salir del cine, mi compañera
de butaca se revolvía en la butaca y bostezaba sin ningún pudor. Aguanté como
pude hasta que, al final, el cura que asistió a la protagonista en sus últimos
momentos cuenta que un ojo se cayó de su órbita como una moneda. Salir a la
calle fue una liberación de una puesta en escena
teatral, barroca y preciosista. Un texto literario debe ser adaptado al cine
porque son lenguajes diferentes, a no ser que se quiera provocar un soberano
aburrimiento; por lo visto, la critica no lo ha visto así y ha calificado a la obra de conmovedora, sublime y absorbente,
No leí toda la información de la hoja hasta llegar a casa,
allí me enteré de que era una adaptación libre de uno de los cuentos del
francés Barbey d´Aurévilly, incluido en el libro Les Diaboliques, hecha por
Rita Azevedo Gomes, admiradora de
Oliveira, cineasta portugués que no he podido nunca aguantar por lo plasta.
Como tenía el libro en casa, decidí leer el relato que, en contraposición con
su versión cinematográfica, me gustó porque es ágil a pesar de responder a los gustos estrafalarios y refinados de finales del siglo pasado. Localizado en París, allí sí que tienen
sentido los protagonistas, el don Juan se convierte en un hombre de carne y
hueso, que hastiado de todo, se ve perturbado por la historia de esta bellísima
mujer. La muerte del amante es por ahogamiento y la desesperación romántica de
ella y su absurdo e inútil deseo de venganza a la española atacando el honor de
su marido se comprenden mejor. Es más, se observa un tono sarcástico, ausente
en la película, que presenta a una nobleza sin sentido abocada a morir sin descendencia.
Sé que el próximo miércoles la película habrá desaparecido de la cartelera, porque no creo que haya muchos espectadores influidos por la crítica o confiados en una imagen publicitaria como yo.
Sé que el próximo miércoles la película habrá desaparecido de la cartelera, porque no creo que haya muchos espectadores influidos por la crítica o confiados en una imagen publicitaria como yo.
sábado, 21 de mayo de 2016
La península de Cilemaga, Helena Santolaya
El vídeo inicial era un resumen de los seis volúmenes de imágenes poéticas sobre la Historia del pensamiento: Metafísica del polvo, Estética del estropajo, Epistemología de los chorros del oro… Al fin, las ideas de los pensadores más sofisticados de todos los tiempos (Adorno, Bacon, Descartes, Hume, Montaigne…) se arremangan la camisa, remojan bien los puños, doblan el espinazo y se ponen al servicio de las tareas domésticas que sus autores nunca llegaron a realizar.
La península de Cilemaga es un original y hermoso álbum ilustrado para niños de 7 a 90 años que une las dos facetas de la autora, su pasión por las letras y las bellas artes, gramática y estética. Su aire antiguo, papel amarillento y ausencia de colorido, contrasta con las ediciones al uso de los cuentos actuales. Cilemaga es un sitio donde sucede algo insólito: bajo las piedras abandonadas al tiempo nacen las palabras. Allí viven Irene, Jorge y Margarita, tres niños que se preguntan por la forma y el significado de las palabras.
El 20/6/2017 leo la noticia: ‘La península de Cilemaga’, libro mejor editado en Aragón. Enhorabuena a su autora y editores.
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jueves, 19 de mayo de 2016
Sin protector solar
Había salido rubísima, con una piel transparente que relucía
al sol. En el siglo XIX habría causado furor; pero, en los años sesenta del siglo XX se sentía como el
patito feo del cuento, desentonaba con la familia que era de tez morena. En la playa, debajo de un sombrero, a las horas de más
calor, cubierta por una camiseta y con crema Nívea en la punta de la nariz, observaba como los demás se iban tostando lentamente al sol y adquirían un
atractivo bronceado. Al volver a casa, descubría que se había quemado todo lo
que sobresalía: la raya del pelo, la frente, las rodillas y el empeine del pie.
La piel empezaba a arder al atardecer y no se aplacaba en toda la noche, de
nada servían las friegas de vinagre. Su hermana y sus primas se asaban alegremente, tumbadas al sol como en una barbacoa, aderezadas con la crema de la vaca o con
un mejunje de aceite y vinagre que olía a ensalada. Y estaban guapas y saludables
cuando salían por la noche, mientras ella se quedaba ardiendo en su habitación. Su piel después del color rojo tomate,
pasaba a un suave salmón, se pelaba y se poblaba de pecas como si hubiese
tomado el sol a través de un colador o se hubiese espolvoreado canela. Pero cómo quedarse en casa, si lo único que
le gustaba de verdad era meterse en el mar, fundirse con las olas, bucear, nadar, sentir el sabor salado en la
boca y el escozor en los ojos.
Hubiese vendido su piel al diablo con tal de conseguir una nueva, más resistente, que la protegiera del sol y de los comentarios
maliciosos que provocaba. Entonces no existían las cremas con factor
de protección y ella pertenecía a ese 5% de la población mundial de fototipo 1,
raro y anómalo, que presenta una piel pálida y rosada sin melanina. Ya mayor, guarda la memoria de esos años como su
piel guarda la memoria de las quemaduras pasadas. Tiene que ir una o dos veces al
año al dermatólogo para eliminar las manchas precancerígenas del rostro (una quemadura con otra se quita) y luchar con
las dermatitis, irritaciones, rojeces y granos que se apoderan de su cuerpo. A veces, en las noches de insomnio, piensa en las extrañas relaciones que se establecen ente la piel y la personalidad.
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