Qué maravilla cuando los buenos escritores (Javier Marías, El
País Semanal, 29 de mayo de 2016) escriben tus propios
pensamientos mejorados. Andaba dándole vueltas a escribir sobre la amistad y me
he encontrado con este artículo que suscribo de principio a fin:
"Pero demasiadas veces no sabemos por qué se desvanece
una amistad. Por qué las cenas semanales, o incluso la llamada diaria, se han
quedado en nada, quiero decir en ninguna cena ni una sola llamada. Sí, aparecen
nuevos amigos que desplazan a los antiguos; sí, nos cansamos o nos
desinteresamos por alguien o ese alguien por nosotros; sí, un ser querido se
torna iracundo, o lánguido y perpetuamente quejoso, o exige invariablemente sin
aportar nunca nada, o sólo habla de sus obsesiones sin el menor interés por el
otro. De pronto nos da pereza verlo, nada más. No ha habido riña ni roce,
ofensa ni decepción. Poco a poco desaparece de nuestra cotidianidad, o él nos
hace desaparecer de la suya. Y falta de tiempo, claro está, el aplazamiento
infinito. Esos son los casos más misteriosos de todos. Quizá los que menos
duelen, pero también los que de repente, una noche nostálgica, nos causan mayor
incomprensión y mayor perplejidad".
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